Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

martes, 28 de diciembre de 2010

CARTA ANTIGUA UN DÍA DESPUES DE LA LLUVIA

Yo aún dormía. Creo haber dormido durante mucho tiempo y el tiempo tuvo que disolverse en el mar insondable de mi sueño. Ahora escucho a Bach, ese alemán irremediable dueño de violas y de antiguos órganos y clavicordios silvestres. Pero en aquel instante del tránsito entre el sueño y el mundo de este mundo o como lo hubiese dicho Carpentier entre el reino del otro mundo y el reino de este mundo una delicada filigrana, una melodía de cristales en extinción tras una violenta sacudida, un siseo delicado agitaba mis poros.

Tardé unos breves segundos en entender que aún la persistencia de la lluvia golpeaba la fría dureza de mi techo. Me di vuelta hacia el norte en la cama intentando abrir la ventana. Ahora mi cama da la espalda al este, cosa nada grata por cierto. No te lo he dicho antes, pero nuestra puerta de entrada al hogar debe apuntar siempre hacia el este, hacia donde el sol dispara sus dardos mañaneros, acabando en esa guerra gloriosa y secular de la cual hemos conversado, con cada uno de los brillos estelares, iluminando todo a su paso, venciendo a la oscuridad, iniciando una vez más el complejo ciclo de los días y de las noches en su eterno girar y girar. Corrí ligeramente la cortina, la lluvia formaba un riachuelo que se precipitaba callejuela abajo. Una lluvia tibia y deliciosa que terminó de despertarme. Sentí la voz de mi madre que preguntaba por los vivos tras el diluvio de la noche y de la mañana que nos despertaba en su humedad de mujer excitada y dispuesta a dar todo el amor al hombre indicado. Yo estaba vivo y grité mi nombre al polvo que habita en el viento. Estaba más vivo que nunca esta mañana. Hasta la incómoda molestia en mi garganta había desaparecido y sólo mi nariz acusaba el paso de esta particular gripe de comienzo de temporada. Mi madre preparaba un desayuno para mí tras comprobar que estaba aún respirando, que había sido capaz de sobrevivir un día más, una mañana más. Severa, me planteaba sus preocupaciones. Y yo la escuchaba risueño pero, en el fondo de mis cavilaciones, lo que escuchaba era ese maravilloso canto danzando mágica y alborotadamente sobre el techo de mi casa.

Acá ahora suena la Sonata Número 11 en MI BEMOL MAYOR de Pietro Locateli, no es broma, es así la cosa. En mi habitación despiertan al mundo todos los violines que te puedas imaginar, todo es alegría y mi cabeza sigue el ritmo primaveral y delicado de las cuerdas que vibran en un canto de amor y gozo tras la lluvia de toda esta mañana. Pietro Locateli. Pedro el Loco, El LOCO, “LE MAT”, el viajero incansable en esta tierra sin rumbo. El Argonauta, uno de los habitantes de esta nave movediza llamada Argos, o quizás planeta Tierra, o quizás vida, o quizás días intentando hilvanar un poco de cordura en medio del caos.

Ha sido un grato día. No he hecho prácticamente gran cosa. He dormido un poco más de lo acostumbrado, he visto televisión y he leído algunos viejos textos en los cuales te declaraba mi humano amor de hombre imperfecto. He visto los rayos del sol traspasar el denso follaje de las nubes. Luego he visto cubrirse el cielo una vez más. El planeta está vivo y respira cadenciosamente tras la lluvia. Su cadencia es tan perfecta que se asemeja al vaivén maravilloso de tu pecho luego de hacer el amor y mirarnos como el primer día. Nada ha cambiado desde entonces. Todo se ha profundizado entre nosotros, como si no fuésemos más que dos sombras del mismo árbol, cuyas raíces buscan en la profundidad de la tierra el sustento dulce del agua bienhechora.

Estar contigo la noche de ayer fue muy agradable. Hablamos durante un largo rato encaramados sobre la Kia aquella. El viento golpeaba el vidrio con vigor. Desde aquella circunstancial atalaya podía ver las finas copas de los árboles de ese pequeño bosque que siempre me mencionas. Tú andabas anoche un poco delicada y yo andaba bastante mal también. Mi garganta estaba imposible y mi nariz se había obstruido por completo. Me hacías recordar los días de mi infancia, mi niñez, los días duros aquellos y toda mi humana, honesta y precoz indignación por las cosas vividas. Me preguntaste si alguna vez había llorado al acostarme o si me había dormido llorando. Muchas veces, te respondí. Sentí el estremecimiento de tu corazón y la pena que aquello te provocaba. Yo también me sentía un poco sensible. La ventisca iba y venía, iba y venía como una niña traviesa. Todos los árboles agitaban sus pliegues en medio del viento enérgico de la noche que cada vez se cerraba más y más sobre nuestro suelo bendito.

