Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

viernes, 27 de agosto de 2010

TRAS EL DILUVIO ALGO DE CLARIDAD

Estoy que salgo hacia la calle. Los semáforos se encienden de tibios colores y una brisa húmeda cala hasta lo más profundo de los huesos. Tirito, parece. El frío se torna intenso y el aire es casi irrespirable, yo me concentro en la caldera que habita en mi pecho y sólo tu recuerdo me da la tibieza necesaria para emprender el vuelo en esta nueva jornada.

Son las 6 de la mañana de un nuevo día tras el diluvio pasado. No hay arcoiris que simbolicen la alianza entre los hombres y los elementos. No hemos aprendido aún las lecciones de la historia y caminamos como dueños del mundo por ahí, por esas calles nuestras de principios de siglo.

Son las 6 la mañana, los primeros microbuses ronronean suavemente entrando también en calor al igual que yo luego del largo sueño. El cielo está perfectamente límpido. Yo quisiera hacer un fuego para encender la agotada pasión en este nuevo día, pero el temor de lo que está por venir me detiene. Las estrellas brillan con una intensidad inusual, pareciera que un misterioso y poderoso ser nos deleitara con su aliento de frío cristal.

El Gran Espíritu atraviesa mis párpados mientras me olvido del frío matutino, yo lo siento abrazar mi pecho y el temblor se torna incontrolable. Es el hálito del cielo el que se extiende por la pradera urbana. Es el beso frío de la mañana, es la primera
energía, la única, la irrepetible, la esperada brisa de la nueva jornada que purifica toda mi existencia hasta hacerme revivir y olvidar lo innecesario. Ahora me concentro tan sólo en las cosas importantes. Ahora una nueva claridad se apodera de mis sentidos, una claridad de nuevo día, una claridad de noche iluminada tan sólo por la lejana ilusión de las estrellas que parpadean allá a lo lejos, una claridad de nuevo despertar al nuevo día, de despertar por fin tras un largo letargo, de despertar a una vida que dejamos inconclusa hace mucho tiempo, un despertar y un nacer de nuevo con el nuevo día que se aproxima con su aliento fresco de madrugada.

La humedad es increíble. No muy lejos de aquí se extiende un manto de niebla que todo lo va absorbiendo con su transparente influjo. Los jeans se me humedecen como los párpados cuyo globo ocular es atravesado por un filoso e invisible navegante de la madrugada. Las manos se me amoratan pero yo me encierro una vez más en el calor que habita en mi pecho y ajusto toda mi estructura y mi equipaje para la nueva aventura del nuevo día que viene a buscarme y darme una sorpresa.

Mi prestancia de guerrero y eterno navegante, sin embargo, termina sorprendiendo al mismo día, y este se rinde presuroso ante mis pies, yo bailo el ritmo cardíaco del nuevo día y mi corazón salta de súbito presa de un rítmico frenesí. Bailo para el nuevo día que se aproxima. Bailo por ti que habitas la distancia y vives dentro de mí como una estrella adherida a mi corazón de humano animal. Bailo por lo que ha de
venir, bailo y el frío termina de disiparse en toda mi estructura, sólo entonces estoy
dispuesto a la marcha y el nuevo día deja correr un hilo demasiado delgado de claridad a través de la tela invisible de esta neblina pertinaz que todo lo cubre.

Sólo entonces estoy listo y dispuesto y levo las anclas, confiado, y el vaivén inquieto de mis pasos abre nuevos y fabulosos rumbos y todo cobra un sentido único y fascinante porque tú estás conmigo, amada mía.

VUELO LIGERO

Vuelo ligero. Mis ojos arman simulacros de enfrentamiento con una que otra estrella del firmamento aunque todo sea inútil, mis ojos entienden que el brillo de esos astros ya no existe. Sólo contemplo el mundo como fue hace millones de años atrás. Observo a través de mi ventana el pasado de los tiempos, la piedra milenaria del origen, la flor antigua del mesozoico convertida en materia transgresora.

Yo soy la materia transgresora en este tiempo de rigidez y disciplina. Mis átomos se despliegan con vigor y se entrecruzan en una loca carrera por llegar a presenciar el nacimiento de la aurora cada mañana.

Nada existe como aquel primer día en que arribamos al mundo de este mundo, con el ebrio encanto del amnios salvador desplegando su húmedo brillo por nuestro cuerpo, con la palpitación cardiaca de la madre aún navegando en el recuerdo de los tímpanos, con las alas aún sin desplegar, torpes y necesitados del brillo de otros astros, pero perteneciéndonos por fin a nosotros mismos. Nada hay como ese primer nacimiento a una hora indeterminada en que los relojes detienen el movimiento de la tierra en torno al sol, como ese primer grito de espanto y rabia al nacer y saltar de
nuestro antiguo mundo útero materno a este otro mundo llamado ciudad.

