Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

martes, 28 de diciembre de 2010

CARTA ANTIGUA UN DÍA DESPUES DE LA LLUVIA

Yo aún dormía. Creo haber dormido durante mucho tiempo y el tiempo tuvo que disolverse en el mar insondable de mi sueño. Ahora escucho a Bach, ese alemán irremediable dueño de violas y de antiguos órganos y clavicordios silvestres. Pero en aquel instante del tránsito entre el sueño y el mundo de este mundo o como lo hubiese dicho Carpentier entre el reino del otro mundo y el reino de este mundo una delicada filigrana, una melodía de cristales en extinción tras una violenta sacudida, un siseo delicado agitaba mis poros.

Tardé unos breves segundos en entender que aún la persistencia de la lluvia golpeaba la fría dureza de mi techo. Me di vuelta hacia el norte en la cama intentando abrir la ventana. Ahora mi cama da la espalda al este, cosa nada grata por cierto. No te lo he dicho antes, pero nuestra puerta de entrada al hogar debe apuntar siempre hacia el este, hacia donde el sol dispara sus dardos mañaneros, acabando en esa guerra gloriosa y secular de la cual hemos conversado, con cada uno de los brillos estelares, iluminando todo a su paso, venciendo a la oscuridad, iniciando una vez más el complejo ciclo de los días y de las noches en su eterno girar y girar. Corrí ligeramente la cortina, la lluvia formaba un riachuelo que se precipitaba callejuela abajo. Una lluvia tibia y deliciosa que terminó de despertarme. Sentí la voz de mi madre que preguntaba por los vivos tras el diluvio de la noche y de la mañana que nos despertaba en su humedad de mujer excitada y dispuesta a dar todo el amor al hombre indicado. Yo estaba vivo y grité mi nombre al polvo que habita en el viento. Estaba más vivo que nunca esta mañana. Hasta la incómoda molestia en mi garganta había desaparecido y sólo mi nariz acusaba el paso de esta particular gripe de comienzo de temporada. Mi madre preparaba un desayuno para mí tras comprobar que estaba aún respirando, que había sido capaz de sobrevivir un día más, una mañana más. Severa, me planteaba sus preocupaciones. Y yo la escuchaba risueño pero, en el fondo de mis cavilaciones, lo que escuchaba era ese maravilloso canto danzando mágica y alborotadamente sobre el techo de mi casa.

Acá ahora suena la Sonata Número 11 en MI BEMOL MAYOR de Pietro Locateli, no es broma, es así la cosa. En mi habitación despiertan al mundo todos los violines que te puedas imaginar, todo es alegría y mi cabeza sigue el ritmo primaveral y delicado de las cuerdas que vibran en un canto de amor y gozo tras la lluvia de toda esta mañana. Pietro Locateli. Pedro el Loco, El LOCO, “LE MAT”, el viajero incansable en esta tierra sin rumbo. El Argonauta, uno de los habitantes de esta nave movediza llamada Argos, o quizás planeta Tierra, o quizás vida, o quizás días intentando hilvanar un poco de cordura en medio del caos.

Ha sido un grato día. No he hecho prácticamente gran cosa. He dormido un poco más de lo acostumbrado, he visto televisión y he leído algunos viejos textos en los cuales te declaraba mi humano amor de hombre imperfecto. He visto los rayos del sol traspasar el denso follaje de las nubes. Luego he visto cubrirse el cielo una vez más. El planeta está vivo y respira cadenciosamente tras la lluvia. Su cadencia es tan perfecta que se asemeja al vaivén maravilloso de tu pecho luego de hacer el amor y mirarnos como el primer día. Nada ha cambiado desde entonces. Todo se ha profundizado entre nosotros, como si no fuésemos más que dos sombras del mismo árbol, cuyas raíces buscan en la profundidad de la tierra el sustento dulce del agua bienhechora.

