Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

lunes, 24 de mayo de 2010

RIMA DISONANTE


Recuerdo mi niñez como un conjunto de hechos alegres en medio de un mar de dificultades. Nada fue fácil para mi familia, nada lo es aún hoy pasados más de 20 años. Todo tuvimos que inventarlo: mis viejos, con toda su inexperiencia a cuestas a ser padres y yo, los juegos en solitario a falta de amigos. Pese a la pobreza siempre hubo una luz de orgullosa dignidad en mi familia, y quizás fue esa misma energía la que encauzó mis pasos por la senda de la Educación.

Lo primero ante todo es quitarnos el velo de la ignorancia. La educación pública, tal y como ha sido concebida hasta el día de hoy no ha sido sino un medio, bastante eficaz por cierto, de mantener el control sobre el conjunto de la población. El proceso de enseñanza aprendizaje que a lo largo de toda la historia del Estado chileno se ha realizado, no ha buscado formar mejores hombres, seres humanos más íntegros, no ha privilegiado un proceso de aprendizaje valórico en el cual la especie humana, en tanto ser superior de la naturaleza animal, sea capaz de desarrollar todas sus capacidades en aras del bien común, no lo ha hecho pues ese no es su objetivo.

La educación recibida nos ha servido para aprender las normativas que rigen nuestras vidas ciudadanas, los reglamentos, las ordenanzas la disciplina; nos ha llenado el cerebro de nociones sumisas, serviles, nos ha enseñado a respetar las normas y su máxima expresión: la Ley.

Desde los inicios de la emancipación de España por parte de los criollos terratenientes y comerciantes, se buscó “adoctrinar” y homogeneizar la conducta de los sectores populares con el objeto de mantener el control sobre cualquier acción que se escapara de las normas preestablecidas por la nueva clase dirigente. La primera experiencia formal fue la implantación del sistema Lancasteriano durante el gobierno de O’higgins y el hito más importante fue la dictación de la Ley de Instrucción Primaria Obligatoria en 1920. Hasta esa fecha nuestro país vivió dos procesos educativos totalmente distintos: una educación para los pobres y una para los ricos. Obviamente la educación destinada a los ricos tenía como fin último prepararlos para continuar los estudios universitarios y de la otra mejor no hablar. ¿No nos recuerda acaso esta clasista división los conceptos de educación pública y privada de nuestros días?.

El “fenómeno” de 1920 no es en nada gratuito. El proceso de concientización de la clase obrera producto de sus luchas reivindicativas, la voz de la Iglesia Católica a través de la Encíclica “Rerun Novarum” y la propia preocupación de la oligarquía criolla impulsaron a esta última a tomarle el peso a esa gigantesca masa de familias obreras y a asumir un rol más controlador, más coercitivo. La mejor manera, entonces, es “obligar” al hijo del trabajador a asistir cotidianamente a la escuela donde será “educado” bajo los condicionamientos que la élite gobernante imponga.

¿Cuál es, entonces, la diferencia con nuestro actual proceso de Reforma Educacional?. Las elites cambian de rostro y su ropaje luce otros colores, pero pese a todo siguen siendo elites. El control se basa hoy en día en perfeccionar y calificar la mano de obra que el actual sistema económico requiere. Todo asume criterios economicistas. Las necesidades del mercado son las que determinan la estructura educacional y este mentado proceso de Reforma Educacional es elaborado en base al análisis y discusión de tecnócratas y empresarios pero no de los profesores. Hemos visto pasar el tiempo y hemos presenciado una vez más la imposición de las normativas y los preceptos de la élite frente a nuestras narices.

La reflexión final se hace necesaria en este punto. La educación debe ser un medio liberador y no esclavizador, debe buscar el desarrollo de personas integrales, con amor fraternal por la especie humana y no simples consumidores que giran en torno a los vaivenes del mercado. La Institución de la Escuela no existió en la vida cotidiana de nuestros pueblos originarios. Caminar por los viejos senderos con el abuelo siempre fue y ha sido la mejor escuela. Nuestro pueblo mapuche ha resistido, y seguirá resistiendo, tantos años la presión odiosa de los españoles y de los chilenos, no porque en una escuela se nos enseñó a amar nuestra tierra y nuestras tradiciones, nuestra escuela fueron los cerros, el camino de barro bajo la lluvia, el río, la tierra que hemos labrado toda la vida y las únicas reglas eran el respeto y el amor por la vida, por la naturaleza, por la memoria de nuestro pueblo que aún no se apaga.

(texto publicado en revista "La Tiza", del Directorio Regional Metropolitano Del Colegio de Profesores, edición mayo-junio de 2000 bajo el seudónimo de Antonio Ancamil)

Las nuevas formas de relación en los barrios populares desde la óptica de los paradigmas duales

,INTRODUCCION
Los seres humanos desde el momento mismo de nuestro nacimiento, e incluso antes, estamos sometidos a la vida en sociedad. Probablemente seamos una de las especies más dependientes de los otros en nuestros primeros años de vida y probablemente esta dependencia marcará la tendencia hacia lo social que a lo largo de nuestra existencia desarrollaremos. Lo social, entonces, en la perspectiva de la necesidad de convivencia, de la necesidad de Ser y Estar junto a los otros se articula como nuestro habitat natural.

El Ser Humano no puede, salvo casos excepcionales, plantearse vivir completamente solo y ajeno totalmente a los demás. Desde tiempos remotos ha buscado “asociarse con otros para su defensa, el trabajo, la satisfacción sexual, el juego, la crianza de los hijos, la transmisión del conocimiento y las posesiones materiales” . De esta manera ha podido sortear las dificultades que una naturaleza adversa le ha presentado a lo largo de su historia. Sólo de esta manera ha podido construir un ámbito de acción propio, dentro del cual se han desarrollado las complejas civilizaciones de la antigüedad de la cual dan cuenta los libros de historia y en torno al que hoy, de una manera más compleja aún que en la antigüedad, convivimos. Ese espacio, ese ámbito de acción es la CULTURA.