Nada hay como romper el cascarón de nuestra anterior estructura y dejarse llevar por la consistencia del viento sur y cerrar los ojos y sentir la respiración de la tierra en nuestros pies y sentir el susurro de un labio pronunciando mi nombre en la
oscuridad y sentir el beso de la mujer que habita el paisaje, el breve beso de la mujer hecha con las manos de originarios artesanos; la mujer tolteca que todo lo
habita con su luz; la mujer cosmopolita que todo lo conquista con el brillo de sus ojos; la mujer hecha de tierra y fuego que besa y derrite el casquete polar con su canto de sirena noctámbula; la mujer única en su especie; la mujer que es toda piel del viento; la mujer de hoy y la de mañana, aquella que con sólo una palabra suya transforma la geografía a su paso. La Mujer. La Mujer...

GYPSY WOMAN

Suenan bien los gloriosos y casi siempre impúdicos tambores. La sencilla música
despierta los viejos sentidos adormecidos y anestesiados en un rincón perdido del inconciente. No hay tambores, es el clásico tam tam tam de mi inquieto corazón. Este loco corazón que salta de contento cada vez que una brisa tuya se deposita en mi cuello. Este hiperactivo corazón que se mueve al ritmo de su propio ritmo cardiaco y que señala sereno la hora de ayer y la de mañana con su rítmico caminar. Tam, tam, tam.

Suenan los tambores. La música desliza su pétreo acorde a través del acorde oscuro de la noche fría de esta esquina del invierno. No hay tambores, ya lo he dicho tantas veces, es tan sólo mi querido corazón disparatado que dispara dardos de lujurioso amor en dirección al sur no muy lejos de aquí. No hay música, es el chasquido de mi lengua que tararea una perdida melodía de Muddy Water, “Southbound Train” tal vez, tal vez “Gypsy Woman”, tal vez nada. No hay melodía, tal vez nada exista, tal vez sí o tal vez no, tal vez mujer, tal vez.

Suenan los tambores. La música zigzaguea en mi oído como un reptil cargado de sensualidad. Tengo problemas para ajustar los hilos de la memoria. Creo haber dicho algo así como que nada de tambores y nada de melodías… Eso, eso, eso. Nada de melodías y tambores que suenan anunciando el advenimiento de los jinetes aquellos del Apocalipsis que alguna vez me fumé joven y valeroso de puro snob, tal vez. Eso sí, tal vez sí o tal vez no, tal vez mujer, tal vez.

Suenan los tambores. La música no ha dejado de sonar un solo instante, pese a las voces desérticas que insisten como animales porfiados y mañosos en querer demostrarnos que aquí nada ha ocurrido, que mi conciencia tiene el mismo nivel de profundidad intelectual que antes de la humedad verde y la neblina colombiana, y las cosechas nacionales y los puntos rojos desprendiéndose del cielo nocturno de algún nocturno cielo de Santiago de Chile hace mucho, mucho tiempo atrás, tal vez sí o tal vez no, tal vez mujer, tal vez.

Suenan los tambores, tal vez sea cierto que suenan después de todo. La música deleita mis oídos y eso me hace sentir bien. Todo está en calma y la lluvia que no ha llegado ha dejado un ligero perfume de humedad coitus interruptal. Una lluvia que no fue. Una humedad que no te pertenece, que no nos pertenece ni un solo instante. En fin noche de martes, en fin. Mañana será otro día o tal vez sí o tal vez no, tal vez mujer, tal vez.
(con imágenes de la fotógrafa Francesca Woodman)

jueves, 26 de agosto de 2010

UN LIGERO PROBLEMA DE COMBUSTIÓN

Veo más allá de lo evidente esta mañana inquieta, esta tarde de brillo solar, este día que corre a perderse en una oscura esquina de la negra noche, esta noche de influjos estelares sobre mi piel de Eterno viajero. Mi paso cansado no trepida en dormir al menor impulso. Subo a los microbuses y un olor a gas en combustión todo lo invade, a bencina en acción de disolverse a no sé cuantos caballos de fuerza y liberando una energía increíble que me mueve y nos mueve y me acerca a mi destino laboral.

El aire se enrarece en mi entorno, todo es una permanente combustión y yo me encuentro en medio de las llamas esperando mi turno para ser disuelto en una
extraña marea matutina de olores y nariz que cierra sus compuertas. Me mareo. El paisaje de Santiago al despertar no es distinto al de otros días. Un frío que empaña los vidrios del bus delata la diferencia de temperatura entre el mundo que gravita allá afuera de esta coraza que me protege y este interior tibio que trasunta bencina en combustión. El útero mecánico del ómnibus que se desangra y yo aquí encerrado, pasajero trasnochado contando las cuadras que van de una esquina a la otra de mi gran viaje cotidiano.