Estar contigo la noche de ayer fue muy agradable. Hablamos durante un largo rato encaramados sobre la Kia aquella. El viento golpeaba el vidrio con vigor. Desde aquella circunstancial atalaya podía ver las finas copas de los árboles de ese pequeño bosque que siempre me mencionas. Tú andabas anoche un poco delicada y yo andaba bastante mal también. Mi garganta estaba imposible y mi nariz se había obstruido por completo. Me hacías recordar los días de mi infancia, mi niñez, los días duros aquellos y toda mi humana, honesta y precoz indignación por las cosas vividas. Me preguntaste si alguna vez había llorado al acostarme o si me había dormido llorando. Muchas veces, te respondí. Sentí el estremecimiento de tu corazón y la pena que aquello te provocaba. Yo también me sentía un poco sensible. La ventisca iba y venía, iba y venía como una niña traviesa. Todos los árboles agitaban sus pliegues en medio del viento enérgico de la noche que cada vez se cerraba más y más sobre nuestro suelo bendito.

De verdad viví momentos duros y muchas privaciones. Mi única forma de resistencia fue la lectura y una pasión por la vida que fui construyendo de una forma muy precaria en medio del barro de los inviernos. Los libros se transformaron en mi tabla de salvación, en mi paisaje lunar. Fueron mi esperanza, mi mundo pasajero, mis planetas, mis galaxias, mi amor más sentido y fiel. De los libros cobraban vida todas mis musas intocables. Todo mi lenguaje, todo mi despliegue escénico, todas mis palabras provienen de los libros. No me di cuenta entonces, pero empecé a construir un lenguaje, un imaginario, un presente cultural basado en los formatos clásicos de las novelas latinoamericanas, con un despliegue poderoso de palabras y una imaginación trabajando de manera ardorosa como si se tratara de una gran fábrica, de una usina inagotable de ideas que armaban y desarmaban el lenguaje aquel que me acercó un poco más al mundo. Los libros fueron los constructores de mis sueños y de mi realidad. Me señalaron el camino que seguía nuestra especie en medio del caos galáctico. Me dieron luz en medio de la oscuridad de un barrio marginal. Leía y leía. Noche y día. Verano e invierno. Bajo la frondosa sombra de un árbol un día luminoso de noviembre por la tarde, o protegido por el nervioso párpado de una vela los días en que se cortaba la luz en mi viejo barrio. A veces, casi siempre los fines de semana, sentía las balaceras no muy lejos de mi habitación, los gritos, las peleas entre las pandillas, los golpes y la violencia gratuita que se sumaba a una violencia mucho más profunda que sufríamos todos por igual en los días tristes de la dictadura en nuestros barrios.
Los perros ladraban al polvo del viento. Yo leía intentando mantener la concentración y el hilo conductor de mis relatos. Luego, al otro día, el mundo me sorprendía con su belleza pese a todo y caminaba como un poseso, intentando ubicarme en el contexto de lo cotidiano. No sabía dónde diablos se encontraba mi sitio. Caminaba como un hombre eléctrico buscando el punto de origen de las señales de radio que bullían en mi corazón. En el aire danzaba un lenguaje mágico que sólo yo observaba. Todas las cosas tenían un sentido pero había que determinar el punto de origen de ese sentido. Me sentía como un inmenso radiotelescopio escrutando la vastedad infinita del espacio, buscando alguna señal de vida, un pequeño foco de subversión en medio de un orden inalterable, una tenue llamarada de esperanza en medio de la oscuridad glaciar de una rutina que cada día me asfixiaba más y más. Sabía, entonces, que había un sentido profundo, que todas las cosas y todas las acciones y todas las vidas tenían un sentido. Bastaba sólo dar un pequeño paso intelectual para encontrar mi propio sentido, mi propia fuente de luz, mi propia señal intergaláctica, el punto de origen de todas las respuestas a mis interminables y humanas dudas de poblador existencial del planeta.

No lo supe entonces y tal vez ahora todavía no lo tengo tan claro, pero habría de caminar mucho y caer muchas veces en medio del fango de los días, y habría de hundirme muchas veces en mis propios devaneos de borracho insoportable para obtener tan sólo una mínima fibra de luz, una minúscula porción de paz en medio de la guerra florida de los años, o como diría Henry Miller con su lenguaje particular, habría de atravesar ríos y ríos de mierda para encontrar un germen de realidad, un puto y bendito germen de realidad. Yo viví y caminé en medio de esa mierda, y dormí en ella, hastiado y consumido por la angustia de tanto tiempo presente.