Nuestra naturaleza, entonces, nuestro estado ideal de convivencia, nuestro espacio natural de relaciones es la cultura y es, precisamente, en el seno de la intrincada madeja de lo social en donde nos empapamos de la vorágine de fuerzas que están en permanente pugna unas contra otras. La vida en comunidad ha determinado el desarrollo de hábitos y emociones que son útiles para la preservación de la vida en sociedad. Es en el marco de la cultura en donde se han desarrollado sentimientos y usos sociales sin los cuales hubiese sido imposible la vida en sociedad.

Transcurridos los primeros años del nuevo siglo el planeta entero está en presencia de una nueva forma de articulación y reorganización por parte de la sociedad capitalista. La serpiente muta de piel, se renueva, ofrece un nuevo rostro frente al sol del nuevo milenio pero no deja de utilizar sus viejas prácticas de poder. “El capitalismo se expande a escala mundial” parece ser la consigna más repetida por estos días y todos vemos pasar su omnipotente sombra frente a nuestras ventanas y preferimos cerrar la cortina, temerosos del poder que encierra su oscura y todopoderosa influencia. Acudimos impávidos a una nueva evolución, a la mundialización de la economía capitalista. Los mercados se abren y las fronteras de los países tienden a tornarse difusas, y todo esto en un tiempo increíblemente rápido, vertiginoso, demencial.

La actual dominación sin contrapeso que ejerce el capital asume diferentes modalidades a lo largo de la historia. Las herramientas a través de las cuales se hace patente este dominio se transforman, en la actualidad, a medida que los dueños de los medios de producción y sus nuevas tecnologías descubren e inventan nuevas formas de apropiación de la naturaleza, de sometimiento social al proceso de globalización que, aunque amplían los canales de comunicación y acortan las distancias, aumentan las manipulaciones que la élite establece entre el hombre y su realidad.

Los espacios de expresión crítica se cierran y es necesario rearticularlos nuevamente. En ese sentido las manifestaciones, protestas y actos de resistencia social frente a las políticas económicas neoliberales, que desde la segunda mitad de la década de los noventa se desarrollan, la constitución del Foro Social y el nacimiento de otras instancias de resistencia como es el caso de los zapatistas en México o la lucha de los pueblos originarios por su reconocimiento en Chile, por ejemplo, son claras muestras de que existe un movimiento o existen movimientos que resisten al capitalismo.

Los tentáculos del modo de producción capitalista, sin embargo, se siguen expandiendo en todas direcciones, controlan los medios de comunicación, las fuentes de energía, los servicios básicos. Todo está encadenado, “la vida política y la vida intelectual están cada vez más sometidas a la presión de los medios, los que por su parte padecen las presiones de los anunciantes o se sienten comprometidos por una obligación de buena conducta que deja a un lado la crítica . De esta manera las lógicas de relación capitalista se imponen sin contrapeso alguno y son centenas de millones de personas en todo el planeta los que experimentan en la vida cotidiana los impactos de la “desestructuración y reestructuración del capitalismo global, combinando entre otras características la reorganización espacial de la producción y de las finanzas, el desmontaje persistente del Estado del Bienestar, la extrema degradación del mundo del trabajo . Del mismo modo el capitalismo impone cambios en las pautas culturales de los grupos humanos, fundamenta las relaciones sociales en el plano de una desequilibrada competencia, mercantiliza todas las esferas de la vida social y a través de la imposición ideológica con que nos bombardea periódicamente a través de los medios de comunicación “refuerza la fragmentación de nuestro modo de pensar y echa por tierra toda tentativa de seguir una cadena de ideas hasta su conclusión lógica” . De esta manera la guerra contra Irak, en el marco de la llamada “guerra contra el terrorismo” no tiene ninguna relación con las grandes reservas de petróleo que pertenecían a Irak y que ahora administra Estados Unidos.

PROBLEMATIZACIÓN DEL TEMA
Al penetrar tan profundamente en la madeja social la estructura de la sociedad capitalista modifica y manipula directamente los esquemas de percepción, de pensamiento y acción, es decir el habitus de las personas. Al introducirse, la lógica relacional capitalista, en las estructuras sociales internalizadas de las personas, se mete directamente en su mundo de la vida y desde ahí, desde ese escenario tan íntimo se mueve sin contrapeso alguno. El capitalismo se apropia de las conciencias, nos satura de nuevas normas, de nuevos valores que es necesario seguir y promover, uniforma el pensamiento, señala las pautas culturales, indica el camino a seguir.

Nuestras sociedades no pueden desprenderse de la pobreza pues esta es el alimento primordial, la savia que nutre este estado de cosas. La pobreza en tanto parte de la estructura social externa (campo económico) determina y condiciona una red de relaciones en el mundo de la vida que, parafraseando a Bourdieu, se constituyen en estructuras estructurantes pues son capaces de determinar el pensamiento, la percepción y la acción de las personas.

Desde esta lógica he querido abordar, bajo los márgenes de este breve ensayo, el problema de las soluciones habitacionales en Chile como una forma de plantear una discusión con respecto a las estructuras de dominación por parte del actual modelo económico y a como estas estructuras de dominación son capaces de modificar o controlar los habitus o los campos de acción de las personas.

• EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA EN CHILE
Pese a los elevados índices de crecimiento económico por parte de nuestro país en los últimos 15 años el problema de la pobreza ha estado lejos de desaparecer. Por el contrario, la brecha de diferencia entre pobres y ricos tiende a aumentar en forma vergonzosa y las macropolíticas económicas tienden a reforzar más que a disminuir esta arbitraria diferencia.

La existencia y permanencia de la pobreza, en esta lógica, es un asunto de vital importancia para la estructura político-económica, pues el actual modelo de producción está lejos de querer acabar con la pobreza. Los índices de distribución económica de nuestro país ahondan en forma vergonzosa la diferencia entre los que ganan más y los que ganan menos. La pobreza es controlada, mediatizada, es vigilada permanentemente.

Cada cierto tiempo se dan señales que apuntan a hacer creer a los pobres que están cada vez mejor. Un ejemplo claro de lo anterior es el actual enfoque con respecto a las soluciones habitacionales para las familias que no poseen una vivienda propia. Se habla de “vivienda social” para referirse a una casa de pobres. Y las casas de pobres no son bajo ningún punto de vista los campamentos en los cuales los pobres vivían, hacinados en medio del barro, de la basura y de las inclemencias del tiempo hacia fines de la década de los 80. Las casas de pobres ahora son de material sólido, con habitaciones mínimas y cero espacios para desarrollar lo colectivo. Se soluciona el problema de la indignidad de vida en los campamentos, pero ahora la indignidad de vida se traslada una vez más a la periferia. Los pobres están cada cierto tiempo sometidos a estas erradicaciones, en la medida en que la ciudad crece y se expanden sus fronteras. Los pobres son expulsados de sus antiguos territorios y son enviados lejos del centro, lejos del corazón de la ciudad, allí donde no se puedan ver, allí dónde apenas si se notan.

Las soluciones habitacionales aplicadas hoy en día en Chile, en tanto remediales del problema de la pobreza resultan peor que la enfermedad. Los pobres pierden sus lugares de encuentro y su sentido de comunidad. Ahora cada uno se cuida a sí mismo y a su reducido núcleo familiar. De esta manera la estructura externa transforma también el modelo cultural y valórico de los sujetos. La estructura económica determina una forma de ser, de pensar y de actuar. Al ser trasplantados de sus barrios de origen y ser reunidos en otra zona geográfica, con otros grupos de personas también trasplantadas, en un ambiente inhóspito y carente de historia se modifican las relaciones de parentesco, de vecindad y de camaradería entre las personas, las que se ven obligadas a reinventar prácticas que les permitan readaptarse a la nueva situación, a su nuevo mundo de la vida.

Todo, en el plano general, está tan magistralmente orquestado que hasta ha disminuido dramáticamente el espíritu de lucha sindical. La mayoría de los contratos de trabajo son a plazo fijo, es decir, se contratan trabajadores tan sólo por un año y las leyes laborales favorecen ampliamente a los patrones. Los bajos sueldos obligan a comprar en las grandes tiendas bajo sistemas de tarjetas que endeudan a los trabajadores por 6, 12 o 24 meses. En este contexto nadie quiere aventurarse a perder su trabajo, muy pocos se atreven a levantar su voz. La crítica, la discusión y el debate que fomentan otras formas de concebir el mundo se reducen a su mínima expresión. El capitalismo, bajo sus múltiples expresiones pasea sus estandartes como un ejército triunfante que domina, que controla la vida y regula el pensamiento de las personas.

Del mismo modo y como un elemento que se desprende de lo anterior y que reafirma lo antes señalado, es posible señalar que son también los valores, las emociones y necesidades de las personas los que se están modificando. De esta manera, lógicas como el consumo exacerbado y muchas veces innecesario, forman parte de la nueva mirada por parte de la ciudadanía en general y del mundo popular en particular. De esta manera, la élite capitalista “banqueros, inversores, consejos directivos, la aristocracia del mundo moderno cuyos miembros operan en secreto mientras orquestan movimientos digresivos en el escenario político y que son sumamente poderosos y hábiles en lo que hacen” limita la capacidad de los gobiernos de realizar políticas en beneficio de su propia población, ya que es fundamentalmente la comunidad internacional de inversionistas y acreedores, lèase BID, FMI, Banco Mundial, Grupo de los 8 países más poderosos, la que en resumidas cuentas decide qué políticas se pueden y se deben aplicar en las economías dependientes como es el caso de nuestra economía.

Nuestra sociedad actual se enfrenta al surgimiento de una nueva clase dominante la que es definida “por su manejo de la información y su capacidad de manipular las necesidades (a través de industrias culturales, de estrategias de conquistas de mercados…) y una nueva clase popular, aquellos que son objeto de esta manipulación y marginalizados por la competencia” . Este nuevo sector popular ya no presenta las lógicas conductuales y sociales de la antigua clase oprimida, incluso ahora se usa con mayor pertinencia el concepto de “excluidos” para referirse a todos aquellos actores sociales, que formando parte de la sociedad y cumpliendo un rol determinado en esta, son incapaces de regirse por una de las principales reglas en el juego de la proyección cultural del neoliberalismo, a saber: la competencia. Los excluidos son, entonces y como resumen de lo anterior, aquella nueva clase popular que no triunfa en las lógicas competitivas que promueve la actual sociedad (trabajadores sin contrato de trabajo, indocumentados, consumidores de drogas, madres solteras, jóvenes sin posibilidades económicas de acceso a la universidad, adultos mayores a la deriva, etc.). La pobreza en el actual tiempo no necesariamente está ligada a un planteamiento economicista, por el contrario, se puede identificar en la pobreza actual “especiales rasgos culturales que tienen que ver con pertenencia, identidad, reconocimiento… con estima y autoestima; pobreza puede referir a débil capacidad para representar necesidades e intereses en las instancias de decisión” .

