Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

viernes, 29 de julio de 2011

BALANCE PATRIÓTICO

Traje a colación este texto clásico de Vicente Huidobro, poeta chileno del ramillete de los 5 grandes poetas nacionales, por su frescura y pertinencia, sobre todo considerando que desde su creación han pasado casi 100 años y, sin embargo, cada una de sus palabras es susceptible de ser extrapolada a nuestra agitada realidad. El texto fue escrito en 1925 y este chileno, el más europeo de nuestros poetas, nacido en auténtica cuna de oro, devenido en comunista por la acción de su candente corazón, muerto tras una vida dedicada a su arte, enterrado en medio de los cerros de Cartagena, como un hombre que sabe que la muerte debe ser sencilla, sin ostentación, como un hombre que sabe que al cruzar el umbral de esta vida no podemos llevar nada con nosotros salvo la caldera inagotable de nuestro fiero corazón, salvo nuestros principios, nuestra rectitud, nuestro imaginario, la estela difusa dejada por el paso de nuestra historia. He aquí el texto con una fotografía clasica de Huidobro al comienzo, un afiche clásico de Bansky al final y, en medio, algunos afiches del querido mayo francés de 1968:

..."Un país que apenas a los cien años de vida está viejo y carcomido, lleno de tumores y de supuraciones de cáncer como un pueblo que hubiera vivido dos mil años y se hubiera desangrado en heroísmos y conquistas. Todos los inconvenientes de un pasado glorioso pero sin la gloria. No hay derecho para llegar a la decadencia sin haber tenido apogeo.

Un país que se muere de senectud y todavía en pañales es algo absurdo, es un contrasentido, algo así como un niño atacado de arteriosclerosis a los once años. El sesenta por ciento de la raza, sifilítica. El noventa por ciento, heredo-alcohólicos (son datos estadísticos precisos); el resto insulsos y miserables a fuerza de vivir entre la estupidez y las miserias. Sin entusiasmo, sin fe, sin esperanzas. Un pueblo de envidiosos, sordos y pálidos calumniadores, un pueblo que resume todo su anhelo de superación en cortar las alas a los que quieren elevarse y pasar una plancha de lavandera sobre el espíritu de todo aquel que desnivela el medio estrecho y embrutecido.

En Chile cuando un hombre carga algo en los sesos y quiere salvarse de la muerte, tiene que huir a países más propicios llevando su obra en los brazos como la Virgen llevaba a Jesús huyendo hacia Egipto. El odio a la superioridad se ha sublimado aquí hasta el paroxismo. Cada ciudadano es un Herodes que quisiera matar en ciernes la luz que se levante. Frente a tres o cuatro hombres de talento que posee la República, hay tres millones setecientos mil Herodes. Y luego la desconfianza, esa desconfianza del idiota y del ignorante que no sabe distinguir si le hablan en serio o si le toman el pelo. La desconfianza que es una defensa orgánica, la defensa inconsciente del cretino que no quiere pasar por tal cree que sonriendo podrá enmascarar su cretinismo, como si la mirada del hombre sagaz no atravesara su sonrisa mejor que un reflector.

El huaso macuco disfrazado de médico que al descubrirse teoría microbiana exclama: a mí no me meten el dedo en la boca; el huaso macuco disfrazado de filósofo que al oír los problemas del transformismo dice: a otro perro con ese hueso; el pobre huaso macuco disfrazado de artista o de político que cree que diciendo: no comprendo, mata a alguien en vez de hacer el mayor elogio.

Por eso Chile no ha tenido grandes hombres, ni podrá tenerlos en muchos siglos. ¿Qué sabios ha tenido Chile? ¿Que teoría científica se debe a un chileno? ¿Qué teoría filosófica ha nacido en Chile? ¿Qué principio químico ha sido descubierto en Chile? ¿Qué político chileno ha tenido trascendencia universal? ¿Qué producto de fabricación chilena o qué producto del alma chileno se ha impuesto en el mundo?. No recuerdo nunca en una universidad de Europa, ni en Francia, ni Alemania, ni en ningún otro país haber oído el nombre de un chileno, ni haberlo leído en ningún texto.

Esto somos y no otra cosa. Es preciso que se diga de una vez por todas la verdad, es preciso que ni vivamos sobre mentiras, ni falsas ilusiones. Es un deber, porque sólo sintiendo palpitar la herida podremos corregimos y salvarnos aún a tiempo y mañana podremos tener hombres y no hombrinos.

Decir la verdad significa amar a su pueblo y creer que aún puede levantársele y yo adoro a Chile, amo a mi patria desesperadamente, como se ama a una madre que agoniza. Recorred nuestros paseos, mirad las estatuas de nuestros hombres de pensamiento: ¡qué cisos de valores efectivos! A la excepción de 4 ó 5, ninguno de ellos habría sabido responder en un examen universitario de hombres serios ¡qué sabios de aldea, qué cerebros más primarios! ¿En dónde fuera de aquí iban a tener estatuas esos pobrecitos?. Es necesario levantar estatuas en los paseos y como no hay a quién elevárselas, el pueblo busca el primero que pilla, y cuando es el pueblo el que levanta monumentos, ellos surgen debidos a las influencias de familias, son los hijos que levantan monumento al papá en agradecimiento por haberlos echado al mundo. ¡Es conmovedor!

¿Y el mérito, en dónde está el mérito? El pueblo pasa soñoliento y lánguido, arrastrando su cuerpo como un saco de pestes, su cuerpo gastado por la mala alimentación y carcomido de miserias y entre tanto la sombra de Francisco Bilbao llora de vergüenza en un rincón. ¿Qué hombre ha sabido sintetizar el alma nacional?. ¡Pobre país; hermosa rapiña para los fuertes!. Y así vienen, así se dejan caer sobre nosotros; las inmensas riquezas de nuestro suelo son disputadas a pedazos por las casas extranjeras y ellos viendo la indolencia y la imbecilidad troglodita de los pobladores del país, se sienten amos y les tratan como a lacayos, cuando no como a bestias. Ellos fijan los precios de nuestros productos, ellos fijan los precios de nuestra materia prima al salir del país y luego nos fijan otra vez los precios de esa misma materia prima al volver al país elaborada. Y como si esto fuera poco, ellos fijan el valor cotidiano de nuestra moneda.