Todos hemos ido de vez en cuando al sacrificio, los años nos han jugado en contra muchas veces, pero la luz fue siempre aprender de cada día cosas útiles, cosas útiles a nuestro complejo sistema de ideas, cosas gratas a nuestro pusilánime corazón, cosas que nos hacen estremecer por completo, como un animal herido de pronto por una bala loca cuya procedencia es desconocida.

Creo que hay un punto insensible que simplemente nuestra especie tiene imposibilitado atravesar. Creo que todas las cosas están escritas en nuestros sueños pero tendemos irremediablemente al olvido y deformamos el lenguaje y multiplicamos los errores y no cerramos los ojos para ver a través del pulso cardiaco de nuestro corazón. Creo que mi corazón actúa como el gran catalizador de todos mis sueños. Creo que mi corazón emite una pulsación desconocida, como un radar de sensaciones, como el sonido que lanzan los delfines a la infinita consistencia del mar y que señala todas las posibilidades de movimientos posibles. Creo que estoy haciendo lo correcto al amarte como te amo y al dejar que tú me ames con esa misma intensidad. Creo y sé que comienzo a recorrer un camino infinito también, un sendero que estaba escrito más allá de la poesía y del tiempo, un viejo camino en el que sólo caben dos personas abrazadas, dos seres limpios, claros, honestos y con un amor a prueba de fuego y dispuestos a cualquier desafío de los días, creo y sé que tú y yo somos esas dos personas privilegiadas y creo y sé que ese camino maravilloso es la vida que nos aguarda, es un cuaderno en blanco que juntos vamos llenando con nuestra historia, es nuestro humano e imperfecto amor que se abre paso en medio del caos.





domingo, 26 de diciembre de 2010

EL ARTE CHAMÁNICO Y EL KULTRÚN SAGRADO

Definir hasta donde llegan los alcances de lo que es artístico y lo que no entra en este plano es una tarea ardua y no exenta de polémica. Las diversas escuelas de arte en el mundo y a lo largo de la historia han derramado demasiada tinta con respecto a este tema como para seguir ahondando aún más en el intrincado universo de las conceptualizaciones.

Sin embargo, no deja de llamar la atención y generar un cierto escozor el hecho de que ha sido occidente y sus numerosos teóricos de lo artístico los que han definido los parámetros y la esencia de lo que debe ser considerado como un producto o creación artística y han universalizado su mirada señalando que es arte lo físicamente placentero a los sentidos, lo cual hace factible la definición del arte como una creación estética destinada a recrear el ansia de la belleza y placer visual/espiritual de todo ser humano.

La anterior definición tiende, aunque no necesariamente en forma evidente, a excluir todas aquellas manifestaciones que escapan a lo meramente estético y se acercan al arte a través de caminos menos transitados.

SER ARTISTA EN LA ACTUALIDAD
En este sentido es interesante reflexionar con respecto al sentido que, desde la élite cultural, se le otorga al arte hoy en día, en plena era de la globalización de los mercados mundiales y cuando la figura de este particular artista, promovido y valorado por los actuales mecenas, se aproxima cada vez más a la de un agente funcional que replica las tendencias que el mercado le impone en lo que podríamos definir como un nuevo tipo de arte pop o posmoderno, si se me permite esta acepción. El artista Pos es un ser eminentemente solitario, que no forma parte de tendencia alguna, que no obedece a ningún patrón preestablecido ni se agrupa en torno a un sentido profundo de sociedad ni es movido por ideales colectivos, los viejos “metarelatos” que algunos ya dan por muertos o pasados de moda.