Pasan los minutos, los semáforos no pierden ni ganan tiempo. Para ellos el tiempo no tiene más consistencia que la de separar el movimiento de la inercia en fracciones de tiempo perfectamente ajustadas unas con las otras, como las imponentes rocas de Sacsahuamán no dan paso siquiera al movimiento ajustado de una ligera aguja, como el sol sigue un ajustado y prefijado curso entre este lado del mundo y el otro aquel exótico y rasgado, como mi soberana inquietud no se fía del hedor a bencina en manifiesto estado de descomposición que da paso una vez más al movimiento y el movimiento que da paso una vez más a la inercia y de la inercia a la acción y de la acción al semáforo en rojo una vez más y yo a punto de fundirme con el olor que se impregna de mi piel hasta que bajo de este suplicio móvil que me sustenta, medio mareado y podrido, también sintiendo por un minuto que en mi interior es que gravita la combustión y yo que combustiono al caminar y cuando trago oxigeno con un inusitado vigor es como si quisiera restablecer el equilibrio de las cosas en mi mundo interior, pero algunas piezas de mi inacabado armazón no parecer disfrutar con el nuevo aire enrarecido de la mañana invernal a principios de julio, el aire está cargando de comburentes y mi nariz se ha deshecho intentando encontrar un germen de pureza entre tanta absurda combustión medio ambiental y así no más son las cosas y así no más me envuelve la mañana en su nuevo aire existencial de chimeneas y vapores movedizos y perfectamente definidos y así no más me encamino hasta mi nuevo sitio de espera bajo los fierros perfectos del puente de la Escuela Militar y de mi garganta se desprende un vaho tibio que intenta controlar la situación pero que no logra sino empeorar las cosas.

Es tarde, es demasiado tarde, inquieto y extraño día de combustión.

Subo una vez más como de costumbre al transporte dúctil que todo lo puede con su prestancia singular.Me acomodo suavemente en mi cómodo asiento y espero con una serenidad ampulosa y milenaria que llene sus espacios para iniciar el último viaje de la mañana con rumbo a mi última dirección de la mañana antes que el sol levante su cabeza de bronce matutino a través de los cerros que abre con una rebelde suavidad el canal El Carmen. El transporte se llena y parte. Yo cierro los ojos y siento una vez más el olor permanente de la maldita y eterna combustión girar en torno de mis ganas y desganas mañaneras. Por un momento sufro un asalto de pánico, tal vez sea yo el origen de tanta combustión, tal vez sea yo el que se consume en olas orgásmicas de oxigeno quemando sin control mi cuerpo de abril, tal vez sea yo la fuente secreta de tanto olor descompuesto y ya todos deben estar al tanto del
suceso y todos deben estar observándome con cara de querer bajarme de este pequeño transporte que no abriga grandes secretos entre los que nos acogemos a su seno singular. Lentamente abro los ojos y observo en mi entorno con el pánico saliéndoseme a través de la comisura de los labios, aquella que me gusta que de vez en cuando muerdas con tu boca de fiera enamorada.

Nada parece delatar mi incómoda posición de animal en estado de permanente combustión. Un ardor se incrusta en una parte indefinida de mi pecho, un inexplicable ardor como de fuego quemando el interior de mi interior y que busca un punto sencillo y frágil a partir del cual descargar toda su furia hacia el mundo interior. No me cabe duda alguna, el proceso de combustión se ha apoderado irremediablemente de mi y ya es cosa de segundos o minutos para que me encienda como una gigantesca hoguera humana y consuma todos mis ligamentos y los de los vecinos y vecinas también.

Salimos del tránsito endiablado de Américo Vespucio norte por la mañana y cruzamos el Mapocho rumbo a la ciudad industrial. El camino abre una ladera del cerro San Cristóbal y por ahí se incrusta nuestro vehículo con la prisa de una gacela hambrienta. Aparece un valle escondido por la niebla y los cerros, un valle de perfectos edificios y formas arquitectónicas interesantes que parecen jugar unas con otras a ser la más extraña y perfecta. Ninguna lo logra. No son más que pequeños edificios con la pretensión de fuentes de agua y gansos semi silvestres revoloteando en su entorno. Demasiado artificial para mi combustión interna.

