Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

domingo, 27 de febrero de 2011

RECUERDOS DEL TERREMOTO

Habíamos llegado hace tan sólo 3 días de unas vacaciones preciosas. Recorrimos desde Chillán, a Temuco, Nueva Imperial, Carahue, Puerto Saavedra, Puerto Domínguez, Puerto Montt, y luego Chiloé siguiendo la ruta de las iglesias patrimoniales, finalmente cerramos con un mini viaje en torno del lago Llanquihue, eso en poco menos de 3 semanas, aun nos quedaba una semana para completar nuestro mes y teníamos dos destinos posibles: el entorno de Valdivia y la zona de Concepción. Recuerdo lo mucho que le insistía a Carol sobre la belleza histórica de la zona del carbón, pueblos anclados en el pasado como Cobquecura, las luchas y la maduración de la conciencia obrera en la zona de Lota. Ella tenía a la fecha 5 meses de embarazo de Nahuel Aukán y andábamos con Antu Nehuen, que en esos días no pasaba de los dos años y que era el más feliz de los 3 y se bañaba en cuanto río, lago o playa se nos cruzara en el viaje. Continuar esa semana extra era un buen desafío, pero en realidad no quisimos abusar de la buena salud de Carol y decidimos volver. Llegamos a Santiago el miércoles 23 de febrero muy temprano por la mañana.

Los siguientes días fueron lo de siempre, descansar lo vivido, revisar las fotos, emocionarnos con la belleza de los paisajes vistos, con la buena comida de las cocinerías, con la rusticidad de las micros rurales, las luciérnagas y su luz de tono mágico que hizo a Carol recordar los cuentos de hadas de su niñez, los paseos por bosques de boldos y moras silvestres, el olor del campo y la fiereza dulce del viento abriéndose paso entre sus ramas, la laguna de Loreley que me hizo recordar la odisea de Aguirre llamado La Cólera de Dios, la cascada de Tocoihue camino a Tenaúm, las esculturas de madera en Puerto Domínguez, las piedras negras de Puerto Saavedra, la lluvia de Chonchi, las noches de campo sin luna y la vasta extensión del cielo colmado de estrellas como nunca se ve en Santiago, salvo cuando falla el Sistema Interconectado Central o cuando sucede una catástrofe mayor como la de 3 días después.

Así andábamos, riendo de la nada, recordando y soñando, guardando los nombres de los nuevos amigos en nuestras agendas, desatando nuestros bolsos con lentitud, sin prisa. Haciendo algo de aseo luego de casi un mes de ausencia, volviendo a nuestra realidad poco a poco, disfrutando de la tibieza de las tardes y las noches, aprontándonos para el invierno y el nacimiento de nuestro segundo hijo. Yo como siempre, revisaba documentos y papeles antiguos intentando, en vano, darles algo de orden o traspasándolos al computador para que no terminaran de empolvarse.

Eran poco más de las 3 de la mañana de aquel 27 de febrero y yo aún trabajaba en el computador. Era ya tarde para mí y el cansancio me impulso a dejar el ejercicio cotidiano. Algunos camiones pasaban por el camino antiguo a Valparaíso rumbo de la costa, en una procesión que no terminaría del todo bien. Era una noche cualquiera, como cualquier otra de las tantas en que me dormía demasiado tarde para la normalidad. La casa en que vivíamos (y que aún nos sustenta) era como una casa de cuentos, de madera, pequeña muy pequeña, de dos pisos y finas terminaciones en la escalera y en el marco de las puertas. El segundo piso es una gran habitación, grande para lo que estamos acostumbrados a definir como un dormitorio en nuestro país. En los comunes cabe sólo la cama y un mueble y se acabó el espacio para lo demás. Antu ya dormía. Carol había llegado hace poco de una reunión. María, nuestra amiga, la había venido a dejar desde Santiago y me contaba los pormenores de la reunión. El computador se terminó de apagar y yo bajé al primer piso, al baño. Tuve tiempo de ducharme, secarme, volver a vestirme. Cuando me lavaba los dientes comenzó todo. Primero fue un movimiento suave, un temblor como los que a diario ocurren, las paredes se estremecieron y lo hicieron aún más cuando el temblor agarró algo de fuerza y en vez de aplacarse continuó y continuó, cada vez más despierto. Cerré la llave del agua, miraba el techo sin razón, como si el origen de todo ese movimiento estuviera en él. Fueron 20 o 30 segundos en que esperé que amainara el movimiento. Siempre esperé la llegada del terremoto, nunca había vivido uno, pues el de 1985 me encontró muy lejos de la zona central y sólo sentí el temblor de costumbre. Un terremoto, pensaba, debe ser de aquellos fenómenos naturales dignos de vivir para contar a la posteridad, una tontería, por supuesto, pero la tontería se hacía realidad.