El modelo capitalista ha transformado a su antojo el espacio social global, aquel concepto acuñado por Bourdieu que se define como un “campo de fuerzas, cuya necesidad se impone a los agentes que se han adentrado en él, y como un campo de luchas dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines diferenciados según su posición e la estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de ese modo a conservar o a transformar su estructura . Esta transformación, evidentemente trae aparejada consigo una modificación en el sistema de relaciones sociales de las personas, en la posesión, producción y modificación de un determinado tipo de capital, en su forma de relacionarse en su mundo de la vida.

¿Qué hacer, entonces frente a esta implacable y asfixiante realidad?, ¿debemos observar el paso de los ejércitos triunfantes escondidos temerosamente detrás de una cortina?, ¿Podemos realmente hacer algo?, ¿Es posible intervenir profesionalmente para transformar esta compleja realidad?, ¿Es mejor no hacer nada? Son preguntas que desde el universo ético nos provocan y convocan y es, por cierto, un ámbito en el cual la pedagogía social tiene una gran responsabilidad.

Los pobres de Chile, debido fundamentalmente a su falta de vínculos y certezas con respecto al Qué hacer y al Dónde ir, son caracterizados como excluidos. El pobre es el otro, es el que está a la otra orilla, en la otra esquina de los índices macroeconómicos que hablan del crecimiento cada vez mayor de nuestro país. El pobre es un diferente, es un paria, es alguien, desde el punto de vista identitario, que ya no tiene ningún lazo de pertenencia con ningún gran proyecto de sociedad, es un ser fragmentado. En nuestra sociedad, entonces, estamos asistiendo a dos procesos diferentes y convergentes que la visión social legítima oculta, por un lado la fragmentación y por otro la exclusión . Sin lugar a dudas y en este contexto la exclusión es la más ingrata de las consecuencias que deriva de la fragmentación y es ingrata en tanto consiste en la virtual inexistencia personal, en la imposibilidad de verse a sí mismo con un rol determinante al interior de la sociedad. Dentro de este mismo marco


PROPUESTA EN RELACION AL TEMA ELEGIDO
En este entendido, desplegar nuestros ingenios de guerra y promover la construcción de una teoría social que de cuenta y que promueva la transformación de esta compleja realidad se hace una labor ética prioritaria. Del mismo modo insertarse en el mundo de la vida de las personas, generar niveles de discusión, de influencia, de análisis, generar organizaciones que nazcan de las necesidades de las nuevas comunidades formadas a partir de estos procesos de creación de nuevos barrios para los pobres de Chile es una tarea cuyo terreno está aún fértil para todo empeño, para toda acción que promueva el movimiento social, el despertar del gigante dormido

Es precisamente en este contexto en donde encontramos terreno fértil para la Pedagogía Social, en medio de esta tensión formidable entre las fuerzas que buscan uniformar el pensamiento y aquellos que defienden la libertad de decidir libre y soberanamente lo que pensar, lo que decir y con quien asociarse para lograr de mejor forma sus fines. Es al interior de esta compleja estructura social, de este intrincado entramado, en donde debemos saber poner el acento. La Pedagogía Social tiene un desafío ético-político formidable en este sentido, pues debe nutrir con su savia a las nuevas generaciones, debe fomentar la discusión allí donde todo parece perdido, debe señalar rumbos allí donde solo parece haber neblina

La Pedagogía Social debe buscar canales de conexión con el mundo de los pobres a través de la mejor de las herramientas: La Educación. Desde sus fortalezas debe fomentar que las personas “desarrollen una visión crítica de su propia realidad, es decir, que piensen en lo que hacen mientras lo hacen realidad. Que los individuos aprecien que la realidad social puede transformarse; que los hombres pueden cambiar” . Debe ser capaz de instalar una cuña de disenso, la formación de un nuevo capital simbólico que de cuenta de conceptos como “trabajo comunitario”, “apoyo mutuo”, pero por sobre todo “organización”, entendiendo por organización la reunión de toda la comunidad para enfrentar de una manera colectiva sus problemas y buscar soluciones. Este nuevo capital simbólico es fundamental para producir o alterar la existencia de los otros capitales (cultural, social y económico) pues en este se construyen el sistema de representaciones, las relaciones de dominación y por ende el sistema de valores y significados que adquieren forma en los espacios sociales concretos. Transformar o modificar el capital simbólico es transformar o modificar el sistema de representaciones de los individuos. Ergo, es transformar la realidad.

El concepto de autoeducación que me permito reafirmar como un elemento constitutivo del nuevo rol de la Pedagogía Social, dice relación con aquel momento en que nuestra práctica cotidiana logra conectar en quienes son influidos por nuestro trabajo la idea del proceso complejo que viven y la noción, más importante aún de que esta compleja realidad luego de entenderse puede ser modificada.

De esta manera y a partir de la observación crítica de la realidad es posible construir teorías que desarrollen procesos de conciencia en las personas de tal forma que establezcan nuevos parámetros que busquen la transformación de su realidad, para que esta no sea asimilada desde una lógica fatalista (las cosas como estén, como vengan) sino para que sea la propia comunidad la que busque alternativas. Es así como se constituye en un permanente desafío la noción de constituir a la Pedagogía Social y la herramienta de la autoeducación de las personas en un elemento vital para la transformación o desestabilización de la actual ideología autoritaria. El diálogo es un elemento fundamental en este sentido. A ojos de Freire “la existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo” .

