Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

miércoles, 5 de febrero de 2014

MI PROFESOR PRIMARIO - QUELENTARO

Este canto, bajo el inigualable y lluvioso estilo de Quelentaro, nos trae a la memoria a "ese" maestro o maestra que nos marcó la vida con su poderoso influjo. Casi todos tuvimos la fortuna de cruzarnos con uno o una en nuestro largo periplo escolar, aunque yo hago un esfuerzo sobrehumano por recordar y no doy con un nombre que me colme de admiración o profundo respeto. Probable
mente ninguno supo escarbar en la dureza andina de mi mirada, ni anticipar mi búsqueda, ni leer en mis vacíos existenciales, ni reconocer y darle un sentido profundo a mi rebeldía. En fin.

MI PROFESOR PRIMARIO
"El cortaba el otoño cuando le conocí, desde mi banco azul de niño y esperanza. Sufría por entonces un libro bajo el brazo y una clara sonrisa. Hoy le vi ceniciento de respirar la harina de la tiza, enemiga brutal de su existencia.

Mi profesor primario, aquel pequeño dios de mis horas de niño. Cómo imitar aquella vez, su letra fresca y redondita. Cómo abarcar como él las fechas de todas las batallas. El porqué del rocío y todas las provincias.

Lo tenía olvidado porque uno olvida al profesor lejano que nos llenó de luz y nos trazó un camino.

Hoy nombro mi maestro. Aquel que me llevó la mano dibujando aquella letra rara que tenía colita. Aquel que se mató la vista con mi caligrafía.

No nombro al ganapán, corto de vocación, que va quemando el tiempo con la lumbre del niño, que va buscando en él la razón y la vida. Cómo quisiera llevarle de la mano y al salir de la escuela caminar tantas vidas y apoyados los dos darle frente a la lucha de su sueldo mezquino; mejor digo jornal, porque mi profesor es forjador de vidas y hacedor de destinos.

Hoy nombro mi maestro. Aquel pequeño dios que compartía todo. El duro ventarrón de los inviernos y las tardes de flores. Y en esa sala clara de sonrisas, las ilusiones tristes que llevan los alumnos. Porque entre los pupitres había sólo una vida grande de anhelos y tristezas. Era la vida del universo entero.

No quiero que todos los alumnos le hagan una gran ronda con canciones de cuna. Pido hacerle una hoguera, para entibiar el frío de su vida y cantarle un himno que toque a rebeldía. E ir con él de la mano arrollando la vida, en carrera loca por las avenidas.

Antes de llegar a mí, fue maestro rural en un fundo cualquiera. Allá sembró sus letras y sus números en el campo sin luz del niño boyerizo, jornalero menor de la vida.

Al vencer su jornada rural, al tranco de un caballo se alejó de su escuela. Venía arriando paisajes y recuerdos como rastro de él, atrás, una carreta lenta venía dando tumbos, machacando sus libros. Y al recordar los rostros de los niños madurados de oveja y de relinchos que dejaba allá arriba, le dolía el paisaje, le dolía la vida, le dolían los libros.

Adaptado en el pueblo seguro que sintió en nuestras miradas los rostros campesinos. Única riqueza viva que traía prendida. Y una tarde de invierno y estoy cierto, enmudeció con el solo recuerdo de sus clases del cerro. Recordó al Belarmino que vivía tan lejos, recordó al Jaramillo con su tartamudeo. Más, no regresó por verlos. Que en las salas de clases de los campos y pueblos siempre habrá Belarminos para nuestros maestros.

Con su solo recuerdo era cosa de niño, me dentra la ternura y me gana el silencio. Lo recuerdo aceñudo, alegre, taciturno. Conserva algunas cosas: el libro bajo el brazo, su salario mezquino. Igual que aquella vez cuando le conocí desde mi banco azul de niño y esperanzas.

Hoy tiene su mirar lejano, negro de pizarrones, tranquila la sonrisa. De tanto ver pequeños se empezó a sentir niño.

Me fui una tarde como todas las tardes. Me enredador los vientos y el camino. Y desde acá, lejano, por edades que me fueron cayendo, mi copla es un saludo pleno de reconocimiento.

Hoy nombro mi maestro. Don Alfredo Rosales Alarcón."
QUELENTARO

Les dejo el video con la voz y la guitarra de este dúo inolvidable, para que vayan degustando la emoción de lo porvenir, si es que aún no son profesores o profesoras.


1 comentario:

  1. Hoy sentado en el andén recordé aquella lejana tarde de Octubre de hace 38 años cuando yo siendo un niño de tercer año básico me paré frente a todo el colegio a declamar esta bella copla. No recordaba su nombre ni tampoco cómo comenzaba pero vino a mi sólo un verso... "siempre habrán Belarminos para nuestros maestros"... La busqué, la leí y me emocioné.

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