El movimiento se hizo más anormal, más persistente, más fuerte. Fui a la escalera y comencé a subir rápidamente, el movimiento continuaba.
Carol ya tenía a Antu en brazos y empezaba a bajar, casi chocamos en la escalera. ¡Baja, baja!, me decía, yo quise afirmarla, tomar al hijo, pero sólo entorpecía el paso así es que comencé a bajar los peldaños, seguido de ellos. A media escalera se desató toda la furia. Jamás pensé que la tierra pudiera moverse así. La violencia del movimiento cortó la luz, Carol comenzó a gritar, el ruido de los muebles desplazados no ayudaba a recobrar la calma, estábamos en medio de todo y no podíamos avanzar pues el movimiento nos tenía detenidos a mitad de la escalera. Comenzaron a caer los cuadros, los libros, los objetos, los vasos, los platos. El ruido del terremoto era el ruido de los objetos que caían alrededor de nosotros. Avancé peldaños abajo como pude, Carol me seguía como podía, a ciegas, los vidrios se quebraban arriba, abajo y junto a nosotros, la oscuridad era total y no paraba y no paraba. Choqué con la biblioteca, pisé vidrios quebrados, llegué a la puerta y trataba de calmar a Carol que gritaba pidiendo que todo terminara, ella estaba totalmente descontrolada y afirmaba a Antu con todas sus fuerzas. Me costó mucho abrir la puerta, la negrura de la noche en movimiento nos saludó, no sé cuántos segundos o minutos pasaron. La tierra comenzó a serenarse lenta y sostenidamente. Carol aún lloraba. En casa de sus padres, que queda junto a la nuestra, salieron todos y todos estaban bien. Yo esperaba que el epicentro no hubiera sido muy lejos, de ser así la fuerza del terremoto sería mayor en otro lado y eso sería terrible para la pobre gente de ese lugar. Intenté recordar donde tenía velas y encendedor. A ciegas caminaba, pisando los vidrios y los objetos caídos. Logré encontrar y encender una y el espectáculo era deprimente en el primer piso. Todo estaba por el suelo, pareciera que un ser poderoso hubiese sacudido con toda su rabia nuestra casa y se hubiese luego marchado sin dar explicación.

Esa noche no dormimos. Las primeras dos horas fueron de soledad, silencio y oscuridad total. No sabíamos nada de nadie y las noticias que escuchaba en el pendrive eran confusas y se atropellaban unas con otras. Todo el mundo coincidía en la enorme magnitud del terremoto y en que el epicentro estaba ubicado en algún punto de la querida Concepción. Pudimos haber estado allá pensé, y un temblor no ya de tierra me estremeció. Luego la confusión fue dando pasó a noticias más y más dramáticas. Comenzó a circular una lista inicial de muertos y desaparecidos, un hombre lloraba desde Cobquecura diciendo que todo su querido pueblo se había venido abajo, otra gente desesperada por no saber nada de sus familiares, yo llamaba y llamaba desde el celular a todo el mundo pero la telefonía celular estaba totalmente colapsada, la noche avanzaba tan desesperantemente lenta que ahogaba hasta que casi imperceptiblemente una fina claridad comenzó a envolver el entorno. Luego vendrían las imágenes de mayor horror, el maremoto, los muertos, desaparecidos, los saqueos, la desesperación de la gente, el dolor, el drama de pueblos enteros, las negligencias y los actos de heroísmo, la historia, que se abría paso en medio de la destrucción, el eje de la tierra que, una vez más, había cambiado su dirección.