Las cagadas de los gansos son rápidamente limpiadas por el pulcro personal de aseo con mucho jabón y abundante agua. Gansos asépticos en un barrio industrial aséptico con gente aséptica que corre a sus trabajos asépticos en medio de un mundo aséptico que crece feliz desarrollando todas sus inquietudes intelectuales en la más completa aseptividad. Explotación aséptica, bajos sueldos asépticos, despidos asépticos, humillación aséptica. Bienvenidos a la Gran y Aséptica Ciudad Industrial, rezaba un letrero a la orilla del camino.

Por suerte nos movemos rápido de ahí. No podría soportar mucho tiempo en medio de un sitio tan limpio y pulcro. Una vez más y raudamente nos internamos en el barrio obrero de El Barrero. Esto es otra cosa, el aire trasunta olor a clase obrera, mi nariz da un breve respingo de inquietud como recordando viejos tiempos de batallas olvidadas en las calles de tierra de mi viejo barrio copihuano, cruzado por la marea pestilente del Zanjón de la Aguada. Por un momento creo olvidar la poderosa combustión que me tiene a mal traer y comenzar el nuevo día con un tardío aire de ensoñación desprendiéndoseme de la mirada, pero todo es inútil. Todo es terrible y lapidariamente inútil.

El aire huele a mal carbón en mala combustión y a parafina barata en mala combustión y a carbón y a parafina y a parafina y a carbón y ya siento que soy tan sólo una parte más de este endiablado entramado de combustión y olores imposibles y así, con la simpleza de lo imposible, con más imaginación que talento y con una mirada verdaderamente atrayente me uno al nuevo día, con mi carga precisa de comburentes, respirando profundo el escaso oxigeno del entorno y expulsando la mayor cantidad de anhídrido carbónico posible de mi maltrecho cuerpo, una y otra vez, una y otra vez, hasta que el día se transforma en algo indefinido y el sol se cansa de brindarnos su perpetua luz.

DESPUÉS DE TODO

Después de todo somos viajeros. Nuestros pies remarcan y pisan las huellas dejadas por otros hace mucho tiempo atrás. Después de todo el viento, la lluvia inicial del mes de agosto, la danza del nuevo día sobre mi cabeza despejada y la luz del sol son nuestro único verdadero referente.

Cada noche veo el cielo caer bajo mi ventana de fieltro y sé perfectamente que todas las estrellas han muerto hace mucho tiempo atrás y mi piel se estremece con el espectáculo brindado por el mundo y mi ojo de milenio tardío no da crédito frente a tanto animal planetario moribundo.

Después de todo no somos sino lo que somos, finas estructuras de carne y hueso adheridas a la piel del porvenir. Después de todo vibramos al unísono del nuevo día y nuestro pecho recibe el abrazo de la mañana con un aire irresoluto de libre expectación.

Después de todo nos ceñimos cada mañana nuestro antiguo traje desgastado por los días, sastres de nuestro propio destino, articuladores de los próximos temblorosos pasos, herméticos transeúntes en un constante vibrar entre este mundo y el que perdimos irremediablemente en los sueños.

Después de todo todo y nada nos pertenece, después de todo vivimos y perduramos en el día y nuestro lenguaje se purifica cada mañana y así nos vamos haciendo
viejos y a veces, de vez en cuando, alguna extraña premonición de muerte nos embarga el pecho y la muerte pasa con su vestido de hielo cargando el peso de los que han partido y los que han partido han dejado un vacío parecido al de una fotografía perdida del marco frente al espejo que nos observa temprano al despertar.

Y así ha sido todo, un permanente bregar en dirección del vaento sur. Y así ha sido todo, los días nos enseñan a vivir, cada día es un nuevo aprendizaje y cada noche es un nuevo contemplar el cielo desde tiempos inmemoriales, pero ninguna estrella nueva se ha adueñado del horizonte oscuro de los sueños, pero nunca nadie ha visto jamás la muerte y el nacimiento prematuro de una estrella y así ha sido todo entonces,
vivir y revivir, durar y perdurar, encontrar nuestro sitio en medio del gentío, ubicar nuestra estructura en el punto exacto en donde ya no pesa demasiado para
nuestro entendimiento, en donde de verdad comienza peregrinamente a sernos útil y esa utilidad nos libera y nos hace ser mejores. Y así ha sido todo entonces,buscar los indicios en el pavimento, seguir las viejas huellas intentando no salirse del camino, extraviar irremediablemente el camino, rearmar el sendero, reconstruirlo con imaginación, con inteligencia, con intuición, caminar ciegamente, tan sólo confiando en la brújula de nuestro corazón radioactivo, tan sólo confiando en la estrella perdida que guía nuestros pasos, tan sólo pensando en el fuego que habita en
nuestro pecho. Caminar y saber que el camino elegido es el correcto, caminar y estar seguro del camino.
Caminar, tan sólo caminar.

sábado, 14 de agosto de 2010

ZURDO

Nací zurdo hace poco menos de 40 años. En esa época, pese a que aún persistía la dictadura de los “diestros”, y a que toda la tecnología giraba en torno de su habilidad, ya nos habíamos alejado lo suficiente de la época dolorosa en que se nos quemaba y discriminaba abiertamente debido a nuestra condición. La mano SINIESTRA, la mano del pacto con las fuerzas oscuras, la mano que inequívocamente nos remitía a lo negativo, a la mala suerte, a lo prohibido. Aún persiste, sin embargo, esa antigua creencia que tiende a diferenciar entre lo izquierdo como ejemplo de todo lo negativo y lo derecho como sinónimo de lo correcto.

