Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

sábado, 24 de marzo de 2012

MAROA

CLAVE: PROFESOR DE MÚSICA
La cinta está ambientada en un barrio popular de Caracas, Venezuela, con todo lo que implica vivir en un barrio popular de cualquier ciudad latinoamericana. La música a todo volumen en las calles, colorido, grupos humanos estacionados en cada esquina, balas perdidas en medio de la noche, pandillas, violencia, drogas, grupos religiosos, más drogas, policías corruptos, prostitución, alcohólicos, gente común que intenta sobrevivir en medio del caos, muros rayados, humedad, sabor y acento caribeño en cada esquina.

En este contexto es que se mueve, sobrevive y aprende una niña de 11 años, Maroa. Ella trabaja de “palo blanco” de su abuela, una falsa adivina que abusa de la buena fe de las personas del pueblo, vende estampitas religiosas con la misma convicción que vende revistas pornográficas, lo importante es el resultado final, el producto esencial para seguir sobreviviendo: recolectar algo de dinero que la abuela siempre encuentra insuficiente. La abuela representa, a falta de un padre y una madre conocidos, el único familiar, duro, distante, castigador… pero… ¿quien puede ser de otra manera en contextos tan complejos de sobrevivencia?.

Maroa se mueve en su barrio con solturas, conoce cada calle, cada nombre cada sombra. Uno de aquellos muchachos la invita a ganar algo de dinero de manera más osada y rápida. Ella, acostumbrada a la dureza de la vida, a trabajar duro para obtener una mínima ganancia no rechaza la invitación. Primero en un microbús realizan lo que en Chile llamamos un “carterazo”, un asalto fino a la billetera de un desprevenido viajero, luego cambian de giro y se dedican al robo de radios en autos estacionados. Allí tiene su primera cercanía con el sonido de un clarinete en manos de una potencial víctima. El sonido la sobrecoge, mueve en su interior misteriosos e intrincados mecanismos de relojería nunca antes activados. Algo sucede entre ella y esa música prodigiosa, algo poderoso, que pese a todo no impide que la muchacha le robe el radio del vehículo al apasionado artista. Esa música no la abandona, ahora la sigue a todas partes en el interior de una vieja casetera y de la misma forma que se va sumergiendo en el disfrute de aquellas armonías menos pélvicas que las acostumbradas, va participando en el mundo del robo y en medio de esa tensión la muerte de una víctima precipita los hechos. Ella es detenida, su amigo huye, ella es casi violada por un policía corrupto, luego enviada a un Centro de Reclusión Juvenil y la paradoja, la magia, el destino, el milagro o la sincronía la hacen reencontrarse con aquel que tocaba clarinete, devenido ahora en profesor de música de la orquesta juvenil del lugar. El buen oído de Maroa despierta en interés del profesor y el buen ojo del profesor descubre en la rebelde e indisciplinada muchacha un talento artístico sin igual.
Maroa integra la orquesta juvenil, entre medio vive las tensiones de la vida en encierro, la presión del policía que casi la viola, que busca desesperadamente a su amigo para aplacar en él su sed de poder, su propia tensión interna entre la costumbre de un mundo en el que estaba acostumbrada a vivir y la posibilidad de otro nuevo mundo, inusitado, prodigioso, lleno de variaciones, pero altamente disciplinado representado en su aprendizaje del clarinete y su multiplicidad de sonidos.
El resto es conocido. En esta guerra eterna entre nuestra capacidad creadora y nuestra capacidad destructora, al menos en este caso triunfa la creación, mediado todo por el profesor de música, pieza fundamental en este proceso de auto descubrimiento de la niña-mujer, profesor que de una u otra manera nos hace rememorar al querido profesor Arnaud de la cinta LOS CORISTAS y en menor medida a ese otro entrañable maestro de música de la cinta MR. HOLLAND’S OPUS presentados hace un tiempo en CINE-PEDAGOGÍA.