viernes, 18 de febrero de 2011

LEO MASLIAH, SIEMPRE UN AGRADO

Leer o escuchar a ese genial creador uruguayo es siempre revitalizador. Su prosa devela el absurdo que acompaña cada uno de nuestros pasos urbanos, cada una de nuestras acciones, nuestras manías, nuestros modos, ese universo particular cargado de imágenes comunes que nos hace reconocernos como americanos en cualquier parte, qué importa que al metro le llame el subte o a un lápiz birome, sabemos que habla de la misma gran cosa que a todos nos pertenece, esa ansia profunda de mirar al mundo con ojos particularmente abiertos, como los de un niño que contempla extasiado el nacimiento de un nuevo día sobre su atalaya de piedra. Les dejo un texto que él recita muy bien y que se llama "A la fuerza no" y algunos videos para que los disfretemos. La web está muy bien documentada con textos, música y videos suyos por si nos interesa adentrarnos en su imaginario y hacer el sano ejercicio de encontrar similitudes.

A LA FUERZA NO
"Había una vez un país donde los obreros y los empleados ganaban sueldos muy bajos, los jóvenes no podían conseguir trabajo y debían emigrar, los alquileres estaban muy por encima de lo que la gente podía pagar, las jubilaciones no alcanzaban para nada y además había que mendigarlas haciendo horas y horas de cola frente a la caja, para después perderlas a manos de los rapiñeros que a su vez hacían cola para esperar a los viejitos que salían de cobrar.

Un día, ese país, cuyo gobierno había sido elegido democráticamente, cayó bajo la tutela de una dictadura que obligó a los obreros y a los empleados a ganar sueldos muy bajos, impidió que hubiera trabajo para los jóvenes, forzándolos a emigrar, impuso alquileres que estaban muy por encima de lo que la gente podía pagar, y jubilaciones que no alcanzaban para nada, y que además debían ser mendigadas haciendo horas y horas de cola frente a la caja, para después ser arrebatadas de manos de sus poseedores por rapiñeros que a su vez hacían cola para esperar a los viejitos que salían de cobrar.

Pero los habitantes de ese país opusieron una tenaz resistencia al gobierno de facto, acabando por derrotar a los dictadores, y dejándoles bien clarito que, si era una cuestión de vivir mal, había que hacerlo por propia voluntad, y no porque a un puñado de capitanejos se les antojara. Conquistada la restauración democrática, entonces, y sobre las ruinas dejadas por la dictadura, nuestros héroes se abocaron minuciosa y concienzudamente a la construcción de un país donde los obreros y los empleados ganaran sueldos muy bajos, los jóvenes no pudieran conseguir trabajo y debieran emigrar, los alquileres estuvieran muy por encima de lo que la gente pudiera pagar, las jubilaciones no alcanzaran para nada y además hubiera que mendigarlas haciendo horas y horas de cola frente a la caja, para después perderlas a manos de los rapiñeros que a su vez hacían cola para esperar a los viejitos que salieran de cobrar".

LA TRAGEDIA DE IR A VER EL TITANIC


POETA NEURASTENICO>

martes, 8 de febrero de 2011

MENTES PELIGROSAS

La mente es un músculo peligroso. Un músculo que cuando entra en acción nos permite rebelarnos contra toda forma de opresión, evidente o soterrada, convertirnos en insumisos, abandonar la obediencia ciega, tomar nuestras propias y profundas decisiones, más allá de la moda, más allá de la imagen parcelada de sociedad que la televisión nos instala en la retina día a día, segundo a segundo. Cuando nuestra mente entra en acción con todo su potencial, tiemblan los cimientos del antiguo-nuevo orden, nos tornamos peligrosos, políticamente incorrectos, destemplados, hiperventilados y otros tantos eufemismos que ocultan lo único verdadero: que nos hacemos dueños, por fin, de nuestras ideas… y comenzamos la lenta tarea de recuperar nuestras acciones.