Esta lógica, que mueve mi actuar profesional, tiene también un principio antropológico. La palabra, en nuestros pueblos originarios, ha sido en forma histórica, el elemento central en torno al cual se han ido construyendo las diversas culturas. La palabra es dadora de vida, la palabra también es capaz de quitarla. El adjetivo, cuando no da vida, mata, decía uno de nuestros grandes poetas nacionales, Vicente Huidobro en su poema “arte poética”. Nuestro pueblo ha perdido la capacidad de convocar a las palabras, a su magia, a su misterio insondable. Ahora nos nutrimos de frases hechas, de discursos agotados, de lugares comunes. Las palabras han perdido su fuerza creadora. Es tiempo de situarlas nuevamente en su sitial de honor. La implementación de espacios de encuentros dialógicos, de conversaciones, de discusión y creación a partir de la palabra son fundamentales para reencantarnos con la tradición oral, aquella que sobrevivió el implacable asedio de los primeros conquistadores, aquella que fue capaz de transmitir a través de varias generaciones los cimientos, la identidad, las bases morales de organización comunitaria que señalaron nuestros ancestros y que ahora, en la era de la masificación de la sociedad capitalista, urge volver a levantar.

Lo anterior me remite también, y desde una perspectiva estrictamente académica, a la noción que plantea J. Habermas con respecto a la importancia de la acción comunicativa, que prioriza la comunicación y el diálogo. El concepto de Acción Comunicativa “presupone el lenguaje como medio dentro del cual tiene lugar un tipo de procesos de entendimiento en cuyo transcurso los participantes, al relacionarse con un mundo, se presentan unos frente a otros con pretensiones de validez que pueden ser reconocidas o puestas en cuestión” . Este planteamiento parte de la premisa de que la razón humana no es monológica, sino más bien dialógica, es decir que lo importante es la mutua relación que se establece entre los participantes (hablantes y oyentes) de esta dimensión comunicativa y la capacidad y voluntad de “poner sobre la mesa” las distintas opiniones que se tienen respecto a un tema determinado y Escuchar, lo que a su vez implica respeto por el otro y su pensamiento, aunque no se esté de acuerdo con él. En este sentido es fundamental que el oyente entienda el significado de una emisión y esto es posible de cuantificar en el momento en que este, junto con compartir las normativas gramaticales y contextuales implícitas en el acto comunicativo, conoce también las condiciones esenciales bajo las que puede ser motivado por quien lleva el discurso para que asuma una posición. Entra a participar en esta relación la destreza de la “escucha activa” a través de la que podemos impregnarnos de conocimientos del otro y a su vez demostrar respeto e interés por lo expresado y comunicado por él. Este anterior enunciado no tendrá sentido alguno si no se eliminan todas las relaciones de dominio vigentes en la sociedad que impiden todo proceso de comunicación basado en la búsqueda de un consenso, es decir, una situación aceptable para todos, y no de una imposición. De esta manera “la primera exigencia de la acción comunicativa ha de descansar en el reconocimiento recíproco de los dialogantes en su condición de personas. El hecho de que el hablante y el oyente realicen actos de habla significa también que implícitamente se están reconociendo mutuamente como personas, como seres capaces de realizar acciones comunicativas y de defender sus posiciones a través de un diálogo” .

Con este diálogo y esta escucha es que podemos construir horizontes comunes con los sujetos de intervención, les podemos conocer y reconocernos en ellos y sus aspiraciones, podemos saber cuáles son sus metas y hasta cuánto ellos están dispuestos a dar por el logro de esas metas. Es en el “CÓMO HACER” donde comienza la posibilidad real de cristalizar un pequeño pero importante cambio en la dinámica de nuestra sociedad y para esto tenemos que ser “estratégicos a la hora de actuar”, debemos conocer, informarnos, documentarnos, buscar el espacio preciso para provocar el cambio que queremos.

Es necesario, en este entendido, buscar nuevas interpretaciones de la realidad, nuevas miradas, nuevas ópticas que nos permitan establecer teorías y prácticas que busquen desentrañar la dicotomía o la paradoja entre los altos índices macroeconómicos y un importante sector de la población excluido de este crecimiento y de los beneficios que acarrea consigo. Es necesario establecer puentes reales y de cimientos profundos que unan a ese Chile que crece económicamente y se ufana de sus convenios comerciales con los países desarrollados y los millones de excluidos para quienes los índices macroeconómicos son una burla siniestra. En esa senda prefiero orientar el camino vocacional. Pese a la complejidad y dificultad es necesario palntearse el trabajo intelectual de concebir ese nuevo mundo que habita en nuestros sueños. ¿Hay espacio para las dudas o el temor?. Como lo señalara Noam Chomsky en su entrevista “¿Un nuevo mundo?”…. Personalmente apuesto por la transformación social, por lo tanto, apuesto por ese nuevo mundo también. O como lo dijera uno de los cientos de rayados testimoniales que adornaron la Universidad de La Sorbonne, en el inolvidable mayo del año 1968 “Lo difícil es lo que podemos hacer enseguida, lo imposible es lo que nos lleva un poco más de tiempo”.


