Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

sábado, 6 de noviembre de 2010

BREVE REFLEXION SOBRE EL UNIVERSO ICONOGRAFICO PRECOLOMBINO

El universo iconográfico precolombino, es decir el caudal de información visual respecto de las culturas existentes o dormidas en nuestro continente hasta la llegada de los conquistadores europeos es, a todas luces, notable. No puedo dejar de sorprenderme frente a tanto despliegue de colorido. Una energía vital vibra en cada imagen vista y ninguna forma o color está realizado al azar. Todo cobra o tiene sentido. Cada color obedece a un contexto determinado, cada forma está conectada con la otra en un proceso simbiótico de mutua dependencia, cada figura tienen su lugar y cobra su propio sentido en un contexto profundo de interrelación.

Hay culturas que resistieron con mayor energía o quizás con mayor suerte el avasallamiento cultural y la fiebre y necesidad de oro y riquezas proveniente de los europeos. El caso inca es emblemático en el sentido contrario, pues al no contar con un sistema de escritura complejo y masivo todo el peso de la transmisión de información, de la continuidad de los rituales, de la asimilación cultural por parte de las nuevas generaciones, estaba determinado, en gran medida, por el universo visual que en los Andes Centrales ya contaba con varias generaciones de desarrollo creativo anterior a los incas y con culturas que se desarrollaron con gran pujanza, tuvieron su período de esplendor y luego fueron absorbidas por el desierto o por la última gran cultura dominante, la incaica.

Los Incas tuvieron el infortunio de ser el último imperio precolombino en la zona de los Andes Centrales. Sus ciudades fueron totalmente desvalijadas, arrasadas y convertidas en barras de oro sus riquezas, sus monumentos de piedra destruidos, su numerosa iconografía arrasada y su gente sometida, vejada, privada de sus derechos, incorporada a la fuerza a una nueva cultura hegemónica, totalmente ajena a los hijos del Tahuantinsuyo, con otro lejano idioma, una religión que hablaba de un solo dios y hombres, que en su santo nombre, eran capaces de cometer las peores aberraciones que la mente humana era capaz de imaginar en la época. Los incas tuvieron la mala fortuna de ser los últimos, y sus hijos sobrevivientes aún esperan el retorno de Viracocha, para que rearticule una vez más el orden cósmico y corrija las cosas, y devuelva la dignidad perdida en la noche de la historia y reparta los frutos de la madre tierra para todos por igual y a cada cual según sus necesidades.

Mejor suerte corrieron algunos de sus antecesores (Mochicas, Paracas, Huari, Tiahuanaco, Chachapoyas, etc.) ellos contaron con un aliado que guardó alguno de sus secretos: el desierto, la arena calcinante, los inaccesibles acantilados. La ininterrumpida acción de los huaqueros que hasta el día de hoy buscan y saquean tumbas para nutrir el mercado negro de joyas y productos originarios, no ha podido ocultar la enorme cantidad de objetos, momias, cerámica y telares encontrados en algunos sitios arqueológicos. Gracias a estos hallazgos contemporáneos algo podemos saber, algo podemos observar de la grandiosidad de nuestros abuelos culturales, de nuestros predecesores y en algo podemos imaginar lo que hemos perdido como culturas americanas a lo largo de estos siglos de colonialismo.

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