La cinta Mentes Peligrosas, una más de aquellas que presento en CINE-PEDAGOGÍA, nos instala varias premisas interesantes de ser analizadas y puestas en práctica en nuestro cotidiano Hacer Pedagógico. En primer lugar nos sitúa en un contexto complejo de extremos socioculturales en los cuales las carencias sociales, la marginalidad y la falta de perspectivas son el caldo de cultivo para el hastío, la inercia, la violencia innecesaria, la pérdida del tiempo, el Ser y Estar sin sentido, el vivir en la superficie, mirando con muy poca profundidad lo que ocurre con nuestra vida y nuestro entorno, nuestro habitus que nos nutre y nos hace actuar de determinada manera, aún sin tener plena conciencia de nuestras decisiones.

Una vez más es la labor del educador, en este caso encarnado por la siempre dulce Michelle Pfeiffer, devenida en la primeriza maestra de literatura inglesa Louanne Johnson, la que logra estremecer a los estudiantes y les devuelve la capacidad de conducir sus propias vidas y de tomar decisiones estructurales.

La maestra deberá enfrentar el fracaso de otras profesoras, deberá sobreponerse a su propio fracaso inicial y buscará “encantar” a sus estudiantes a través de algunos ejercicios de karate y enseguida aplicará un método bastante poco convencional: los hará leer poesía de Bob Dylan y Dylan Thomas (y con eso ya se ganó varios cielos) y conectará las letras de esos poemas con su vida cotidiana. Del mismo modo partirá aprobando a todos sus estudiantes, ellos solamente tendrán que mantener esa aprobación realizando los ejercicios entregados por la maestra. Se conectará con sus estudiantes en una dimensión afectiva a la que no estaban acostumbrados, visitará las casas de algunos, se ganará su confianza, hará un trabajo especial con el líder del grupo escolar, establecerá un sistema de recompensas por logros, instalará el concepto de “elección”, para que los muchachos y muchachas se reconozcan responsables de sus decisiones, instalará la idea de que la mente es como un músculo que mientras más se desarrolla, mayores proezas será capaz de lograr.

ALGUNAS CRÍTICAS
La cinta no es, probablemente, de las mejor logradas, en este ámbito del CINE-PEDAGOGÍA. El ritmo se pierde con facilidad, la intensidad dramática no convence del todo y hay otras cintas, que usando la misma carga argumental, logran un efecto mucho más completo en el desarrollo del mundo interior de los personajes (baste sólo recordar “Escritores de la Libertad”. Del mismo modo, algunos podrán discrepar abiertamente del excesivo apego a las estrategias conductistas (sistema de premios-incentivos según logros, etc.) En fin, siempre habrá leños sueltos para alimentar esta hoguera.

Yo recuerdo que hace algunos años implementamos en una escuela que ayudé con todo mi amor de educador a levantar, y de la que fui ignominiosamente expulsado luego de 5 años de ejercicio docente, un sistema de trabajo que consistió en abandonar lo más posible el uso de notas en las calificaciones. Comenzamos a usar otros criterios: Logrado, medianamente logrado, etc. pero no usamos notas. A los estudiantes les pareció algo raro el sistema, muchos querían ver sus 7 en franca competencia con las notas de los otros, pero en el fuero interno de los mayores, creo yo, ya estaba instalada la idea de que a escuela nueva con profesores locos como nosotros, cosas locas como la carencia de notas debían pasar. Los que no nos perdonaron la audacia y no nos dejaron continuar con el plan fueron los padres y apoderados, ¡cómo podía habérsenos ocurrido esa bestialidad!, Recuerdo también con exacta claridad que esos mismos padres juzgaban la seriedad de una clase por la cantidad de hojas colmadas de materia que los niños se llevaban a casa, la proporción era la siguiente: a mayor cantidad de materia en el cuaderno, tanto mejor era la clase; mientras menos materia e información en los cuadernos, mayor posibilidad de dudar de la seriedad y calidad del maestro. Nosotros, que destinamos gran parte del primer año a resolver otros problemas anexos a los procesos de aprendizaje tradicional (motivación, establecimiento de lazos afectivos, reencantamiento con la educación y la institución escolar, establecimiento de acuerdos de convivencia, reconfiguración de la figura del maestro a la que la mayoría de los jóvenes simplemente odiaba luego de tantos malos tratos recibidos por los malos educadores, reconfiguración de sus sensaciones de logro luego de tantos y tantos fracasos, en resumen, muchos ejercicios alternativos y sociopedagógicos y menos materia en los cuadernos, es decir, mucha crítica por parte de algunos apoderados.