Vengan los cuervos. Chile es un gran panizo. A la chuña, señores, corred todos, que todavía quedan migajas sobre la mesa. ¡Es algo que da náuseas!. Chile aparece como un inmenso caballo muerto, tendido en las laderas de los Andes bajo un gran revuelo de cuervos.

El poeta inglés pudo decir: “Algo huele a podrido en Dinamarca”, pero nosotros, más desgraciados que él, nos veremos obligados a decir: “Todo huele a podrido en Chile”. Un gran banquero alemán decía en una ocasión a un ex Encargado de Negocios de Chile en Austria: “Los políticos chilenos se cotizan como las papas”, y un magnate de las finanzas francesas decía otra vez, y esto lo oí yo: “Desde que a los políticos argentinos les dio por ponerse honrados, el gran panizo para los negocios es Chile”.

Y esos prohombres de la política chilena, esos señores que entregarían el país maniatado por una sonrisa de Lord Curzon y unos billetes de Guggenheim, no se dan cuenta que cada vez que esos hombres les dan la mano, les escupen el rostro. ¡Qué desprecio deben sentir los señores del cobre por sus abogados!. ¡Qué asco debe sentir en el fondo de su alma en el amo de nuestras fuerzas eléctricas por los patrióticos tinterillos que defienden sus intereses en desmedro de los intereses del país!. Y no es culpa del extranjero que viene a negocios en nuestra tierra. Se compra lo que se vende; en un país en donde se vende conciencias, se compra conciencias. La vergüenza es para el país. El oprobio es para el vendido, no para el comprador.

Frente a la antigua oligarquía chilena, que cometió muchos errores, pero que no se vendía, se levanta hoy una nueva aristocracia de la banca, sin patriotismo, que todo lo cotiza en pesos y para la cual la política vale tanto cuanto sonante pueda sacarse de ella. Ni la una ni la otra de estas dos aristocracias ha producido grandes hombres, pero la primera, la de los apellidos vinosos, no llegó nunca a la impudicia de esta obra de los apellidos bancosos.

La historia financiera de Chile se resume en la biografía de unos cuantos señores que asaltaban el erario nacional, como Pancho Falcato asaltaba las casas de una hacienda. Pero aquéllos más cobardes que éste, porque el célebre bandido por los menos exponía su pellejo.

¡Pobre Chile! Un país que ha tenido por toda industria el aceite de Santa Filomena y los dulces de la Antonia Tapia. (Chile tiene hierro, Chile entero es un gran bloque de hierro y no posee altos hornos. La Argentina no tiene hierro y tiene altos hornos).

¿Y la justicia?. La justicia de Chile haría reír, si no hiciera llorar. Una justicia que lleva en un platillo de la balanza la verdad y en el otro platillo, un queso. La balanza inclinada del lado del queso. Nuestra justicia es un absceso putrefacto que empesta el aire y hace la atmósfera irrespirable. Dura o inflexible para los de abajo, blanda y sonriente con los de arriba. Nuestra justicia está podrida y hay que barrerla en masa. Judas sentado en el tribunal después de la crucificación, acariciando en su bolsillo las treinta monedas de su infamia, mientras interroga a un ladrón de gallinas. Una justicia tuerta. El ojo que mira a los grandes de la tierra, sellado, lacrado por un peso fuerte y sólo abierto el otro, el que se dirige a los pequeños, a los débiles.

Buscáis a los agitadores en el pueblo. No, mil veces no; el más grande agitador del pueblo es la injusticia, eres tú mismo que andas buscando a los agitadores de abajo y olvidas a los de arriba. Las instituciones, las leyes, acaso no sean malas, pero nunca hemos tenido hombres, nunca hemos tenido un alma, nos ha faltado el Hombre. El pueblo lo siente, lo presiente y se descorazona, se desalienta, ya no tiene energías ni para irritarse, se muere automáticamente como un carro cargado de muertos que sigue rodando por el impulso adquirido.

Hace días he visto al pueblo agrupado en torno a la estatua de O’Higgins. ¿Qué hacían esos hombres al pie del monumento? ¿Qué esperaban? ¿Buscaban acaso protección a la sombra del gran patriota?. Tal vez creían ellos que el alma del Libertador flotaba en el aire y que de repente iba a reencarnarse en el bronce de su estatua y saltando desde lo alto del pedestal se lanzaría al galope por las calles y avenidas, dando golpes de mandoble hasta romper su espada de tanto cortar cabezas de sinvergüenzas y miserables. No valía la pena haberos libertado para que arrastrarais de este modo mi vieja patria, gritaría el Libertador. Y luego, como una trompeta, exclamara a los cuatro vientos: despiértate, raza podrida, pueblo satisfecho en tu insignificancia, contento acaso de ser un mendigo harapiento del sol, resignado como un Job que lame su lepra en un establo.

Los países vecinos pasan en el tren del progreso hacia días de apogeo y de gloria. El Brasil, la Argentina, el Uruguay ya se nos pierden de vista y nosotros nos quedamos parados en la estación mirando avergonzados el convoy que se aleja. Hasta el Perú hoy es ya igual a nosotros y en cinco años más, en manos del dictador Leguía, nos dejará también atrás, como nos dejará Colombia, que se está llenando de inmigrantes europeos. ¿Y esto debido a qué? Debido a la inercia, a la poltronería, a la mediocridad de nuestros políticos, al desorden de nuestra administración, a la chuña de migajas y, sobre todo, a la falta de un alma que oriente y que dirija.