Ahora, seguramente, es más fácil vivir en este mundo de diestros, aunque en este proceso exista mucho de acomodarse, de perder una parte importante de nuestra identidad zurda y ajustar el movimiento corporal y la mirada para no ahogarnos en nuestra diferencia. Cuando era muy pequeño, mi madre me cuenta que me obligaba a escribir con la mano derecha, hasta algunas cachetadas me llegaron en este aprendizaje, mi testarudez fue mayor y pronto se dio por vencida, pero pronto llegó también la constatación de mis debilidades. Mi letra era lejos, menos armónica que la de mis compañeros y compañeras, las hojas de mi cuaderno siempre estaban dobladas y cuando escribía hacia mi derecha, pasaba a llevar la tinta recién escrita y manchaba el cuaderno. La profesora no establecía diferencias entre mi dificultad y la facilidad de los otros para escribir y mis notas acentuaban aún más esa compleja diferencia. Como las palabras terminan por construir ámbitos de realidad en nuestro inconsciente, comencé a creer de verdad que tenía el gen de la torpeza entre mis dedos. Mi viejo reforzaba esta persistente creencia cada vez que me pedía hacer algún trabajo práctico en la casa y veía el proceso y el resultado final. Nada quedaba como él me lo pedía. Apretar un alambre con el alicate, atornillar, desatornillar, usar la llave francesa, abrir un maldito tarro de conservas con el viejo abrelatas, usar la tijera, martillar un clavo, trazar una línea con la tiza, utilizar la huincha de medir y otros tantos ejercicios cotidianos resultaban ser tareas que evidenciaban mi torpeza por lo que abandoné rápidamente las manualidades y el aprendizaje de los oficios. Me transformé en un obrero que no ejercía su ser social.
Probablemente, y lo pienso ahora, luego de 39 años, pasando pocos minutos de la medianoche, esta incompatibilidad entre yo y las acciones cotidianas fue una de las causas de mi emancipación lectora. Dado que era un perfecto inútil para hacer cosas cotidianas y sencillas, lo mejor que podía hacer era dedicarme a la compulsiva necesidad de leer, una actividad silenciosa, que sólo requería un cierto sencillo adiestramiento para enajenarse del ruido urbano y de sus complejas manualidades.
Me costó demasiado tiempo darme cuenta, asimilar y vivir serenamente mi forma zurda de entender y vivir en el mundo. Jamás entendí porque debían pasarme el zapato derecho para probar zapatos nuevos. Cuando entendí que se trataba tan sólo de otra forma de universalizar el mundo de los diestros, comencé a pedir el zapato izquierdo, más cómodo y que me daba la sensación de seguridad y equilibrio más que el derecho. Del mismo modo entendí que me sentía más cómodo sentado al lado izquierdo del microbús
Aún persisten algunas incomodidades como el saludo de mano, o el servicio puesto en la mesa, o el uso del teclado del computador y la dificultad de usar el espacio de los números pues estos están al lado derecho, o usar relojes de mano y darle cuerda con la mano derecha, o el vivir el tráfico vehicular en la ciudad, o las sillas en la universidad, o en fin, muchas y tantas convenciones sociales hechas para el mundo de los que viven de su mano derecha.
Creo que falta aún un largo tiempo para que si al levantarnos pisemos con el pie izquierdo no asociemos este hecho con la mala suerte, pero en esa senda caminamos. Aunque los inventos de días para celebrar algo terminan por agobiarme, comienzo a tenerle algo de cariño a este 13 de agosto, DÍA DE LOS ZURDOS, después de todo, también formamos parte de las grandes minorías que componen esta trama de la sociedad y hay algunos zurdos bastante organizados que han escrito mucho sobre nuestra historia de persecuciones y anécdotas. Basta solo echar una ojeada por el ciber mundo y de muestra les dejo esta sencilla página:
http://www.zurdos.cl/educando.html




jueves, 12 de agosto de 2010

NO ES EXTRAÑO QUE ASÍ SEA

Este es en verdad el individuo. Su poderosa y antigua armazón humana no hace sino desplegar ondas multicolores en todas las direcciones. Si sólo se vieran. Si sólo pudieran tocarse. Si solo y solamente tan sólo.