FICHA TÉCNICA DE LA CINTA
DIRECCIÓN: Solveig Hoogesteijn
AÑO: 2005
PAÍS: Venezuela y España
DURACIÓN: 102 minutos
GUIÓN: Solveig Hoogesteijn, Fernando Castets y Claudia Nazoa
PRODUCCIÓN: Gerardo Herrero y Solveig Hoogesteijn
FOTOGRAFÍA: Alfredo Mayo
MÚSICA: Nascuy Linares
MONTAJE: Carmen Frías
VESTUARIO: Rosa Muñoz
INTERPRETES: Tristan Ulloa (como Joaquín), Yorlis Domínguez (como Maroa), Elba Escobar (como Brígida), Luke Grande (como el policía Ezequiel), Enghel Alejo (como Carlos)

EL ARTE COMO TERAPIA DE VIDA

Hace un tiempo a algunas de nuestras fascinantes autoridades se le ocurrió idear la forma legal de disminuir las clases de historia y las de arte y potenciar con ello las de matemáticas y lenguaje, y no es que tenga nada en contra de las matemáticas y del lenguaje. En realidad una buena parte de mi vida profesional en escuelas he sido profesor de lenguaje y comunicación, pero también he sido profesor de historia y me apasiona tanto como la lectura y creo en el arte como una prodigiosa energía capaz de transformar la vida de las personas. Si la literatura es considerada una expresión artística debo decir que fue precisamente la lectura la que salvó mis días oscuros de una niñez en medio de un barrio bravo-bravo, precisamente en medio del ruido de balas que cortaban la noche en piezas irreconocibles de un rompecabezas marginal y peligroso. Con la lectura yo vivía y dormía. Guardaba mis libros bajo uno de los dos viejos colchones que me servían de precaria cama y leía días enteros y en la noche hasta muy tarde y cuando la luz se cortaba en el barrio (cosa extremadamente ocurrente en esos días) encendía una vela y continuaba, hambriento de palabras, sumergido en historias irrepetibles, viajando en el espacio y en el tiempo, más allá de cualquier real posibilidad.
Suerte para las nuevas generaciones, la “genial??” idea de la autoridad de turno no llegó a concretarse, pero devela, de manera más que evidente, la mirada oficial respecto de la comprensión histórica y del arte y su diversidad de expresiones, lo que también me recuerda a ese video que he subido al blog respecto de la Escuelas y del incesante afán de quienes elaboran las políticas educativas por matarnos nuestra creatividad. El video se llama precisamente “Las escuelas matan la creatividad”, es interesante analizarlo y mayor aún es disfrutar la particular forma de plantear sus ideas del expositor Ken Robinson, que ha venido un par o más de veces a Chile a presentar algunas ponencias.

El arte puede transformar efectivamente si no nuestra vida, nuestra comprensión respecto de las cosas, nuestra mirada. Recuerdo ahora a uno de aquellos tantos jóvenes con los que a diario establezco esos entrañables diálogos creadores en CRC San Bernardo (la cárcel de menores más grande de Chile). El muchacho, conocido como “El Gitano”, aún no cumple 18 años, lleva poco más de un año privado de libertad y aún le quedan un par de años de condena. El sería otro joven más que engrosa las estadísticas de muchachos presos por atentar contra la propiedad privada y hasta podría pasar sin pena ni gloria por el recuerdo en la memoria colectiva de los que ahí trabajamos, pero él tiene algo especial. Cada vez que te saluda te sonríe, te devuelve las palabras con un gesto genuino de agradecimiento, te presta atención, dialoga contigo, se ve mucho más sereno y seguro que la amplia mayoría de sus compañeros. No dudo que ha tenido que ser violento para no ser pasado a llevar en un contexto tan complejo como una cárcel para menores de edad, pero su mirada brilla cuando habla. Pareciera estar cubierto de una energía protectora que lo cuida en medio de la observable tensión de los días y de la invisible violencia de las noches.
Un día empezó a hacerse más conocido, una profesora le regaló una guitarra. El muchacho descubrió que tenía un talento natural para las notas musicales; en un par de meses comenzó a tocar algunas canciones, luego aprendió a sacar sonidos armónicos de una flauta y un día llegó un profesor de violín que comenzó a hacer un trabajo personalizado con el muchacho. Ahora había encontrado a su amada más profunda. Tocaba y tocaba y aún sigue tocando. Ha salido del Centro junto a algún encargado (a) para tocar en algún encuentro formal. Ha participado en las actividades internas de CRC San Bernardo, toca cada día mejor, un profesor le está enseñando a tocar un órgano eléctrico. Es un animal que devora música, ríe, saluda con el mismo brillo de siempre en la mirada, un profesor le consiguió una beca para estudiar, está saliendo a un preuniversitario los días sábados, su vida se estremece, su campo de posibilidades se expande, su perspectiva visual se complejiza, las ideas fluyen cada vez más armoniosas, ha descubierto una certeza y camina con la convicción de que las cosas pueden ser distintas una vez que se abran las puertas de la cárcel y él salga, espero, para nunca más volver.