Un Congreso que era la feria sin pudicia de la imbecilidad. Un Congreso para hacer onces buenas y discursos malos. Un municipio del cual sólo podemos decir que a veces poco ha faltado para que un municipal se llevara en la noche la puerta de la Municipalidad y la cambiase por la puerta de su casa. Si no empeñaron el reloj de la Intendencia y la estatua de San Martín, es porque en las agencias pasan poco por artefactos desmesurados. ¿Hasta cuándo, señores? ¿Hasta cuándo?

Es inútil hablar, es inútil creer que podemos hacer algo grande mientras no se sacuda todo el peso muerto de esos viejos políticos embarazados de palabras ñoñas y de frases hechas. Al día siguiente del 23 de enero, cuando el país estaba sobre un volcán, ¿saben ustedes en qué se entretenía una de las lumbreras de nuestra vieja politiquería, a quienes preguntaban militares qué opinaban sobre la designación de don Emilio Bello para ponerle al frente del Gobierno? En dar una conferencia de dos horas para probar que el nombramiento de don Emilio Bello era razonable, pues este caballero había sido Ministro de Relaciones cuando el General Altamirano era Ministro del Interior; por lo tanto, pasando el Ministro del Interior a la Jefatura del país, al Ministro de Relaciones le tocaba pasar al Interior, automáticamente, según las leyes, a la Vicepresidencia de la República, en caso de quedar vacante la Presidencia, y por lo tanto..., etc.

No se le ocurrió por un momento hablar de la competencia ni de la energía, ni de los méritos o defectos del señor Bello. El pobre estaba buscando argucias justificativas cuando se trataba de obrar rápidamente, hipnotizado por las palabras cuando había que saltar por encima de todo. Pobre atleta enredado en la madeja de lanas de una abuela cegatona, en los momentos en que la casa esta ardiendo.

He ahí el símbolo de nuestros políticos. Siempre dando golpes a los lados, jamás apuntando el martillazo en medio del clavo. Cuando se necesita una política realista y de acción, esos señores siguen nadando sobre las olas de sus verbosidades. Por eso es que toda nuestra insignificancia se resuelve en una sola palabra: Falta de alma. ¡Crisis de hombres! ¡Crisis de hombres! ¡Crisis de Hombre!. Porque, como dice Guerra Junqueiro, una nación no es una tienda, ni un presupuesto una Biblia. De la mera comunión de vientres no resulta una patria, resulta una piara. Socios no es lo mismo que ciudadanos. Al hablar de Italia decimos: la Italia del Dante, la Italia de Garibaldi, no la Italia de Castagneto, y es que el espirito cuenta y cuenta por sobre todas las cosas, pues sólo el espíritu eleva el nivel de una nación y de sus compatriotas. Se dice la Francia de Voltaire, de Luis XIV, de Víctor Hugo, la Francia de Pasteur: nadie dice la Francia de Citroën, ni de monsieur Cheron. Nadie dice la España de Pinillos, sino la España de Cervantes. Y Napoleón solo vale más que toda la historia de la Córcega; como Cristóbal Colón vale más que toda la historia de Génova.

El mundo ignorará siempre el nombre de los pequeños politiquillos y comerciantes que vivieron en la época de los grandes hombres. Sólo aquellos que lograron representar el alma nacional llegaron hasta nosotros; de Grecia guardamos en nuestro corazón el nombre de Platón y de Pericles, pero no sabemos quiénes eran sus proveedores de ropa y alimentos.

En Chile necesitamos un alma, necesitamos un hombre en cuya garganta vengan a condensarse los clamores de tres millones y medio de hombres, en cuyo brazo vengan a condensarse las energías de todo un pueblo y cuyo corazón tome desde Tacna hasta el Cabo de Hornos el ritmo de todos los corazones del país. Y que este hombre sepa defendernos del extranjero y de nosotros mismos.

Tenemos fama de imperialistas y todo el mundo nos mete el dedo en la boca hasta la campanilla. Nos quitan la Patagonia, la Puna de Atacama, firmamos el Tratado de Ancón, el más idiota de los tratados, y nos llaman imperialistas. Advirtiendo de pasada que hubo un ministro de Chile en Argentina, el ministro Lastarria, que tuvo arreglado el asunto de la Patagonia, dejando a la Argentina como límite sur el río Negro, y este ministro fue retirado de su puesto por antipatriota. Tal ha sido siempre la visión de nuestros gobernantes. Los macucos tan maliciosos y tan diablos y sobre todo tan boquiabiertos.

Necesitamos lo que nunca hemos tenido, un alma. Basta repasar nuestra historia. Necesitamos un alma y un ariete, diré, parafraseando al poeta ibero. Un ariete para destruir y un alma para construir. El descontento era tan grande, la corrupción tan general, que dos revoluciones militares estallaron al fin: la del 5 de septiembre de 1924 y la del 23 de enero de 1925. La primera giraba a todos los vientos como veleta loca, para caer luego en el mismo desorden y en la misma corrupción que atacara en el gobierno derrocado, echando sobre las espaldas de un solo hombre culpas que eran de todos; pero más que de nadie, de aquellos que, en vez de ayudarle, amontonaban los obstáculos en su camino. La segunda, hecha por un grupo de verdaderos idealistas, se diría que principia a desflecarse y a perder sus rumbos iniciales al solo contacto de la eterna lepra del país, los políticos viejos.

¿Hasta cuándo tendrán la ingenuidad de creer que esa gente va a enmendarse y cambiar de un solo golpe sus manías del pasado, arraigadas hasta el fondo de las entrañas, como quien se cambia un paletó?. Dos revoluciones llenas de buenos propósitos, pero escamoteadas por los prestidigitadores de la vieja politiquería, de esa vieja politiquería incorregible y con la cual no hay que contar sino para barrerla.

El país no tiene más confianza en los viejos, no queremos nada con ellos. Entre ellos, el que no se ha vendido, está esperando que lo compren. Y no contentos con tener la mano en el bolsillo de la Nación, no han faltado gobernantes que emplearan a costillas del Fisco a más de alguna de sus conquistas amorosas, pagando con dineros del país sus ratos de placer. ¿Y éstos son los que se atreven hablar de patriotismo? Roban, corrompen las administraciones y, como si esto fuera poco, convierten al Estado en un cabrón de casa pública.