De verdad viví momentos duros y muchas privaciones. Mi única forma de resistencia fue la lectura y una pasión por la vida que fui construyendo de una forma muy precaria en medio del barro de los inviernos. Los libros se transformaron en mi tabla de salvación, en mi paisaje lunar. Fueron mi esperanza, mi mundo pasajero, mis planetas, mis galaxias, mi amor más sentido y fiel. De los libros cobraban vida todas mis musas intocables. Todo mi lenguaje, todo mi despliegue escénico, todas mis palabras provienen de los libros. No me di cuenta entonces, pero empecé a construir un lenguaje, un imaginario, un presente cultural basado en los formatos clásicos de las novelas latinoamericanas, con un despliegue poderoso de palabras y una imaginación trabajando de manera ardorosa como si se tratara de una gran fábrica, de una usina inagotable de ideas que armaban y desarmaban el lenguaje aquel que me acercó un poco más al mundo. Los libros fueron los constructores de mis sueños y de mi realidad. Me señalaron el camino que seguía nuestra especie en medio del caos galáctico. Me dieron luz en medio de la oscuridad de un barrio marginal. Leía y leía. Noche y día. Verano e invierno. Bajo la frondosa sombra de un árbol un día luminoso de noviembre por la tarde, o protegido por el nervioso párpado de una vela los días en que se cortaba la luz en mi viejo barrio. A veces, casi siempre los fines de semana, sentía las balaceras no muy lejos de mi habitación, los gritos, las peleas entre las pandillas, los golpes y la violencia gratuita que se sumaba a una violencia mucho más profunda que sufríamos todos por igual en los días tristes de la dictadura en nuestros barrios.
Los perros ladraban al polvo del viento. Yo leía intentando mantener la concentración y el hilo conductor de mis relatos. Luego, al otro día, el mundo me sorprendía con su belleza pese a todo y caminaba como un poseso, intentando ubicarme en el contexto de lo cotidiano. No sabía dónde diablos se encontraba mi sitio. Caminaba como un hombre eléctrico buscando el punto de origen de las señales de radio que bullían en mi corazón. En el aire danzaba un lenguaje mágico que sólo yo observaba. Todas las cosas tenían un sentido pero había que determinar el punto de origen de ese sentido. Me sentía como un inmenso radiotelescopio escrutando la vastedad infinita del espacio, buscando alguna señal de vida, un pequeño foco de subversión en medio de un orden inalterable, una tenue llamarada de esperanza en medio de la oscuridad glaciar de una rutina que cada día me asfixiaba más y más. Sabía, entonces, que había un sentido profundo, que todas las cosas y todas las acciones y todas las vidas tenían un sentido. Bastaba sólo dar un pequeño paso intelectual para encontrar mi propio sentido, mi propia fuente de luz, mi propia señal intergaláctica, el punto de origen de todas las respuestas a mis interminables y humanas dudas de poblador existencial del planeta.

No lo supe entonces y tal vez ahora todavía no lo tengo tan claro, pero habría de caminar mucho y caer muchas veces en medio del fango de los días, y habría de hundirme muchas veces en mis propios devaneos de borracho insoportable para obtener tan sólo una mínima fibra de luz, una minúscula porción de paz en medio de la guerra florida de los años, o como diría Henry Miller con su lenguaje particular, habría de atravesar ríos y ríos de mierda para encontrar un germen de realidad, un puto y bendito germen de realidad. Yo viví y caminé en medio de esa mierda, y dormí en ella, hastiado y consumido por la angustia de tanto tiempo presente.

Todos hemos ido de vez en cuando al sacrificio, los años nos han jugado en contra muchas veces, pero la luz fue siempre aprender de cada día cosas útiles, cosas útiles a nuestro complejo sistema de ideas, cosas gratas a nuestro pusilánime corazón, cosas que nos hacen estremecer por completo, como un animal herido de pronto por una bala loca cuya procedencia es desconocida.

Creo que hay un punto insensible que simplemente nuestra especie tiene imposibilitado atravesar. Creo que todas las cosas están escritas en nuestros sueños pero tendemos irremediablemente al olvido y deformamos el lenguaje y multiplicamos los errores y no cerramos los ojos para ver a través del pulso cardiaco de nuestro corazón. Creo que mi corazón actúa como el gran catalizador de todos mis sueños. Creo que mi corazón emite una pulsación desconocida, como un radar de sensaciones, como el sonido que lanzan los delfines a la infinita consistencia del mar y que señala todas las posibilidades de movimientos posibles. Creo que estoy haciendo lo correcto al amarte como te amo y al dejar que tú me ames con esa misma intensidad. Creo y sé que comienzo a recorrer un camino infinito también, un sendero que estaba escrito más allá de la poesía y del tiempo, un viejo camino en el que sólo caben dos personas abrazadas, dos seres limpios, claros, honestos y con un amor a prueba de fuego y dispuestos a cualquier desafío de los días, creo y sé que tú y yo somos esas dos personas privilegiadas y creo y sé que ese camino maravilloso es la vida que nos aguarda, es un cuaderno en blanco que juntos vamos llenando con nuestra historia, es nuestro humano e imperfecto amor que se abre paso en medio del caos.





No hay comentarios:

Publicar un comentario