Cuando camina, un poco del vaivén terrestre arrastra consigo; sus pies tocan la humedad de la tierra como si la besaran y el asfalto le resulta insoportable, torpemente insoportable, insufrible, invivible, demasiado arisco, demasiado plano y hermético, demasiado compacto y unísono para su costumbre de suelo movedizo y fértil.

En sus manos este individuo lleva consigo un instrumento de magia y poderosa hechicería que todo lo transforma con su ecléctica arremetida de letras y verbos conjugados en tiempos atemporales en una perfecta conjunción de sexual y sensual desplante escénico. Manos chamánicas, ritualísticas, agoreras de un tiempo perdido en la marea inconsistente de este lapsus occidental que nos abruma con su poción de olvido eterno, y el olvido se adueña de nuestros temblorosos pasos, y el olvido cierra todas las puertas de la memoria con pesados condados de incomprensión, y el olvido nos hace desconocer el sencillo origen de todas las cosas y olvidamos el sentido que tiene un corazón latiendo con resolución pero sin prisa alguna... Olvidamos que en materia de prisas nos basta y nos sobra con la propia y permanente velocidad del planeta y la brisa de un mes indefinido que revuelve nuestro ya inquieto cabello que busca el punto exacto en el cual depositar sus plegarias. Manos recónditas de tahúr, manos prietas de escribiente nervioso y temeroso. Temo por el destino de la humanidad, temo por mi propio destino aunque nunca tanto en realidad, temo por los días de lluvia ácida que no llegan nunca jamás, temo que el sol no salga cada mañana de plenilunio y de salvaje despertar en medio de un húmedo sueño.

Este es el individuo, el hombre natural y mortífero habitante de los días de cuya sangre bebe el dios del tiempo. Este es el individuo, el todo auténtico y bastante masculino representante del género perdido de nuestro género masculino. Este es el individuo, el navegante inquieto en su velero de nuez partida dispuesto a tomarse el cielo por asalto una y otra vez en un movimiento de frenética dulzura hasta que el día se haga noche o hasta que el tiempo pierda toda consistencia para mis sueños de un mundo mejor.

miércoles, 11 de agosto de 2010

...O LA NOCHE ES CASI PERFECTA

El calor, el dorado calor torna muy lenta la noche. La respiración presenta una armonía extraña, anómala, como si una parte no definida de la piel activara sus sensores de peligro, como si de pronto todo el cuerpo se convirtiera en un gran sismógrafo que detectara hasta el mínimo movimiento de una bacteria perdida en el cosmos irregular. El hombre se acerca hacia su espacio de libertad total, el movimiento se torna vertiginoso, la adrenalina fluye en un caudal incontenible, como si se abrieran las compuertas de una represa que por mucho tiempo permaneció dormida.