¿Qué se puede esperar de un país en el cual al más grande de los ladrones, al que comete la más gorda de las estafas, se llama admirativamente: ¡Gallo padre!? Este es un peine, dicen, y lo dejan pasar sin escupirle el rostro.

Se dice que el robo lo tenemos en la sangre, que es herencia araucana. Bonita disculpa de francachela. Pues bien, si lo tenemos en la sangre, quiere decir que hay que extirparlo cortando cabezas. Por ahí sale la sangre. Si no hay más remedio, que salga como un río. ¡Que mueran ellos, pero que no muera el país!. Que suban al arca unos cuantos Noé y los demás perezcan en el diluvio de la sangre pútrida. Como la suma de latrocinios de los viejos políticos es ya inconmensurable, que se vayan, que se retiren. Nadie quiere saber más de ellos. Es lo menos que se les puede pedir.

Entre la vieja y la nueva generación, la lucha va a empeñarse sin cuartel. Entre los hombres de ayer sin más ideales que el vientre y el bolsillo, y la juventud que se levanta pidiendo a gritos un Chile nuevo y grande, no hay tregua posible.

Que los viejos se vayan a sus casas, no quieran que un día los jóvenes los echen al cementerio. Todo lo grande que se ha hecho en América y sobre todo en Chile, lo han hecho los jóvenes. Así es que pueden reírse de la juventud. Bolívar actuó a los 29 años. Carrera, a los 22; O’Higgins, a los 34, y Portales, a los 36.

Que se vayan los viejos y que venga juventud limpia y fuerte, con los ojos iluminados de entusiasmo y de esperanza."
VICENTE HUIDOBRO

LOS CHACARILLA BOYS O DE LA AMNESIA CHILENA

No hay peor enfermedad social que la falta de memoria histórica. Chile la sufre de modo agudo. El 9 de Julio de 1977 un grupo de 77 jóvenes nacionalistas de extrema derecha subió al cerro Chacarillas, al lado del San Cristóbal en el acto más fascista de todos los tiempos de la historia de este país. Emulaban a los 77 soldados de La Concepción en la Guerra con el Perú. Bosques de banderas y antorchas al mas puro estilo del nacismo hitleriano iluminaban la noche de invierno. Pinochet en un momento de inspiración arrebatadora leyó su famoso discurso. “Mi corazón de viejo soldado , decía, revive con profunda emoción el coraje insuperable de Luis Cruz Martínez…que en plena soledad de la sierra peruana, supieron demostrar con la entrega de sus vidas, que nuestra Patria y los valores permanentes del espíritu están por encima de cualquier sacrificio personal que su defensa pueda demandar”.

En esos mismos días eran torturados en el “Palacio de la Risa”, así llamada la Villa Grimaldi, miles de chilenas y chilenos. Se las violaba, aterrorizaba, y luego se las iba a tirar al mar, como a Marta Ugarte una de las primeras que en esos mismos días apareció flotando en las playas de Longotoma. Mientras los jóvenes subían en medio de antorchas, los gritos de horror se escuchaban en los subterráneos del poder entusiasmado. “..las limitaciones excepcionales que transitoriamente hemos debido imponer a ciertos derechos, han contado con el respaldo del pueblo y de la juventud de la Patria, que han visto en ella el complemento duro pero necesario para asegurar nuestra Liberación Nacional”, dijo el General en medio de los aplausos de los jóvenes patriotas en medio de la noche de Chacarillas.

“El complemento duro pero necesario” da escalofríos y ganas de vomitar. Todos y todas quienes allí estaban sabían muy bien a qué se refería el General. Era explícito.

¿Quiénes subieron a Chacarillas? Ayer fue el cambio de Gabinete. El listado del Mercurio señala el número 15: Andrés Chadwick, hoy Ministro Vocero de Gobierno, número 38, Cristián Larroulet, Ministro del triunvirato de La Moneda, y 39 , Joaquín Lavín, defenestrado Ministro de Educación y resucitado Ministro de Planificación Nacional. La lista es larga y sería un ejercicio de “buena memoria” publicarla con letras de molde. El número 47 es el actual Presidente de la Cámara de Diputados, y el número 20 es el dueño de la Universidad San Sebastián, emblemático modelo de lo que debe ser la educación universitaria “con fines de lucro”. El número 17 se reía ayer a mandíbula batiente en La Moneda, al ver como sus “Chacarillas Boys” se tomaban finalmente La Moneda, en el asalto al Poder, que esa noche lluviosa del invierno del 77, los 77 cabalísticamente (como es propio de los fascismos corrientes) habían prometido solemnemente, Juan Antonio Coloma, se llama.

Ninguno de estos “Chacarilla Boys”, han hecho autocrítica alguna, pedido perdón, han pasado “colados” en medio de las tormentas. “No sabían” es lo que más mentirosamente han tratado de balbucear. ¿Qué no sabían? Todos los que vivíamos en Chile lo sabíamos detalladamente. ¿Ud Presidente no sabía y no sabe a quienes está metiendo en La Moneda?.

¿Nadie se acuerda cómo sacaban a miles de personas en las madrugadas de ese año 77 a una cancha de futbol a las seis de la mañana, congelada, y les pegaban, los fichaban , los denigraban y dejaban como estropajos? ¿Nadie se da cuenta que aplastaron un siglo de luchas obreras con el terror? ¿Nadie se acuerda que el próximo Ministro del Bienestar Social escribió el panfleto más deleznable de nuestra Historia Literaria, “La Revolución Silenciosa”? ¡¿Porqué no lo vuelven a publicar?

