Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

jueves, 28 de abril de 2011

LA SOCIEDAD DE LOS POETAS MUERTOS

Pese a una reticencia que guardo de muy antiguo respecto de esta película y que no vale la pena aclarar, me guste o no, forma parte de esta gran familia de cintas, que señalo en CINE PEDAGOGÍA, de las cuales guardo en carpeta al menos 10 títulos más, algunos de ellos bastante desconocidos y otros que se caen de maduros (Los Coristas, Escuelas de Rock, Descubriendo a Forrester, El Rector, La Ola y otras) así es que aquí la tenemos, en gloria y majestad y con una imagen casi en sepia, aunque tan sólo han pasado poco más de 20 años desde su estreno, que trae muchos recuerdos, sobre todo a quienes hemos pasado tímidamente la barrera de los 40.

“La sociedad de los poetas muertos” es, primeramente, la novela homónima de Nancy Kleinbaum, de cuyo texto Tom Schulman realizó el guión que, finalmente, bajo la dirección de Peter Weir fue llevada al cine.


La cinta, puesta en escena en 1989 y ambientada en 1959, nos sitúa en el ultraconservador colegio Welton, al que llega John Keating, un antiguo estudiante egresado de sus aulas, a realizar clases en el departamento de inglés. Este profesor, interpretado por Robin Williams despertará, a través de la acción poética, a sus estudiantes del letargo intelectual en el que estaban sumidos, formando parte de la clase privilegiada, preparándose para asumir puestos de poder, reprimiendo cualquier pensamiento o interés que se alejara de la senda trazada por sus familias, viviendo vidas artificiosamente vacías de emoción y pasión, vidas fabricadas por otros, vidas en las que la maravilla de vivir sólo consistía en subir y subir los peldaños del escalafón social y luego mirar al mundo desde la altura, desde el poder. Es esta la realidad que el profesor Keating alterará radicalmente. Los muchachos aprenderán a sentir las vibraciones, los pulsos más íntimos de su ser, comenzarán a vivir los días con una nueva sensación de búsqueda, de apetito, de aventura, de rebeldía y libertad y comenzarán a sentir lentamente que son, por fin y quizás por un maravilloso y efímero instante, dueños absolutos de sus vidas.

A lo largo de la cinta se va desarrollando este proceso de profunda influencia desarrollado por el profesor. A poco de andar la película vemos probablemente uno de los momentos más bellos, decidores y profundos, cuando el maestro los invita a salir fuera de la sala y comienza una clase diferente, basada en la reflexión respecto de sí mismos, del sentido que debiesen darle a sus vidas, del aprovechar cada momento para no arrepentirse más tarde, cuando ya no haya remedio y la muerte borre todas las huellas de un paso sin matices por la vida. CARPE DIEM es la consigna, aprovechar cada momento, vivir la vida con vigor, con pasión, con fuerza arrolladora, respirar profundo y no dejarse llevar tan sólo por lo que otros desean, aprender a construir una historia propia, única e irrepetible, ser uno mismo con su propio peso y su propia gravitancia y sus propios instrumentos de cartografía, ser algo más que un número, una cifra, una pieza más de un gran e inacabado puzzle, ser algo más que otro ladrillo en la pared, como refrendaría el viejo Waters.

Otro momento de antología se da en la siguiente escena, me parece que en la segunda clase, cuando el maestro los invita a leer del libro de literatura su introducción, en la que vemos una rígida y muy académica explicación respecto de lo que es la poesía. Tras la lectura les pide arrancar las hojas con esa introducción, ¡Basura! Eso es lo que resulta ser esa explicación. ¡Cómo es posible explicar el proceso creativo sin pasión alguna, cómo es posible encuadrar, normar, esclavizar aquello que nació para ser libre, para volar en medio de la imaginación como un errante, como un planeta que gira en torno a un sol no descubierto aún por la tecnología humana, como un misterio para el cual la restringida naturaleza humana no encuentra aún explicación. La poesía no se puede explicar, se debe vivir, se debe hacer parte de la piel, se debe respirar con vigor, con pasión, con rebeldía y amor, y eso es lo que los jóvenes estudiantes comienzan a aprender de manera vertiginosa junto a su profesor.
A medida que nuestros ojos se acostumbran a la narrativa, vemos la transformación que los estudiantes comienzan a vivir en su mirada y en su toma de decisiones, es decir en su Ser y en su Estar en el mundo. Esta transformación es más bien el paso de una actitud de forzada sumisión a una abierta y extrema rebeldía en un proceso que va creciendo gradualmente hasta enfrentar violentamente a los estudiantes con la autoridad, encarnada en la figura del Señor Nolan (Director de la escuela) y el señor Perry (padre de Neil, joven que se debate entre su vocación de actor y la inflexible autoridad de su padre). En la tensión dramática establecida entre la autoridad y los jóvenes, más la influencia cada vez más gravitante del profesor Keating se desarrollan los pasajes centrales de la cinta, la que siguiendo el rigor de todo drama hecho a la medida del cine norteamericano, terminará con un desenlace lacrimógeno y terrible: Por un lado el suicidio del joven Perry y por otro la expulsión del profesor y la extorsión hacia los estudiantes del colegio Welton, los que deben elegir entre seguir en la “honorable” institución cuyo lema es “Tradición, Honor, Disciplina, Grandeza” o acusar al profesor; terrible, insana, malévola encrucijada que termina sometiendo a todos los jóvenes salvo a Charlie Dalton, el único que se niega a firmar el oprobioso texto impuesto por el director Nolan y por cuyo acto de grandeza es expulsado ignominiosamente de Welton: “Travesura, Horror, Deshonor, Excremento”.