Una obra de hoy puede no guardar relación alguna con una obra hecha el día de ayer. El artista Pos realiza su obra sin otra motivación que la de Hacer su obra. El “hacer por hacer” se transforma en una práctica demasiado recurrida, lo observamos en los novelistas que se imponen horas de trabajo forzado para obtener algún producto artístico. El arte está concebido desde la óptica del trabajo. Es una instancia económica más en esta intrincada madeja mercantil. El artista ha perdido su humanidad o al menos un sentido profundo de humanidad en su HACER cotidiano; de esta manera es absorbido, sobreexigido, forzado a entregar un producto a la brevedad obligado a participar en fondos concursables a través de “proyectos artísticos” de acuerdo al esquema que le impone la élite que financia, evidentemente, aquello que se acerca a su perspectiva global de sociedad o a su visión antigua de lo que es la “experiencia artística”. El arte pierde total vinculación con la necesidad de transmitir algo más allá de lo que impone la exigencia de los poderosos.

LA ÓPTICA PRECOLOMBINA
El artista precolombino, tema sobre el que pretendo desarrollar este breve ensayo, también presenta sus complejidades, en primer lugar y de manera dramática porque no existe. Me explico antes de caer en el abismo de la incomprensión. El artista, tal y como lo concibe la lógica de relaciones y definiciones actual, no existe en el mundo amerindio. Las sociedades americanas, basadas en una relación comunitaria y en un profundo estudio y conocimiento de la naturaleza produjeron una variada, compleja y fecunda cantidad de objetos, En este tipo de culturas las artesanías que han capturado recientemente la atención de los críticos y artistas occidentales, influyendo en sus técnicas, motivos y plástica, se encuentran casi siempre dentro del ámbito ritual-religioso, es decir, la principal influencia o motivación para la producción artística amerindia fue la necesidad de representar el mundo de las cosmovisiones, de hacer objetivo ese aspecto inasible concerniente al ámbito religioso, de representar visual y físicamente ese mundo abstracto colmado de deidades y explicaciones sobrenaturales para regir la vida de las personas.

La capacidad de estudiar e interpretar los fenómenos de la naturaleza en el mundo amerindio se hizo parte integrante de la cultura y una de las necesidades fundamentales de toda cultura es la preservación, la transmisión de los saberes a las nuevas generaciones. De esta manera, la necesidad de transmitir la información recolectada o aprendida a lo largo y largo de tantas y tantas observaciones del mundo natural, se transformó también en una necesidad de trascender la rigidez del tiempo, una necesidad vital de perdurar, de ser reconocidos por otros en un futuro inminente.

El artista amerindio, a diferencia del culto al ego que vivimos en la actualidad, carece de nombre y apellido, es un artista anónimo que desarrolla su labor de manera armoniosa junto a otros. En las sociedades chamánicas todos los miembros de la comunidad participan de los rituales propiciatorios y en las rogativas. Cuando las sociedades se complejizan y surgen las estructuras rígidas de los Estados, siguen siendo todos los miembros de la comunidad los que construyen los templos, tallan la madera, decoran la alfarería, todos están capacitados para ejecutar los diseños de la cestería, todos labran la piedra, todos participan de los ritos.

El rito convoca al mundo amerindio. El rito es el acto de comunión entre el mundo de los seres humanos y el complejo mundo de las divinidades, es el momento en que la comunidad se encuentra, se reúne en torno de sus guías: El Chamán de las sociedades preestatales, con una relación basada en la horizontalidad con las divinidades; o el sacerdote y su verticalidad, sumado al poder basado en el temor y su alianza sempiterna con el poder político y militar.

El Chaman conecta nuestro mundo con el mundo de los seres superiores, sugiere, da pautas de organización, señala posibles futuros, aventura posibilidades que debemos colapsar o no según nuestro criterio. El sacerdote, en cambio, se arroga el derecho de representar a la divinidad, ordena, obliga a seguir una forma de ser, establece leyes, decálogos, coarta, impone su cosmovisión a los pueblos derrotados por la maquinaria militar de sus emperadores... Estos dos personajes, cada cual con su universo paradigmático se cruzarán en el camino y muchas veces chocarán violentamente.