Pero lo peor es la confusión ideológica del momento. Y de los que alguna vez estuvieron en el lado de los perdedores. Hay quienes han dicho y siguen diciendo que ya la derecha no es la misma. Que Piñera es una nueva derecha. Se les fundió la memoria. Hay otros, de la otra banda, que acaban de decir que en Chile hay “dos derechas”. Con respeto personal, pero andan mas perdidos que el teniente Bello. Muy triste. Es una campaña la de los antiguos perseguidos de confundirlo todo. Los errores, desvaríos, silencios, de un Ricardo Lagos o una Michelle Bachelet, no tienen ni un punto de comparación con lo que se vivió en esos días y que fue aplaudido por las actuales autoridades del país.

Escucho desde mi mente deprimida los aplausos en Punta Peuco. En Bucalemu un difunto se da vueltas de alegría en su tumba. Los fantasmas están presentes, más que nunca. Gozan de buena salud. Se ríen con su sonrisa regordeta y a todo color digital, de la Historia de nuestro país. Y no me critiquen a los cabros que agarran piedras y destrozan el “mobiliario urbano” del Alcalde de Santiago. Cuando no hay espacio para la Memoria y las razones, solo hay piedras.

Vergüenza me da. Vergüenza me da de ser chileno.

José Bengoa Cabello
Historiador, Antropólogo y Filósofo chileno

sábado, 23 de julio de 2011

LA LENGUA DE LAS MARIPOSAS

CONTEXTO HISTÓRICO DE LA CINTA
De haber triunfado y haberse consolidado la Revolución Social que instaló a España en el corazón romántico y libertario de todo el mundo en la tercera década del siglo XX, la historia del siglo XX en Europa y el resto del mundo hubiese sido otra totalmente distinta. La primera Gran Revolución Social Libertaria de los tiempos modernos. Todo comenzó con la caída del Antiguo Régimen en España y el nacimiento de la Segunda República: El gobierno de los hombres y las mujeres, no ya de la curia, no ya de la élite, ni del ejército, ni de los poderosos de siempre. Hombres y Mujeres dignos en su concepción de seres humanos, libres, capaces de cambiar el curso de la historia, da hacer productivo el campo para todos y no para unos pocos, con una autoridad capaz de darle dignidad a las personas más allá de sus recursos económicos, de hacer leer y escribir donde antes reinaba la oscuridad de las letras, de permitirle el voto a la mujer, de velar por el cumplimiento de los derechos universales, con una educación laica, pública, mixta y obligatoria que veía en la educación el baluarte del nuevo mundo que se estaba comenzando a construir, en cuyas aulas se comenzaban a formar los hombres y las mujeres de la República, los hombres y mujeres libres del mundo.

El 14 de abril de 1931 comenzó la marcha de la Segunda República. Baste sólo analizar los documentos de la época para recordar lo medieval de las relaciones sociales en la España de aquella época, en el campo, en la ciudad, en los pequeños villorrios. Ninguna Reforma era suficiente, ni siquiera el cambio constitucional de diciembre de 1931. Hacía falta la creación de miles de escuelas, fueron ocupadas algunas casas particulares y otros lugares para no creer, mientras se construían las definitivas, todo servía en la medida que pudiese cobijar un grupo humano para educarse. Hacían falta para esas miles de escuelas, miles de profesores con sueldos dignos y una carrera profesional dignificante… Dignidad, nunca antes esa palabra tuvo tanto sentido en el día a día del pueblo español. Hacían falta, del mismo modo, prácticas pedagógicas nuevas y profundas; el énfasis se instaló en el estudiante, en sus procesos de aprendizaje, en su relación con el entorno, en su capacidad y no en su bolsillo, el profesorado debió perfeccionarse, adecuarse a los nuevos tiempos, despertar del letargo, activar sus andamiajes mentales dormidos y oxidados, hacía falta instalar al maestro en el ámbito inasible de la sabiduría, profesor fue siendo sinónimo de cultura, de intelectualidad, de conocimiento, pero también de posibilidad, de transformación, de cambio.

La gran extensión del campo se estremeció también con tanto cambio. En vastos sectores de Galicia, en la zona minera de Asturias, en los campos de Aragón, en Cataluña y otros puntos de la gran España la tierra dejó de ser propiedad privada y exclusiva de los privilegiados de siempre. Ahora la tierra era de todo el que la trabajara, más no de manera independiente y buscando el provecho particular y privado, la tierra se colectivizó en las diferentes organizaciones de campesinos que comenzaron a surgir. Una cinta dramática, pero que se instala precisamente en esta fotografía del tiempo es “Tierra y Libertad” del gran Ken Loach.

El cambio político que significó el advenimiento de la Segunda República fue dando paso en el fragor de 3 años a una Revolución que parecía imparable. Sin embargo el 18 de julio de 1936 comenzaba la asonada golpista del General Franco en las islas Canarias, dando paso al comienzo de la Guerra Civil Española. Luego vendría la tragedia y la épica, las columnas internacionales, la organización horizontal de la FAI y la CNT, el POUM, la guerra interna con el PC prosoviético y por ende estalinista que intenta administrar a su manera la Revolución, Guérnica y los aviones nazis, la heroica Columna de Durruti que en la medida que luchaba hacía Revolución instaurando la sociedad sin clases ni privilegios, la defensa de Madrid, la pérdida de Cataluña, la retirada hacia Francia de los sobrevivientes, las masacres de los vencedores, en fin.

LA CINTA

En el contexto de las películas presentadas en CINE PEDAGOGÍA, probablemente esta es una de las más conocidas. La Lengua de las Mariposas es una cinta ambientada, precisamente en ese espacio de tensión previo a la Guerra Civil. El escenario de la tragedia es Galicia y el año 1936. El hilo conductor de la cinta es la historia de Moncho, un pequeño que comienza su vida escolar tardíamente debido al asma que padece. Con su ingreso a la escuela comienza también el descubrimiento de un mundo más real, fascinante y complejo de lo que hubiese pensado. Moncho es influido bellamente por el viejo profesor ácrata Don Gregorio, un maestro de aquellos que mira a sus estudiantes con profundidad y con un respeto único por la dignidad que cada uno de ellos representa. El viejo profesor se esmerará por enseñar a Moncho todo aquello necesario para que el niño pueda descubrir e interpretar el mundo con sus propios ojos. Le motivará en la lectura, le hará comprender la naturaleza de manera empírica a través de la observación y de la experimentación, la enseñará la mejor forma de acercarse a la niña de sus amores como hacía el tilonorrinco para atraer a su hembra. Poco a poco Moncho superará su temor inicial y se transformará en un estudiante ávido de conocimiento, en un niño que comienza a mirar el mundo y su vastedad, en un “gorrión” que vuela y vuela muy lejos, sólo baste recordar sus ojos cargados de imaginación y sorpresa.