En medio de esta tragedia y el cierre de antología, varias imágenes bellas como la reedición de la “sociedad de los poetas muertos” por parte del grupo de muchachos protagonistas de la película. La Sociedad había sido, en los tiempos de estudiante del profesor Keating, la cáfila poética en la que un grupo de jóvenes transformaba el mundo con sus textos y su pasión por vivir. Las reuniones de esta nueva sociedad secreta en la “cueva” logran generar el ambiente de misticismo que toda comunidad necesita para mantener su cohesión y de ahí a obrar la trasformación radical había sólo un par de pasos. Todo comienza a mutar en los ojos de los muchachos, todo parece posible, todo parece cuestionable, todo parece modificable, el amor imposible por una muchacha en virtud del CARPE DIEM se torna un interesante desafío en la figura de Knox, la idea de incorporar muchachas al Colegio Welton se transforma en una bandera de lucha, la broma a lo Andy Warhol de Charles en medio de una asamblea, el vencimiento de la asfixiante timidez por parte de Todd, el despertar de la pasión por el teatro del trágico Neill, la esencia de la vida en la nueva mirada de estos jóvenes.

Finalmente todo vuelve a la “normalidad”. El mismo señor Nolan toma la clase del expulsado maestro mientras llega un sustituto, vuelve a la carga con la manida definición de poesía, alguien golpea a la puerta, es el profesor Keating que quiere sacar sus objetos personales, tensión en la clase, rostros compungidos de los obligados a mentir para guardar las apariencias, segundos eternos que pasan con una lentitud agobiadora, el profesor Keating que se demora más de la cuenta y que parece cansado, derrotado, dolorosamente marchito, que se va y no se va, que los mira casi de reojo, que luego y obligado por el señor Nolan comienza a retirarse, Todd que no aguanta más e intenta explicarle que los obligaron a firmar, El señor Nolan que intenta hacerlo callar, el señor Nolan que impele al profesor Keating a retirarse rápidamente, él que se va y no se va, cuando está por salir de la hasta ese momento interminable sala de clases Todd que se sube a la mesa y le dice “¡Oh Capitán, mi capitán!”, la contraseña sagrada que hermana a los aprendices con su maestro en un abrazo de fuego, la emoción en el rostro de Keating, la rabieta ardorosa de Nolan, la Sociedad de los Poetas Muertos que despierta, se levanta otro y otro y otro más y otro y otro, ¡Oh Capitán, mi Capitán!, Nolan que desaparece del mapa, el ojo de la cámara que mira a los subidos desde abajo, aumentando su estatura en todo sentido, los jóvenes que resarcen la traición forzada con la valentía del que nunca será más esclavo, la mirada clásica de Robin Williams cuando nos quiere emocionar, las “gracias muchachos, gracias” del emocionado profesor, la derrota, la eterna, clásica y agotadora derrota que se transforma, por fin y por un breve instante, en gratificante victoria, la música de Maurice Jarre, el mismo de Dr. Zhivago, los créditos. TELÓN…

FICHA TECNICA DE LA CINTA
NOMBRE: Dead poets society (USA), La sociedad de los poetas muertos (México), El Club de los Poetas Muertos (España)
GÉNERO: Drama
DIRECTOR: Peter Weir
GUIÓN: Tom Schulman
FOTOGRAFÍA: John Seale
MÚSICA: Maurice Jarre (Autor de la música de Dr Zhivago, Ghost, El Tambor de Hojalata, Pasaje a la India, Gorilas en la Niebla, entre un largo número de bellas producciones)
PAÍS: E.E.U.U.
AÑO: 1989
DURACIÓN: 129 minutos
ACTORES: Robin Williams como John Keating, Ethan Hawke como Todd Anderson, Kurtwood Smith como el señor Perry, Robert Sean Leonard como Neil Perry, Josh Charles como Knox Overstreet, Gale Hansen como Charles Dalton, Dylan Kussman como Richard Cameron, Allelon Ruggiero como Steven Meeks, entre otros.