El chamán casi desaparecerá de nuestro continente tras la invasión de los conquistadores europeos, pero los sobrevivientes proseguirán su silencioso trabajo de recuperar la cultura y los saberes ancestrales, y en este sentido asumirá el trabajo artístico, la producción de artefactos, utensilios, herramientas, instrumentos. Elaborará tejidos, pintará sobre la piel de animales, sobre los muros de las cavernas, esculpirá las piedras, construirá relojes, tallará la madera y todo, bajo un estricto sentido religioso. El arte amerindio, entonces, es sin lugar a duda alguna, no sólo popular –hecho para todos- sino esencialmente religioso, a saber: un arte cuyas motivaciones son casi siempre sagradas. El arte amerindio reproduce, sin remordimiento alguno, las pautas de acción de la cultura particular que es capaz de generarlo. El producto artístico lleva implícito el resabio de símbolos que son reconocidos por los miembros de la comunidad. El arte indígena de las sociedades americanas se manifiesta principalmente como un medio y nunca como un fin en sí mismo, como un medio para conectar el mundo de nuestro plano de la vida con el mundo de las divinidades. En este contexto el chaman nos impregna con su carga de símbolos y un complejo lenguaje basado en las imágenes. El despertar icónico de América, cargado y sobresaturado de connotaciones visuales, va de la mano de esta preponderancia chamánica que proseguirá, al menos en lo que a producción ritualística se refiere, aún luego de fortalecidos los primeros imperios, en Mesoamérica (cultura olmeca) y en la zona andina (cultura Chavín de Huantar).

En las sociedades preestatales, los antropólogos llaman “chamanes” a los expertos que se enfrentan directamente con lo supernatural. El chaman establece una vinculación con el mundo de los espíritus a través de un particular estado de trance. No lo mueve un intento de establecer criterios estéticos para su actuar. El chamán no estudia para ser quién es. El está investido de poder y debe aprender a ser consecuente con ese poder que le ha sido otorgado por los espíritus superiores.

La machi es la equivalente mapuche del chaman. El rol de “machi” está culturalmente constituido como intermediaria entre los mapuche y lo sobrenatural. La machi vela por el bienestar físico, mental y espiritual de su comunidad y en su cotidiano y complejo trabajo utiliza un elemento sagrado como es el kultrún. El kultrún es considerado el corazón, la vida, y a la vez el instrumento que puede dar o quitar la vida a otra persona. El sonido del kultrún es la voz y el piuke (corazón, sentimientos, pensamientos) de la machi y se habla del “latido” del corazón. El sonido monocorde del kultrún es el que transporta a la machi a ese particular estado de trance desde el cual puede obtener las visiones que le permitirán posteriormente ayudar a la comunidad. El kultrún es, entonces, el instrumento sagrado del mundo mapuche y en su confección se utiliza madera de canelo que es el árbol sagrado también. La machi una vez terminado el instrumento y sólo quedando una pequeña costura que cerrar de él, grita dentro de él con todas fuerzas y luego lo cierra. Se dice que en ese grito va el alma de la machi, razón por la cual si su instrumento cae en las manos inadecuadas peligrará la vida de la machi.

El kultrún, del mismo modo, representa semióticamente toda la cosmovisión mapuche. Es una suerte de pequeña computadora con datos cósmicos que le otorgan a su formación una lógica secuencial y una excelente fuente de información visual. Se dice, del mismo modo, que la machi recibe en sueños la forma en que ha de construir su kultrún, los colores que ha de usar y las formas geométricas que en su diseño deberá incorporar. Todo debe hacerlo en el más estricto de los secretos pues de lo contrario su poder se perdería.
El kultrún, con su base de cuero, y su otro extremo cóncavo es un instrumento que preserva con un rico despliegue de colores y formas las tradiciones ancestrales del pueblo mapuche. La machi probablemente no desarrolla un gusto estético ni busca el placer personal en la elaboración de su instrumento. Probablemente se encuentren en el otro extremo de la balanza las inclinaciones de la machi. Una vez más nos enfrentamos a una variada producción artística cruzada tangencial y directamente por un sentir religioso.