Junto con el episodio penoso que protagoniza Moncho en su primer día de clases de inmediato llama la atención el curso, caracterizado por las diferencias de edades y niveles, al que se integra este joven, tímido, pero vivaz jovencito. Nos hace recordar el curso de ese otro entrañable profesor de la cinta “Le Ecole Buissonniere”, el señor Pascal y nos remite, del mismo modo, a una realidad muy propia de nuestro país en la zona rural.

La cinta se articula en torno a varios puntos significativos. Por un lado en lo ya dicho, la relación pedagógica que Moncho establecerá con su maestro, relación basada en un respeto irrestricto del viejo profesor por el particular proceso de aprendizaje de su delicado pupilo. Del mismo modo su hermano Manuel cobra un bello protagonismo en la medida que se va haciendo dueño de su saxofón y sobre todo cuando encuentra la forma de declarar su amor a una silenciosa niña oriental con las notas que extrae de su instrumento. Manuel viene a ser el puente natural de Moncho y su particular mirada de niño y el mundo cada vez más arbitrario y menos fantástico de los adultos, el hermano mayor será una figura gravitante para que el niño vaya desarrollando su precario sistema de representaciones, su visión particular del mundo con sus categorías, su capital simbólico como diría Bourdieu. Por otro lado está presente la tensión que sacude a toda España en la figura del terrateniente, del sacerdote y de la omnipresente autoridad militar caracterizada en la Guardia Civil, (los 3 eternos poderes), en oposición a los republicanos cuya fuerza es la gente del pueblo, los campesinos. Vemos el colorido, la música, las fiestas, vemos a la parafílica Carmiña y su afición por hacer el amor con su hombre junto a su perro Tarzán, vemos las costumbres de la España rural, vemos las perspectivas políticas, la sutil presencia de la ideología del profesor cuando le presta un libro al “gorrión” y toma, por unos breves segundos, “La Conquista del Pan” de Kropotkin, luego le entregará “La Isla del Tesoro”. Vemos y sabemos que se acerca un desenlace inevitable, una guerra que quisiésemos haber ganado, un momento que quisiésemos nunca hubiese ocurrido, pero que llega irremediablemente. Una plaza atestada de gente, los derrotados, los republicanos, los vencidos que salen de un calabozo y entre ellos el viejo profesor que hacía más daño con su práctica que con su discurso. Vemos a la madre de Moncho tratando de salvar a su familia del terror que se viene a costa de la traición abierta, vemos al profesor y su mirada triste como la de un mundo que se muere y vemos al niño que le grita sin saber aún el significado de las palabras que grita, sin saber tampoco que con su grito termina por abatir el último reducto de esperanza y fe en la especie humana que el profesor abrigaba en su corazón.

Por último es interesante decir que la película está basada en una trilogía de cuentos de Manuel Rivas, compuesta por “La Lengua de las Mariposas”, “Un saxo en la Niebla” y “Carmiña” presentes en el libro“¿Qué me quieres, amor?”.

FICHA TECNICA DE LA CINTA
NOMBRE: La Lengua de las Mariposas
GÉNERO: Drama
DIRECTOR: José Luis Cuerda
GUIÓN: Rafael Azcona, José Luis Cuerda, Manuel Rivas
FOTOGRAFÍA: Javier Salmones
MÚSICA: Alejandro Amenábar
PAÍS: España
AÑO: 1999
DURACIÓN: 95 minutos
ACTORES: Fernando Fernán Gómez como Don Gregorio, Manuel Lozano como Moncho, Uxía Blanco como Rosa, Gonzalo Uriarte como Ramón, Alexis de los Santos como Andrés, Elena Fernández como Carmiña, Tamar Novas como Roque, Celso Bugallo como el Cura.

DISCURSO DE DESPEDIDA DEL MAESTRO


ESCENA FINAL

miércoles, 20 de julio de 2011

LOS CORISTAS

CLAVE: Profesor de música

Esta cinta siempre me ha provocado efectos contradictorios. Por un lado la encuentro, en extremo, parecida en su búsqueda evidente de la emoción fácil, a la otra que presenté hace un tiempo “La Sociedad de los Poetas Muertos”. Por otro, sin embargo, es una cinta que debe estar aquí, en esta reseña que avanza más lento de lo que quisiera, de películas con la clave de profesores (as), maestras (os), educadores que con su energía y su propuesta pedagógica son capaces de alterar, de mover el piso, de producir miradas, de rearticular los paradigmas en sus estudiantes. En este sentido hay mucho hilo que cortar. Por lo demás este espacio (aunque a veces es imprescindible tratar el tema de la fotografía, de la música, el guión, las actuaciones) no es uno de crítica cinematográfica. Aquí lo que nos interesa es construir una necesaria y lo más completa posible reseña de CINE-PEDAGOGÍA.