VIVIR de la Sociedad de los poetas muertos.
Por Walt Whitman

No dejes que termine el día sin haber crecido un poco, sin haber sido feliz, sin haber aumentado tus sueños.
No te dejes vencer por el desaliento.
No permitas que nadie te quite el derecho a expresarte, que es casi un deber.
No abandones las ansias de hacer de tu vida algo extraordinario.
No dejes de creer que las palabras y las poesías sí pueden cambiar el mundo.
Pase lo que pase nuestra esencia está intacta.
Somos seres llenos de pasión.
La vida es desierto y oasis.
Nos derriba, nos lastima, nos enseña, nos convierte en protagonistas de nuestra propia historia.
Aunque el viento sople en contra, la poderosa obra continúa: Tú puedes aportar una estrofa.
No dejes nunca de soñar, porque en sueños es libre el hombre.
No caigas en el peor de los errores: el silencio. La mayoría vive en un silencio espantoso.
No te resignes. Huye.
"Emito mis alaridos por los techos de este mundo", dice el poeta.
Valora la belleza de las cosas simples.
Se puede hacer bella poesía sobre pequeñas cosas, pero no podemos remar en contra de nosotros mismos.
Eso transforma la vida en un infierno.
Disfruta del pánico que te provoca tener la vida por delante.
Vívela intensamente, sin mediocridad.
Piensa que en ti está el futuro y encara la tarea con orgullo y sin miedo.
Aprende de quienes puedan enseñarte. Las experiencias de quienes nos precedieron de nuestros "poetas muertos", te ayudan a caminar por la vida.
La sociedad de hoy somos nosotros Los "poetas vivos".
No permitas que la vida te pase a ti sin que la vivas....
Vive con intensidad tu vida y no dejes nunca de soñar...
Walt Whitman

miércoles, 20 de abril de 2011

EL DERECHO A FUGA

Eran 3 jóvenes pasados los 18 años, cada uno con su condena, con su particular universo de contradicciones, sus aprendizajes, desaciertos y compleja vida a cuestas. En ese determinado instante, a una hora inexacta de la tarde-noche, en ese pedazo inconcluso de tiempo, en ese espacio amurallado en el que el tiempo pierde toda consistencia, algo más fuerte aún que el propio hecho de estar privados de libertad en CRC San Bernardo los unió: el irrestricto deseo de fugarse.

En la historia reciente de los últimos 20 años en nuestro país, el tema de la fuga está instalado en nuestra desmemoriada retina. Cómo olvidar el helicóptero aquel rescatando a 4 miembros del FPMR de la Cárcel de Alta Seguridad, situación que a muchos nos hizo brindar de emoción, por la épica instalada en esa fuga, por el estilo, por la puesta en escena, por la limpieza de la acción, por la audacia. Cómo olvidar esa otra fuga a través de un túnel por el que se fueron medio centenar de presos políticos y se hubiesen ido otros tantos a no mediar el atascamiento provocado por un “compañero” con varios kilos de más que taponó con su cuerpo la posible salida para muchos otros, según refrenda la mitología popular. O, por otro lado, un intento de fuga en Colina 1 o 2, en el que los “capos” del penal contrataron a unos pirquineros para que construyeran el túnel, que casi les resulta de tan perfecto que estaba hecho, con tabiquería firme a prueba de derrumbes pero no del oído inquisidor de los vecinos. O los montones de intentos fallidos o ciertos a lo largo y ancho de la geografía carcelaria de nuestra país.

La posibilidad de fuga es un derecho de todo prisionero. No tengo la menor idea si está instituido en tanto derecho jurídico, tampoco sé si en caso de atrapar a los fugados las condenas pueden aumentar, pero mientras existan cárceles, hombres y mujeres encerrados forzosamente, existirá esa necesidad inalienable de pensar la mejor manera de fugarse. En ese sentido hay algunos libros o cintas que son realmente espectaculares al respecto. Recuerdo una de ellas: The Shawshank Redemption (no sé su traducción al castellano) de 1994, en la que un tipo de muy buen pasar, acusado de matar a su esposa es encarcelado. En el encierro es prontamente descubierto por sus dotes con las matemáticas por el señor alcaide, el que lo obliga a llevar las cuentas de la cárcel, cuentas con muchos abusos de poder y dinero a raudales. El prisionero, de inteligencia superior, comienza desde muy pronto a cavar y cavar su camino hacia la libertad. A medida que descubre todas las turbiedades de sus custodios, se hace de amigos entrañables y logra armar un plan posible de fuga, cambiar números de cuenta, no ser descubierto y disfrutar lo que le queda de vida. Vale la pena verla, al igual que “Fuga de Alcatraz”, “Celda 211”, “El Patio de mi Cárcel”, “Papillón”, ”La Fuga”, “Brubaker”, “El Expreso de Medianoche”, “En el Nombre del Padre”, y otras tantas de menor factura. En fin.

Quiso la mala suerte o el destino o la buena suerte, que estos muchachos fueran sorprendidos en su intento cuando “casi” lograban su acometido libertario. Uno de ellos fue prontamente trasladado para el purgatorio que resulta ser la sección juvenil de Puente Alto y a los otros dos aún los ando buscando para entrevistarlos y mejorar esta breve crónica.