BIBLIOGRAFÍA Y CITAS
ABAD, JUAN JOSE. “Historia de la Filosofía”. Edit. Mc Graw-Hill. 1996. Madrid. 438-439p.
ALBERT Y OTROS, VERONIQUE. El Oficio del Trabajador Social. 2002. Santiago de Chile
ALZUGARAY, CARLOS. América Latina y el desorden global neoliberal. FLACSO. 2004
BOURDIEU, PIERRE. Espacio Social y Campo de Poder. Buenos Aires. Argentina 48 – 49p.
BOURDIEU, PIERRE. “Pensamiento y Acción”. Ediciones Del Zorzal. Cuarta Edición. Argentina. 49p.
COGSWELL, DAVID. “Chomsky para principiantes”. Edit. Era Naciente. 1996. Argentina. 111p.
COGSWELL, DAVID, “Chomsky para Principiantes”. Edit. Era Naciente. 1996. Argentina. 143p.
FREIRE, PAULO. “La Naturaleza Política de la Educación” (fotocopia). 32p.
FREIRE, PAULO. “Pedagogía del Oprimido”. Siglo XXI Editores. Argentina. Trigésimo segunda edición. 1985. 100p.
FROMM, ERICH, “Etica y Psicoanálisis”, Fondo de Cultura Económica, 1992, Colombia, 72p.
HABERMAS, JURGEN. “Teoría de la Acción Comunicativa”.Tomo 1. Taurus. Madrid. 143p
QUIROZ Y OTROS, TERESA. “Tesis Programáticas que fundan el Magíster en Políticas Sociales y Gestión Local”. (fotocopia) 16p.
SCRIBANO, ADRIÁN. Multiculturalismo, Teoría Social y Contexto Latinoamericano. Universidad Nacional de Villa María. Buenos Aires. Argentina. 121p.

domingo, 23 de mayo de 2010

LA ESCUELA Y EL TRABAJO DOCENTE DESDE LA ETICA DE LA LIBERACION


La educación ha sido la herramienta fundamental de socialización desde toda la existencia de la especie humana. La familia ha sido siempre la primera fuente de socialización y en la medida que las sociedades se complejizaron entregaron este rol a otras instituciones, con lo que nació la Escuela.

A lo largo de la historia y fundamentalmente en nuestra época actual lo que no debería dejarnos de preocupar es la permanente e histórica vinculación entre la institución Escuela y los modelos ideológicos imperantes. La escuela, como institución funcional de la cultura dominante, representa fielmente sus valores y pautas, y las impone o requiere de los educandos de culturas diferentes . La Escuela, en tanto institución de acceso masivo en las actuales sociedades representa, desde esta lógica, no ya los intereses del conjunto de la sociedad, sino que por el contrario, los de un sector minoritario que posee el poder económico y en la mayoría de los casos que ejerce también el control político.

De esta manera, la educación impartida en las escuelas se transforma en un proceso social que, en esencia, prescindiendo de las particulares estructuras sociales y culturales en que se encuentra, cumple un rol netamente instrumental o “técnico” dentro de la sociedad . Este rol está definido, entonces, por las relaciones de dominación que las elites han establecido a lo largo de la historia. Las relaciones de dominación desde esta perspectiva, son el resultado de la materialización histórica de ideologías de naturaleza elitista, de formulaciones que buscan expresar y satisfacer los intereses sociales minoritarios a través del control de los mecanismos de poder de la sociedad fundamentalmente de las comunicaciones, del aparato de producción y del Estado .

Del mismo modo y en relación con el uso que se le ha dado a la educación las elites han legitimado su posición de privilegio y dominación, haciendo prevalecer sus ideas, actitudes y comportamientos a nivel de la cultura. La cultura es fundamentalmente, aunque no en forma exclusiva, expresión de la elite dominante que, a través de los diferentes métodos y agencias de socialización de que dispone la sociedad se ejerce sobre la conciencia de los dirigidos.

Quien controla el discurso, entonces, y le otorga contenido, aunque los términos utilizados y el contexto sean los propios del campo educativo, es el sector dominante. Sus ideas a través del control de la Escuela, se transforman en las ideas de toda la sociedad, pasan a ser las ideas compartidas por todos. En esta lógica, los discursos originales son descontextualizados de la base social que le dio vida y recolocados de acuerdo a nuevos principios de reordenación y enfoque. La utilización de un lenguaje polisémico, es decir, atribuible a discursos muy diferentes, es la estrategia central. Algunos de los términos funcionales a esta estrategia para construir el discurso en el área de la educación son precisamente descentralización, participación y autonomía. De pronto, entonces, nos encontramos con que elementos ideológicos de los grupos dominantes, escondidos en términos de una referencialidad que todos creemos conocer, pasan a ser tremendamente populares, más aún, pasan a formar parte de la conciencia popular, construyendo un “nuevo sentido común” .

Para lograr su objetivo, la ideología dominante de la elite, trabaja sobre los sentimientos populares y reorganiza miedos genuinos de la gente. No es necesario para ella reemplazar totalmente una concepción del mundo y de las cosas por otra, sino lograr la correcta combinación entre viejos y nuevos elementos de pensamiento. Para causar un efecto “real” este “nuevo sentido común” se conecta con problemas y experiencias “reales”.

La educación, en tanto promotora del actual orden de cosas cobra una inusitada importancia, pero del mismo modo su importancia puede ser vista desde la perspectiva opuesta, es decir la educación en tanto elemento que promueve la libertad. En este punto la educación aparece como aquel terreno en que el poder y la política adquieren una expresión fundamental, ya que es allí donde el significado, el deseo, el idioma y los valores se vinculan entre sí y responden a las más profundas creencias sobre la naturaleza misma de lo que significa ser humano, soñar y señalar y luchar por una forma concreta de vida futura .

En este contexto se vierte el espíritu transformador y de resistencia de la educación que promueve un mañana distinto, asumiendo su compromiso político con la transformación de esta sociedad hacia una sociedad más justa.

Paulo Freire ve la educación “como un proceso afectivo y social, dotado de esperanza y solidaridad, que posibilita el desarrollo de la autonomía en el aprendizaje. Transformar la educación en una experiencia de liberación conciente requiere de crear nuevas vivencias, solidarias, y nuevas relaciones sociales y humanas” Desde esta perspectiva, el acto liberador al que nos acerca Freire se produce en el instante en que el educando o la persona que vive el acto de liberarse comienza a creer en sí mismo, mirándose, comprendiendo y actuando sobre su propia realidad, junto a aquellos con quienes convive cotidianamente.