La cinta tiene como principal protagonista al señor Mathieu, un profesor de música cesante, que es contratado para trabajar de vigilante (en Chile diríamos Inspector de Patio) en una suerte de escuela correccional para niños y jóvenes en el período posterior a la Segunda Guerra Mundial. La práctica “pedagógica” instalada en la escuela es aquella muy fielmente representada por el profesor de educación física: Acción-Reacción y que su director, un tipo mediocre, un fascista sin estilo, venera con la lógica del que intenta reproducir aquel mundo perdido en ese microcosmos que resulta ser el espacio escolar.
Mathieu se instala con cierta humildad pero con total convicción en esa tensión producida por la vieja y manida estructura del poder y la rebeldía de los postergados, sometidos a castigos a cada instante y de la manera más arbitraria y rebeldes no tan sólo a causa de lo que han tenido que vivir en el mundo exterior sino también por lo que a diario viven en ese espacio, que debiese protegerlos pero que los coarta hasta casi anularlos.
La manera que encuentra Mathieu de seguir la lógica que le determina su corazón es a través de la música, la que él guarda celosamente pero que los jóvenes a su cuidado descubren y miran con cierto interés. La cinta no se detiene en los detalles finos que hacen notable a las grandes películas, no hay un trabajo de personajes y su mundo interior desarrollado con maestría, más bien pasa por muchos lugares comunes en el cine y nos muestra más rápido que la lógica el notable poder de convencimiento de la música para trasformar las vidas de los hasta hace poco irreductibles muchachos, los que ahora entonan como ángeles o interpretan melodías casi con la sencilla prestancia de los niños amazónicos de la cinta “La Misión”.
El hecho de que la cinta esté basada en hechos reales es tan sólo un detalle menor. Aunque en sí la historia no termina de resultar creíble para un ojo experto en la apreciación cinematográfica, para nosotros basta, logra emocionarnos, nos conecta, una vez más, con la magia que se produce cuando nos enfrentamos a un “maestro”, a un pedagogo el que, a través de la sencilla” presentación de su oficio es capaz de transformar la vida de quienes se cruzan, por fortuna, en su camino.
Demás está decir que el acento de la cinta está centrado en la banda sonora, que acompañada de una buena fotografía nos logra instalar en el ambiente semi claustrofóbico que el director quiso resaltar. No por nada gran parte de la cinta está rodada en espacios cerrados, al otro lado de la reja. Hasta es posible intuir que allá afuera las cosas no son tan mejores como creemos acá adentro en medio de la humedad y el encierro casi forzado. Sin embargo hay instalada en la melancólica presentación de la historia un perfume de esperanza, es decir, se instala entremedio de los textos la noción de un mundo mejor, la posibilidad de encontrar un “sitio” allá muy lejos, un lugar único, un espacio ineluctable que sólo nos pertenece a nosotros y al cual irremediablemente hemos de ir, el sitio de nuestro corazón como diría el viejo Don Juan del libro de Castaneda (“Las enseñanzas de don Juan”, para no hacerles más difícil las cosas). El arbitrario mensaje sería algo así como “Hasta en medio del barro o aún en medio de la total oscuridad es posible encontrar un camino y en la medida en que exista ese sendero es que podemos caminar, da lo mismo hacia donde, lo importante es echar a andar”. El motor que logró el milagro de echar a andar esa máquina de sueños fue la música y el señor conductor de esa temporal máquina es, quien otro, el profesor Mathieu.
Hay algunos aspectos de la cinta que sería interesante revisar y analizar en algún momento posterior, por ejemplo el tipo de pedagogía instalada en la escuela-correccional (conductismo teñido de fascismo, por cierto); el sentido de poder que tiende a hermanar la escuela con las lógicas relacionales carcelarias: Escuela-Cárcel, el viejo Foucault dijo mucho al respecto; el tratamiento que se le da al “alumno-problema”, ese que venía derivado de un siquiátrica y que la escuela terminó de hundir; y otros que perfectamente, a la usanza tradicional, pueden quedar como tarea para la casa.

FICHA TÉCNICA DE LA CINTA
NOMBRE: Les Choristes (francés) – Los Coristas (Hispanoamérica) – Los Chicos del Coro (España)
GÉNERO: Drama
DIRECTOR: Christophe Barratier
PRODUCCIÓN: Arthur Cohn, Jacques Perrin, Gérard Jugnot
GUIÓN: Christophe Barratier, Phillippe Lopes-Curval
FOTOGRAFÍA: Carlo Varino, Dominique Gentil
MÚSICA: Bruno Coulais
PAÍS: Francia, Suiza
AÑO: 2004
DURACIÓN: 97 minutos
DISTRIBUCIÓN: Alta Films
MONTAJE: Yves Deschamps
ACTORES: Gérard Jugnot como Clément Mathieu, Jean Bautiste Maunier como Pierre Morhange (niño), Francois Berléand como Rachind, Jacques Perrin como Pierre Morhange (adulto), Maxence Perrin como Pepinot (niño), Kad Merad como Chabert, Marie Bunel como Violette Morhange, Cyril Bernicot como Le Querrec, Simon Fargeot como Boniface

martes, 12 de julio de 2011

40 AÑOS DE UN SUEÑO (11 de julio de 1971 – 11 de julio 2011)

Parece que estuviésemos hablando de un hecho ocurrido hace mucho tiempo atrás, en una mítica época de remota resonancia y fue tan sólo hace 40 años. Un día como hoy la historia de nuestro país se detuvo, cargada de dignidad y esperanza para los corazones de miles y miles de postergados. Un día como hoy el sueño de un país para todos y cada uno de sus habitantes y no sólo para un puñado de privilegiados, de una tierra capaz de alimentar a todos sus hijos, de un Chile en el que a cada cual según su esfuerzo, capacidad y necesidades, se hizo posible, se hizo realidad, comenzó a ser una certeza y no sólo el melancólico sueño rebelde de una izquierda trasnochada. Un día como hoy el Presidente Salvador Allende logra que el Congreso Nacional apruebe una enmienda constitucional que se tradujo en la NACIONALIZACIÓN de prácticamente la totalidad de yacimientos de cobre de nuestro país. Se aprobaba la Ley 17.450, culminación de un proceso iniciado en el gobierno de Frei padre con la chilenización del cobre, primer paso para la recuperación de nuestras riquezas básicas y probablemente el hecho de mayor significancia para la historia del siglo XX de nuestro país hasta esa fecha, el segundo hecho en importancia después de la independencia diría el presidente Allende