Todo despierta en este instante.
La ciudad se hunde en un ritmo salvaje y cargado de signos sonoros y auditivos. Toda la piel se convierte una vez más en un gran detector de sensaciones, la piel se disfraza de cordura, la piel enjuaga su fina estampa con la brisa cálida de una noche que no va a ninguna parte, que se queda estática y sin vida para acompañarnos y para dormir con nosotros, si es que el sueño avanza sin ruido, si es que el sueño se acostumbra al peso de nuestra prodigiosa estructura. La frenética noche aquella de los lamentos nostálgicos de un pasado que ya no nos recuerda como nosotros a él. La frenética noche aquella en que Orión al igual que siempre salía a cazar en espera de una presa digna de sus intrépidas posibilidades. La frenética noche aquella del diluvio aquel de palabras incontenibles lanzadas con descaro al ritmo inconstante del viento sur, la noche aquella, evitable y desgastadora.
Nadie es el mismo entonces, nadie conserva su estructura del mismo modo que nadie mira con la misma naturalidad. El mundo ha sido estremecido de súbito por un fuerte movimiento telúrico y los hombres no atinan a nada más que a lanzar sus constantes prédicas y sermones buscando la presencia infinita de poderes ocultos más allá del entendimiento. La noche aquella en que aflora lo más oscuro de nosotros, nuestra alma cubierta bajo 7 nigrománticas llaves, la emoción oscura de lo que fuimos y ya no volveremos más a ser, o tal vez sí o tal vez no, en fin, soñemos entonces, en fin.
Hubo un tiempo veloz e inexacto que abrigo en la memoria, un tiempo de sensaciones prodigiosas. Yo era libre en medio del caos absoluto, yo era totalmente libre mientras la gente caía a mi alrededor, mientras mis hermanos eran encerrados en lóbregas mazmorras y sus gritos era acallados por el eco imposible de muros que todo lo ocultaban. En fin, hubo una época dorada en que volaba pese a no contar con medio de transporte alguno. Mis ojos volaban, atravesaban la extensión calcárea del suelo agreste de mi barrio, cruzaban los pozos sépticos y su inmundicia permanente, eran capaces de abstraerse de los basurales que a su paso se encontraban como señales inequívocas de asentamientos humanos recientes, dolorosa y certeramente recientes. Mis ojos levitaban muy lejos, reconocían voces distantes y dialogaban con los astros en noches sin Luna como hace tiempo no he visto. Una secreta complicidad se establecía entre los elementos, su poder inasible y mi propio sentimiento de humanidad frente a tanta vastedad y misterio. Tengo 15 años y estoy en medio de la nada. Mi corazón acumula una rabia que no tiene forma alguna de liberar toda su prodigiosa fuerza. Mi corazón es una gran caldera que no libera su energía. Mi mirada cobra un brillo insólito. Mis ojos se cierran de vez en cuando. No quisiera estar aquí sintiendo el ruido de las ratas atravesando la madera una y otra vez, una y otra vez, nadie puede concentrarse en la lectura con semejante incentivo auditivo. No quisiera estar aquí, bajo la gotera interminable del invierno sobre mi oreja izquierda, mal augurio por cierto, calado de frío, húmedo por dentro y por fuera; la lluvia me genera contradicciones vitales, no dejo de pensar en su maravillosa prestancia secular, en su infinita dulzura, en su transparente puesta en escena sobre el techo de esta casa en ruinas que me alberga, pero tampoco puedo dejar de pensar en la humedad de mi cama y en como ubicar mis precarios libros para que la tenacidad de las goteras no les haga daño, y en qué rincón de mi pequeño cuarto dejar la cama para leer tranquilo sin que las gotas me refresquen a cada instante la memoria, la dura memoria de mis días sin gloria, la memoria del presente, de lo que he sido, de lo que soy y de lo que seré; nadie puede concentrarse y leer un buen libro con los huesos morados por el frío inclemente del invierno que penetra a raudales y sin vergüenza por todos los rincones; nadie puede concentrarse y sólo leer si debe hacer el quite permanente a las gotas que se despliegan del pretérito techo cuya función de protección y aislamiento está en total entredicho.
No quisiera estar aquí en medio del permanente desgaste de mis viejos. Esto es el oeste y las balas atraviesan los muros de madera y se esparcen en todas direcciones por el campamento, los perros anuncian la llegada de algún desconocido, la vecina enciende su radio a todo volumen, música de mierda, agotadora y anestesiante que cansa mis oídos. La otra vecina imita a la anterior, es otra radio, es otra melodía, pero es el mismo volumen endiablado y la misma sensación de agobio y asfixia. Luego la del frente hace exactamente lo mismo, y la de más allá, y la de más allá; el barrio entero es una Babel de idiomas irreconocibles y nadie es capaz de controlar el flujo activo de decibeles.
La madre grita sin control y el padre grita también y las hermanas gritan y el vecino grita y la vecina grita y las hijas de los vecinos gritan y la mujer que vive frente de mi casa es la que grita más que todos y los perros callejeros se ponen de acuerdo para ladrar todos a la vez y las balaceras de distinto calibre se suceden una tras otra en la noche de mis noches, y el corazón que se resiente, y el corazón que se me aprieta en un nudo bipolar sin posibilidades de estallar y descansar y comenzar todo de nuevo. Todo es un permanente viaje hacia ninguna parte, todo es un constante aproximarnos hacia la orilla del acantilado, un cotidiano acercamiento hacia el fin y el fin está cerca y el fin no está sino a la vuelta de la esquina, en algún lugar acechando, esperando a su presa con paciencia, con la paciencia oscura del que se sabe maldito y perdido y extraviado y totalmente abatido. Nadie puede concentrarse y leer un buen libro mientras las balas atraviesan los muros de madera y cartón y el mundo grita sus últimos estertores de agonía y caos y la noche parece no ir a ninguna parte.
Tengo 15 años, no recibo visitas, eludo la conversación con mis amigos, asumo un aire distante, perdido; mudo transito por esta tierra que aprendo a descubrir día a día. Lentamente aprendo también a concentrarme, a convivir con los gritos, con el frío, con las goteras y el ruido de las ratas abriéndose paso por todas partes sin miramientos de ninguna especie. Lentamente aprendo a ser parte de la humanidad que viaja a la deriva por las mañanas antes de que amanezca y que sube al microbús repleto y se va incómoda, apretada y con sueño a servir a otros. Lentamente aprendo a callar y entrar cada vez más en interminables diálogos interiores de los cuales no salgo en semanas. Aprendo a vivir olvidándome de todo, aprendo a estar bien cerrando los ojos y pensar que esas balas son de alguna película lejana que dan en algún antiguo cine de barrio como una obra benéfica para ayudar a los niños tristes y hambrientos de Somalía.
Una parte de mi se niega a ser devorada por completo.
Vivo una especie de adormecimiento, de anestesiamiento y no soy el único, formo parte integrante de un gran caudal de hombres y mujeres dormidos, inoculados con pastillas o soma contra la rebeldía, estoy muerto en vida y ni siquiera soy capaz de cuestionarme ese hecho empírico. Me toco el sitio del corazón y donde antes estuvo ese magnífico volcán en permanente estado de éxtasis y rebeldía sólo hay un gigantesco cráter inactivo, dormido, totalmente dormido. Viajo a la deriva también, pero algo en mi se niega a morir irremediablemente como un autómata obseso y obsecuente; algo en mi despierta de súbito y yo me encuentro en medio de una lluvia de abril totalmente lúcido, hiperlúcido, con mis manos atrapando un poco de aire en medio del diluvio urbano, un poco de oxigeno para limpiar mi cuerpo marchito por los años, un poco de esperanza para entender la forma correcta de pararse y sobrevivir. Estoy en medio de un camino larguísimo de reconstrucción interna, mis heridas curan sin prisa y mi corazón comienza a liberar todas y cada una de sus interminables historias, delirios, y trozos de historia que nadie quiere recordar.
Soy un hombre que mira hacia el horizonte y en su mirada abriga la certeza de mundos imposibles; así soy, un hombre que aprende lentamente a convivir una vez más tras la oportunidad de su vida, un hombre que se niega al olvido pero que mira el futuro con una pupila de fuego y otra cargada de esperanza, un hombre que aprende, que no sabe todo de todo sino algunas pocas cosas, pero cuyo corazón late de prisa y con un ritmo pausado y prodigioso. La tierra me ve pasar y me abriga, el viento me baja la temperatura corporal, la noche se convierte en mi permanente cómplice y nada tiene ningún sentido si no visto con mis trajes antiguos.