Hoy más que nunca la educación se instala en las agendas políticas y económicas de los países subdesarrollados producto de decisiones de las nuevas alianzas politicoeconómicas. El sistema productivo usa la educación a su favor en una cadena interminable de sucesos que sólo busca promover una nueva forma de apropiación cultural por parte de las elites. En este marco una visión renovada de la educación debe colocar en su esencia la esperanza, como nos dice Gadotti: “Reinstalar la esperanza”; es decir, renovar su espíritu. Se hace absolutamente imprescindible entonces reconstruir nuestros viejos sueños-ideas con respecto a lo que necesitamos y queremos construir a partir de la educación.

Pese a la complejidad del panorama actual es necesario plantear que como sociedad debemos bregar por conformar un ámbito de esperanza, ya que esos sueños y metas educativas se transmitirán, se proyectaran hacia las nuevas generaciones; los niños, niñas y jóvenes. A partir de esta noción, es fundamental definir qué educación requerimos para transformar las condiciones que oprimen a nuestros niños en situaciones que enriquezcan su desarrollo como individuos, ciudadanos y colectividades. En este sentido, una vez más es necesario reafirmar que una educación que promueva la libertad y el respeto por todos los seres humanos es el tipo de educación que la pedagogía social debe ayudar a promover

Freire nos plantea que la práctica educativa es una dimensión de la práctica social, y en cuanto práctica social, la práctica educativa en su riqueza, en su complejidad, es un fenómeno típico de la existencia y, por eso mismo, un fenómeno exclusivamente humano. De ahí también, que la práctica educativa sea histórica y tenga historicidad. La existencia humana no tiene el punto determinante de su trayectoria fijado en la especie. Al inventar la existencia, como los materiales que la vida les ofrece, los hombres y las mujeres inventarán o descubrirán la posibilidad que implica necesariamente la libertad, que no recibirán más que luchando por ella

La vertiginosa serie de transformaciones que ocurren en el planeta como consecuencia de la revolución informática de los últimos 30 años, que esta a la base de tales transformaciones y que se caracteriza por la rapidez y recurrencia de los cambios que vive el mundo en estos días hace hablar a diversos pensadores “integrados” desde la educación. El análisis que se escucha repetidamente es que es la educación la que debe cambiar para responder a las exigencias de un mundo globalizado e interdependiente. Sin embargo, desde la óptica liberadora, este es un planteamiento similar al que se ha dado habitualmente en las diversas épocas de cambio y por el contrario, la contrapropuesta es que no es la educación la que debe preparar personas para la economía. Muy por el contrario, es misión de la educación ubicar en el centro de su interés a la persona y desde sus definiciones del tipo de persona y sociedad deseables, planificar una economía a su servicio.
Misión del educador libertario es, entre otros aspectos generar un proceso que promueva la autonomía de los sujetos, autonomía que se basa en la posibilidad de entregarle a las propias personas las herramientas que le permitan empoderarse de los elementos que les permitan constituirse en protagonistas de sus propias vidas. Las instituciones en la actualidad han privado a las personas de esta capacidad. Es tarea fundamental, entonces, de la pedagogía social reestablecer este mecanismo eficaz de tránsito hacia la liberación

Nuestra sociedad actual se enfrenta al surgimiento de una nueva clase dominante la que es definida por su manejo de la información y su capacidad de manipular las necesidades (a través de industrias culturales, de estrategias de conquistas de mercados…) y una nueva clase popular, aquellos que son objeto de esta manipulación y marginalizados por la competencia . Este nuevo sector popular ya no presenta las lógicas conductuales y sociales de la antigua clase oprimida, incluso ahora se usa con mayor pertinencia el concepto de “excluidos” para referirse a todos aquellos actores sociales, que formando parte de la sociedad y cumpliendo un rol determinado en esta, son incapaces de regirse por una de las principales reglas en el juego de la proyección cultural del neoliberalismo, a saber: La competencia. Los excluidos son, entonces y como resumen de lo anterior, aquella nueva clase popular que no triunfa en las lógicas competitivas que promueve la actual sociedad en la que nos desarrollamos cotidianamente (trabajadores sin contrato de trabajo, indocumentados, consumidores de drogas, madres solteras, jóvenes sin posibilidades económicas de acceso a la universidad, adultos mayores a la deriva, etc..). La pobreza en el actual tiempo no necesariamente está ligada a un planteamiento economicista, por el contrario, se puede identificar en la pobreza actual especiales rasgos culturales que tienen que ver con pertenencia, identidad, reconocimiento… con estima y autoestima; pobreza puede referir a débil capacidad para representar necesidades e intereses en las instancias de decisión .

En este contexto es que se presenta la necesaria inclusión del Lenguaje como un elemento central de la labor educativa para la liberación. El devenir cultural de un pueblo tiene como centro motor de su expresión al lenguaje. En tiempos anteriores, en los albores de las formas culturales que dieron paso a las posteriores civilizaciones del mundo antiguo, el lenguaje oral fue, sin duda, el primer aglutinador conceptual “formal” de las primigenias tribus que comenzaban a poblar nuestro planeta. Con el paso del tiempo, el proceso de perfeccionamiento cultural fue dando paso a formas más complejas de comunicación dando paso al nacimiento del lenguaje escrito.