La nacionalización del cobre, un proyecto eterno por el que muchos dirigentes, senadores y diputados de izquierda se jugaron el pellejo. Hacer chileno un producto dormido en lo profundo de la madre tierra, de la Ñuke Mapu y que sin embargo desde 1905 (habría que ver cual fue el presidente “vendepatria” de aquella época;… No nos desesperemos: fue Germán Riesco Errázuriz) pertenecía a capitales extranjeros, norteamericanos, por cierto. El cobre, luego del salitre, se ha transformado en la columna vertebral de la economía de nuestro país. El viejo Estado Benefactor, aquel en el que estudiaron muy probablemente gratis varias de nuestras actuales autoridades políticas, ha sido totalmente desmantelado desde 1973 hasta nuestros días, “vendiéndose” prácticamente la totalidad de sus empresas, de las cuales se sustentaban las transformaciones sociales, la construcción de hospitales, escuelas, educación gratuita y de calidad, caminos, sueldos dignos, viviendas en las que vivir sin asfixiarse por el mínimo espacio y la pésima construcción, barrios con áreas verdes, con poderosas y eficientes redes sociales, etc., y etc.


A 40 años de tan significativo suceso, sabemos que sólo un tercio de la producción de cobre es chilena. El resto es la misma historia de siempre para un país colonia, para un país cuya élite gusta de regalar al mejor postor lo que produce su suelo y sus principales enclaves económicos. Sin embargo sobre el viento cabalga la fuerza de la historia y es la juventud, una vez más, la que exige estatización de los grandes recursos de Chile: cobre, agua, molibdeno, etc., y probablemente no sea coincidencia el paro nacional de los trabajadores del cobre concretado hoy, ni las grandes movilizaciones sociales del último par de meses en Santiago y regiones. La ciudadanía despierta del largo sueño de la ignorancia. Lo que encuentra es un país que no le pertenece, lo que encuentra es un gran cartel de propiedad privada escrito en cualquier idioma menos el de la calle, lo que descubre es la posibilidad de ser protagonistas, de cambiar la historia, de abrir, por fin, las grandes alamedas y caminar con la frente en alto y el corazón henchido de sueños.


NACIONALIZACIÓN DEL COBRE




DISCURSO DE S. ALLENDE PARA NACIONALIZACIÓN DEL COBRE



CANCION NUESTRO COBRE

lunes, 11 de julio de 2011

¡¡FACUNDO CABRAL NO MUERE, CARAJO!!

La primera vez que lo escuché me pareció un profeta contando la historia de su vida, con la pausa y la profundidad del que no necesita demostrar nada a nadie, con la serena templanza del hombre sabio que ha llegado a un punto en el que es capaz de reconocer la esencia de las cosas, con una dignidad sobrecogedora. Lo escuche en la radio “Umbral”, una radioemisora que lamentablemente ya no existe y cuya proeza, para los oscuros años de transición hacia los gobiernos de la concertación tras la dictadura en el Chile de principios de los 90, era la de sólo tocar música en castellano, latinoamericana, con un fuerte énfasis en la cultura popular. Allí Facundo contaba la historia de su juventud y de una muchacha ardiente a la que llamaban la “Cardo Seco”. Una bizarra historia colmada de sensualidad adolescente y de una frescura y gracia que no había escuchado en trovador alguno. El Gran Facundo.

Cuando supe que no sólo predicaba una suerte de ascetismo cristiano al estilo tolstoiano sino también lo practicaba como una forma de vida, vida sin grandes posesiones, vida digna que no necesita competir ni engañar a otros para ser vivida, vida que denuncia implacable la injusticia, que no se arredra ante una fuerza poderosa, vida cuya fortaleza está en sus convicciones, terminé de establecer una secreta alianza con el artista, lo instalé entre mis valores vivientes, como la negra Mercedes que ya no está, como tantos otros amigos que con su música cantan la posibilidad de un mundo distinto, regido por otros valores, más profundos y verdaderos, como tantos otros y otras que con su práctica y su talento mueven el mundo y lo sacan de su cotidiano eje.

Ahora dicen que está muerto, dicen que fue en la Guatemala de la Rigoberto Menchú, de Miguel Angel Asturias, en la colorida Guatemala de las ruinas mayas de Tikal, Uaxactún, el Mirador, San Bartolo y tantos otros sitios que algún día podré ver con mis ojos cansados, dicen que fue en la Guatemala sincrética, amerindia y castiza, en la Guatemala de las FAR y del EGP, del campesinado conciente, de la selva del Petén impenetrable e inmutable, de las antiguas ciudades, de los jaguares sagrados, de los quetzales y los tucanes, de la cultura afro-caribeña, de la eterna primavera.

Yo creo que no fue en esa Guatemala. Yo creo que fue en la Guatemala de las Maras, la Salvatrucha y la 18 cargadas de tatuajes y violencia insensata, en la Guatemala de los carteles del narcotráfico, de las viejas dictaduras militares, de los millares de campesinos muertos y otros tantos millares desaparecidos, de los sicarios, de la contrainsurgencia, de los paramilitares de los presidentes títeres de Estados Unidos, de la Guatemala herida por las tensiones de la Guerra Fría, de la United Fruit Company -poderosa mano del imperio de más al norte, de la industria bananera, de la Guatemala cuya selva ha sido arrasada por los incendios forestales, de la pobreza inclemente, de la desigualdad. En esa poco arquetípica Guatemala fue que le dispararon al trovador, no en la otra.

Ahora sólo nos queda su voz, como la de Lennon, de Víctor Jara, de Violeta, de la Negra, de Atahualpa Yupanqui, de Zitarrosa y de tantos otras conocidas y anónimas voces de nuestro continente. ¡Hasta Siempre Trovador!, Le hablaré de ti a mis hijos.

YO NO VENDO, YO NO COMPRO



NO SOY DE AQUÍ NI SOY DE ALLÁ


POBRE DE MI PATRÓN