En este sentido podría aventurar una primera y prematura conclusión para ir acercándome al final del presente ensayo y esta conclusión señala que los referentes simbólicos de la vastísima, aunque del todo incompleta, iconografía precolombina en general y sur andina en particular pueden ser entendidos e interconectados a través de una matriz ritual-religiosa, que en esencia, es la razón fundamental de su creación. Es decir, la principal razón para la producción artística en nuestra América preeuropea está determinada por un profundo sentido de continuidad simbólica y religiosa, cuyas principales y reiteradas ideas se refieren al orden cósmico, la fertilidad, las divinidades o principios dominantes, el conocimiento de los elementos de la naturaleza y su orden profundo y sagrado. En este sentido, el kultrún, en el orden que establece la machi, nos remite a un sabio conocimiento que se traspasa de generación en generación

Por último, es interesante concebir la carencia de artistas que tiene nuestra América precolombina, de artistas al estilo occidental en realidad, pues los artistas americanos realizaron sus obras en el marco de una lógica ritualística de conexión con los seres superiores y no buscando una satisfacción personal y mucho menos reconocimiento individual, a juzgar por la falta de nombres de creadores en las grandes construcciones antiguas. El artista americano no hubiese concebido la frivolidad que hoy gira en torno al concepto de artista pues el sentido que le otorgaba a su trabajo hacía que este (el trabajo) trascendiera más allá de la propia vida del artista.

El creador americano quedó en el más completo anonimato y ahora sólo queda el silencio de las piedras para guardar los secretos ancestrales, aquellos secretos por los cuales se construyeron las imponentes pirámides de las grandes culturas estatales precolombinas, las líneas perfectas del desierto peruano en Nazca, los trazados llenos de misterio en las piedras de los Hopis, o los complejos y cargados de simbolismo, trazos de las machis en el sagrado cuero del kultrún. Nuestra misión es develar esos secretos, tocar el kultrún, convocar a los espíritus de los antepasados, ver la primera luz del amanecer, cargarnos de energía por la mañana, levantar los ojos y echar a andar rumbo al este sagrado.

BIBLIOGRAFÍA
• VACAS MORA, VICTOR. El Chamán y el artista, consideraciones sobre el arte amerindio. Universidad Complutense de Madrid..
• MUSEO CHILENO DE ARTE PRECOLOMBINO. El Arte Atacameño, universo de identidad en un pueblo precolombino. 10p.
• SALVAT EDITORES. Historia del Arte. Tomo primero. 1990.. Madrid. España. 6p.
• HARNER, MICHAEL. Alucinógenos y Chamanismo. Editorial Labor. Madrid. España. 7p
• BACIGALUPO, ANA MARÍA. Adaptación de los métodos de curación tradicionales mapuches.. Editorial Paesmi. Santiago de Chile. 1996. 3p.



domingo, 12 de diciembre de 2010

ALAN ÑANCO VIENE VOLANDO

Alan Ñanco viene volando desde muy lejos, desde una tierra antigua que no figura en los mapas y cuyas calles conducen hacia ninguna parte. Su voz se apaga en medio del vuelo. La dureza de sus ojos claros pierde toda consistencia. Ahora sólo es espuma, polvo en suspensión, humo gris, silencio incómodo tras el desgarrador grito ahogado por el fuego.