El lenguaje nos da un sentido de pertenencia cultural con un tipo especial y particular de sociedad y de construcción cultural. Discusiones acerca de los alcances y de las diversas formas que adquiere nuestro lenguaje en el uso cotidiano ha habido y habrán por mucho tiempo. Lo que a nuestro juicio marca el fenómeno del uso correcto o no de los elementos propios de la lecto-escritura y que probablemente sea pauta para un análisis mucho más complejo es la manipulación cultural que un sector de nuestra sociedad realiza en desmedro de otro sector. Manipulación cuyos objetivos se pierden en recónditos recovecos de la imaginación y de la memoria, por cierto.

El diálogo es una herramienta fundamental en la práctica educativa, ya que permite promover el intercambio cognitivo y afectivo, que consolida la relación educativa afirmando los proceso de aprendizaje, de comprensión del otro y del mundo que nos rodea.

El reconocimiento del otro como condición del diálogo y el encuentro pedagógico propuesto por Freire se basa también en un profundo respeto a la dignidad humana y se puede constituir en fundamento de una pedagogía que asuma de manera perentoria los graves conflictos que se expresan en un contexto marcado por la intolerancia.

El diálogo es un elemento fundamental en este sentido. A ojos de Freire “la existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo” .

Lo señalado anteriormente con respecto a la importancia de la acción dialógica nos remite también a la noción que plantea J. Habermas con respecto a la importancia de la acción comunicativa que prioriza la comunicación y el diálogo. Hay conceptos asociados como participación y democracia y principalmente habla de que esta lógica dialógica debe buscar el consenso. El consenso social a escala micro o macro es la posibilidad también del disenso, es decir, existe también la posibilidad de estar en desacuerdo, sin embargo lo importante es la mutua relación que se establece entre los participantes (hablantes y oyentes) de esta dimensión comunicativa y la capacidad y voluntad de “poner sobre la mesa” las distintas opiniones que se tienen respecto a un tema determinado, y escuchar, lo que su vez implica respeto por el otro y su pensamiento, aunque no se esté de acuerdo con él. Entra a participar en esta relación la destreza de la “escucha activa” a través de la que podemos impregnarnos de conocimientos del otro y a su vez demostrar respeto e interés por lo expresado y comunicado por él.

Con este diálogo y esta escucha es que podemos construir horizontes comunes con los sujetos de intervención, le podemos conocer y reconocernos en él y sus aspiraciones, podemos saber cuáles son sus metas y hasta cuánto él está dispuesto a dar por el logro de esas metas. A su vez, nosotros como Pedagogos Sociales, desde el escenario de acción que nos corresponda, sea público o privado, podemos reflexionar en el CÓMO de nuestra intervención con estos sujetos.

Es en el “cómo hacer” donde comienza la posibilidad real de cristalizar un pequeño pero importante cambio en la dinámica social y para esto tenemos que ser “estratégicos a la hora de actuar”, debemos conocer, informarnos, documentarnos, buscar el espacio preciso para provocar el cambio que queremos. Para ello es importante saber cuáles son las políticas de trabajo que despliega esa institución, conocer el terreno que pisamos y a partir de ahí actuar.

Cabe preguntarse entonces si nuestras prácticas cotidianas nos acercan a esta necesaria valoración de la autoeducación del sujeto, entendida esta como una herramienta eficaz de transformación de la sociedad a partir de la propia transformación individual y de la influencia en el ámbito de lo local. Respuestas para esta peregrina interrogante hay tantas como tantos son los espacios de acción en los que se ve inserta la pedagogía social.

Para finalizar esta breve reflexión con respecto a la escuela y al trabajo docente desde la perspectiva de la liberación se hace necesario establecer lo siguiente:

El profesional de la educación debe ver en ésta a la principal herramienta para liberar al hombre. Liberarlo de una educación que no le ha permitido desarrollar un espíritu crítico, autónomo, constructor de una concepción de humanidad fraternal, solidaria, justa, libertaria, que promueva el bien común entre toda la especie, sin distingo de razas, de sexo, de credo, de orientación sexual, etc.

Liberarlo de la apatía intelectual, del individualismo exacerbante, de los miedos sin sentido, de los prejuicios, de la irracionalidad, del egoísmo, de la uniformidad, del sometimiento, de la injusticia.

La educación y, por ende, el profesional de la educación debe aspirar a la construcción de un mundo nuevo, un mundo en el que valga la pena vivir, un mundo en el que los hombres desplieguen lo mejor de sus capacidades en beneficio de todos, en beneficio común, un mundo en el que la libertad sea entendida desde dos perspectivas: la individual y la colectiva.

Colectiva, en tanto somos una especie que viven en función de relaciones sociales; giramos en torno a una comunidad y las acciones que realicemos en este contexto, son relaciones simbióticas que necesariamente repercuten en el contexto colectivo y, a su vez, las acciones colectivas deben repercutir en el hacer individual.

Individual, en tanto somos seres únicos e irrepetibles, con un mundo interior distinto al otro, con ideas propias, con aspiraciones, deseos, pasiones, gustos, etc.

El hacer individual, por lo tanto, es el elemento primordial para la construcción y el desarrollo del sí mismo, pero a su vez, este hacer individual, está supeditado al hacer colectivo.

El Educador debe ver más allá de las lógicas que rigen a la sociedad en la cual está inserto. No debe educar para la continuación de lo mismo, debe educar para lo nuevo, para el porvenir. El Educador susurra al oído de los estudiantes la clara posibilidad de una vida y un mundo mejores, dignos de ser vividos, en los que se fomenten, desarrollen y se vivan, día a día, nuestras capacidades y virtudes más nobles.

BIBLIOGRAFIA Y CITAS
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FREIRE, PAULO. Pedagogía del Oprimido. Editores Siglo XXI. Buenos Aires. Argentina.