A veces, el mayor desafío para un educador no está precisamente al interior de la sala de clases sino en el espacio circundante. Para la profesora Johnson se tradujo en la muerte de un joven en virtud de la distancia insalvable entre la dirección de la escuela y los estudiantes y, por cierto, en el cero interés que su propuesta pedagógica despertó en la abuela de unos jóvenes que abandonaron su clase; para nosotros pese a aquellas iniciales críticas, se tradujo en un mayor compromiso de trabajo, cargado de pasión y amor por el camino que creíamos correcto.

FICHA TÉCNICA DE LA CINTA
NOMBRE: Dangerous Mind. Mentes Peligrosas (ESPAÑA). Escuela del Vicio (MEXICO)
DIRECCIÓN: John N. Smith
PRODUCCIÓN: Jerry Bruckheimer, Don Simpson
DISEÑO DE PRODUCCIÓN: Donald Graham Burt
GUIÓN: Ronald Bass
FOTOGRAFÍA: Pierre Letarte
MONTAJE: Tom Rolf
PAÍS: EEUU
AÑO: 1995
DURACIÓN: 96 minutos
ACTORES: Michelle Pfeiffer como Louanne Johnson, George Dzundza como Hal Griffith, Renoly Santiago como Raúl Sanchero, Wade Dominguez como Emilio Ramírez, Bruklin Harris como Callie Roberts, John Neville como Salonero

VIDEO TRAILER DE LA CINTA



BOB DYLAN - MR TAMBOURINE MAN



MR TAMBOURINE MAN
Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
No tengo sueño y no voy a ninguna parte.
Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
En el cascabeleo de la mañana te seguiré.

Aunque sé que el imperio
De la tarde ha vuelto a convertirse en arena,
Se ha desvanecido entre mis manos,
Me ha dejado a ciegas, de pie, pero sin dormirme aún.
Mi abatimiento me asombra, estoy plantado en mis zapatos,
No hay nadie a quien tenga que ver
Y la antigua y vacía calle está demasiado muerta para soñar.

Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
No tengo sueño y no voy a ninguna parte.
Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
En el cascabeleo de la mañana te seguiré.

Dame una vuelta en el torbellino de tu nave mágica
Me han despojado de mis sentidos, mis manos no sienten al apretar,
Los dedos de mis pies demasiado entumecidos para caminar,
Esperan solo a las suelas de mis botas
Para empezar a vagar.
Estoy listo para ir a cualquier lugar,
Estoy listo para desvanecerme
En mi propio desfile, lanza el hechizo de tu baile hacia mí,
Prometo seguir bajo él.

Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
No tengo sueño y no voy a ninguna parte.
Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
En el cascabeleo de la mañana te seguiré.

Aunque puedas oír la risa, girando,
Balanceándose locamente a través del sol,
No está dirigida a nadie, simplemente escapa a la carrera
Y, excepto el cielo, no hay ningún cercado a la vista.
Y si oyes rastros borrosos de un saltarín carrete de poesía
A tiempo con tu pandereta,
No es más que un harapiento payaso ahí detrás,
Yo no le prestaría atención,
No es más que una sombra lo que ves que él persigue.

Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
No tengo sueño y no voy a ninguna parte.
Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
En el cascabeleo de la mañana te seguiré.

Después llévame desapareciendo
A través de los anillos de humo de mi mente,
Hasta las neblinosas ruinas del tiempo,
Más allá de las hojas congeladas,
Los embrujados, asustados árboles,
Fuera, a la playa ventosa,
Lejos del estrafalario alcance de la loca tristeza.
Si, a bailar bajo el cielo de diamante,
Moviendo libremente una mano.
Silueteado por el mar, rodeado por las arenas del circo,
Con todos los recuerdos
Y el destino conducido profundo bajo las olas,
Déjame olvidarme de hoy hasta mañana.

Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
No tengo sueño y no voy a ninguna parte.
Hey! Mr. Tambourine Man, tócame una canción
En el cascabeleo de la mañana te seguiré