Eres un hijo de la tierra; eres un Águila sagrada, intocable y poderosa que todo lo observa con sus ojos perfectos; eres un hermano y tu tatarabuelo y mi tatarabuelo cabalgaron juntos en medio de la guerra antigua cuando los hombres morían en nombre de una libertad que no sabían explicar pero que entendían perfectamente. Ahora has olvidado hasta el susurro del viento en tu ventana de duros barrotes y asfalto térmico. Ahora ya no tienes que decir, te has quedado sin palabras, tus ojos inexpresivos han perdido la dureza de su rabia antigua. Ahora, en este estado de placidez antes del eterno retorno te entregas a la espera y te preparas para un nuevo salto hacia el tiempo de nuestro tiempo, aguardando una nueva oportunidad para aprender aquello que no pudiste aprender antes del fuego. Ahora eres sólo recuerdo y tu madre debe llorarte como una madre y tu padre ni debe saber que ya no estás y el espíritu de tus antepasados debe estar guiándote en ese largo viaje hacia la tierra del Huenumapu.
Eres un árbol, una hoja caída en desgracia, una raíz disléxica del tiempo, un trozo de tierra ancestral en medio del fragor urbano de una ciudad que no ama a sus hijos; eres el ruido de los sables en medio de la noche en un pasaje sin nombre de un lugar perdido de la periferia, allá donde se vive de prisa. Eres y eras.
Eras un árbol sin raíces y te secabas lentamente, sin saberlo. Eras un hombre alado, un águila con el poder de la clarividencia y todo cuanto soñabas se convertía en realidad, aún si no lograbas recordar nada al despertar. Eras un hombre de fuego y todo te conducía hacia él, irremediablemente. Eras un hijo de la tierra aunque eso poco significó para ti, pese a mis insistencias. Eras una posibilidad, un elegido, una partícula de carbono con un fiero corazón, una aventura por comenzar, una búsqueda, un aprendizaje, un camino que recorrer, una vida que merecía la pena ser vivida, quizás en otras condiciones, quizás con más dignidad. Eras... tan sólo eras otro muchacho más y ahora sólo eres el espacio vacío que deja la ausencia, la ceniza de tus pasos que el viento sur dispersa por la tierra nuestra.

(Breve homenaje a Alan Ñanco, uno de los 81 muertos en la cárcel de San Miguel, con quien compartí clases y conversaciones en CIP – CRC San Bernardo hace algún tiempo)

sábado, 11 de diciembre de 2010

81 MUERTOS EN NUESTRAS CONCIENCIAS

81 muertos es un golpe duro a nuestras conciencias, a la tuya, a la mía, a la de aquellos que suelen hacerse los sordos y culpar a otros, a la de todos. Todos somos en algo responsables. Todos tenemos algo que ver, todos hemos criminalizado en mayor a menor grado a estas personas y aceptamos las políticas de terror y sus ecuaciones y fórmulas siniestras: a mayor cantidad de delitos mayor cantidad de cárceles y condenas; mientras más jóvenes los delincuentes, más jóvenes los encarcelamos, acción/reacción (como decía el “profesor” de la cinta Los Coristas”; a una “causa” tan nefasta como el delito una consecuencia aún mayor como el presidio… Pero nos equivocamos de causa y consecuencia y por eso mismo esas políticas de represión y encierro están totalmente erradas.

Los medios de comunicación de circulación y escucha masiva, al servicio no de toda la ciudadanía, por supuesto, sino de sus dueños (que forman parte activa de la élite nacional), han terminado de instalar en la mirada de la opinión pública la idea del delito como una CAUSA de gran parte de los males de nuestra sociedad. Se criminaliza abiertamente a quien entra en conflicto con la justicia, se lo transforma en la lacra, en el agujero hediendo, pestilente al cual nadie quiere acercarse pero del que todos reclaman y despotrican y del que todos rehuimos. La sociedad, es decir TODOS NOSOTROS apuntamos con el dedo de inmediato al momento de acusar, de castigar, de ampliar las penas, de disminuir a los 14, a los 12, a los 10 años la responsabilidad penal adolescente, y si fueran muchos los delincuentes menores de 10 años, no trepidaríamos en encerrarlos recién salidos del útero de su madre… “hay que cuidarse de tanta bestia”, hay que castigar, encerrar, ejemplarizar aplicar la ley, privar de libertad.
Las víctimas de los delitos, evidentemente tiene sus justas razones para buscar castigo y reparación a lo vivido. Sólo ellos saben lo que es sentirse aterrados por una pandilla que penetra en el hogar y los torna total y absolutamente vulnerables. Sólo ellos saben lo traumática que resulta ser su experiencia, las palabras oídas, el miedo y la inseguridad, los golpes recibidos, la violencia brutal, los muertos, humillados, violentados en todas sus formas. No es que quiera minimizar ese dato, al contrario. Muchos de los que están privados de libertad saben que están pagando el precio de sus acciones, pero que precio de mierda están pagando algunos. Sólo dos mini reflexiones al respecto:

REFLEXION PRIMERA
En estricto rigor y apegado a toda la jurídica existente, el único castigo que como sociedad aplicamos a la delincuencia es la PRIVACION DE LIBERTAD. En otras palabras, el reo, el preso, debiese tener tan sólo un derecho el que, debido a su condena, no pudiese ejercer: el derecho a la libre circulación. TODOS los otros derechos están garantizados constitucionalmente. Entonces, encerrarlos en condiciones indignas, infra humanas, no es sólo un atentado flagrante a sus derechos humanos, también es una acción anticonstitucional y como tan debiese ser castigada y/ sancionada, como un delito de Estado, un delito de lesa humanidad, terrorismo de Estado para quien, por ejemplo, por vender discos piratas en la calle fue condenado a morir en la hoguera por la justicia actual de nuestra sociedad. La aplicación del estado de Derecho del que tanto se ha alardeado en otras ocasiones debiese también considerar este aspecto.
Una sociedad castigadora como la nuestra debe garantizar, al menos, una mínima condición de dignidad para sus presos, de lo contrario encerrarlos es un deleznable acto de lavarse las manos y entregarle al azar y la desventura el destino de estas personas. Mejor es que se maten entre ellos dicen algunas personas, las mismas que a veces salen de la misa del domingo por la mañana con el pecho henchido de orgullo cristiano. A veces ser consecuente es más doloroso de lo que se cree y ya debiésemos tener más que claro que encarcelar a medio país no es la solución de nada. Los índices a nivel internacional que ostenta nuestro país respecto de las condiciones de vida en nuestras cárceles, respecto de la cantidad de presos por habitante, respecto de las leyes que defienden a los poderosos y castigan implacablemente a quienes carecemos de solvencia económica, respecto de la repartición inequitativa de las riquezas, sólo debe llenarnos de oprobiosa vergüenza.

REFLEXIÓN SEGUNDA
Es en este último aspecto que se asienta esta segunda reflexión. Uno de los padres del concepto de Pedagogía Social, el alemán Adolf Diesterweg ya aventuraba a mediados del siglo XIX que no era tan sólo el joven infractor el que debía pagar por su delito, era la sociedad entera la responsable de generar las causas que impulsaron a ese joven a delinquir. En otras palabras, es la sociedad, encarnada en ese ser inasible y todopoderoso llamado Estado, la que debe garantizar a TODOS sus ciudadanos los derechos mínimos para vivir una vida en dignidad, debe velar por su seguridad, por su salud, su educación, un espacio sano y cómodo para vivir, áreas verdes para recrearse, sueldos decentes, seguridad laboral, trabajo cerca de su entorno familiar de tal forma de darle sentido a las 8 horas de trabajo, 8 horas de recreación, 8 horas de sueño, por la que pelearon y murieron nuestros abuelos y que hoy en día deviene tristemente en 6 horas de sueño, 10 horas de trabajo, 4 horas de movilización, 4 horas para ver los programas enajenantes de la televisión.
Resulta fácil castigar y sentirse cómodos y seguros con las cárceles abarrotadas de compatriotas, que viven en este mismo país pero sin contar con los más mínimos espacios de salud social desde su más temprana infancia, aún desde el útero de sus madres. Fácil es apuntar con el dedo, pero las causas estructurales que provocan que miles de chilenos prefieran o elijan o decidan delinquir, a falta de una mejor perspectiva, están intactas. Mientras no trasformemos radicalmente y desde los cimientos esta enorme brecha social y económica entre los más poderosos y los más desposeídos, es una realidad evidente e indesmentible que continuarán los delitos contra la propiedad privada y seguiremos y seguiremos encarcelando jóvenes y adultos y familias enteras que han sido formadas en esta particular escuela y de tanto en tanto, miraremos con lejanía como decenas de hombres, tan humanos y habitantes de este suelo como el que más, mueren y mueren, atrapados por esta sofocante maquinaria de la pobreza y la marginación de la que todos somos responsables, pero algunos más que otros...