martes, 10 de agosto de 2010

CON GANAS DE TRIUNFAR

CLAVE: PROFESOR DE MATEMÁTICAS
El problema de las matemáticas no son las matemáticas en sí mismas, son algunos (as) profesores (as) de matemáticas. Ellos han realizado un esfuerzo sobrehumano por hacernos detestar la maravilla que se esconde detrás de la aparente aspereza y aridez de los números. Un educador debe estar enamorado de su arte y debe ser capaz de traspasar ese amor hacia sus estudiantes. Debe vibrar y hacer vibrar a su clase, debe producir ese encantamiento que torna atractivas las cosas sencillas, debe develar misterios insondables y hacer de la oscuridad un lugar habitable. Las matemáticas y sus prodigiosas regularidades son, en ese sentido, un gran aliado.

Sobre esto, en gran medida, nos habla la película Con Ganas de Triunfar, que les presento en CINE PEDAGOGÍA. El personaje central de esta cinta, producida en el año 1987, es el profesor de matemáticas Jaime Escalante, el que a través de un particular método de trabajo pedagógico es capaz de estremecer los cimientos de una escuela ubicada en un barrio obrero y latino de la ciudad de Los Ángeles, en dónde la violencia, el consumo de drogas, las pandillas y una soberana indiferencia sobre el porvenir son el pan de cada día… ¿Nos resulta conocido esto último?.

FICHA TÉCNICA DE LA CINTA

1. TITULO: “Stand and Deliver”, o “Con Ganas de Triunfar”, o “Lecciones Inolvidables”
2. AÑO: 1987
3. DURACIÓN: 103 minutos
4. PAÍS: EEUU
5. DIRECTOR: Ramón Menéndez
6. ACTORES: Edward James Olmos, Rosana de Soto, Andy García, Lou Diamond Phillips

SOBRE JAIME ESCALANTE
Jaime Escalante fue, efectivamente, un profesor de matemáticas. Nació en La Paz, Bolivia, y durante 14 años ejerció en su país de origen el oficio de maestro de Física y Matemáticas. Más tarde y tras una breve estadía en Puerto Rico se radica definitivamente en la tibieza de California, lugar en dónde debe sortear las dificultades de todo inmigrante que cruza el río Bravo. Al cabo de 10 años, aproximadamente, logra un puesto como profesor en la Escuela Secundaria de Garfield y lo demás es historia conocida. El supo, a través de su metodología particular, motivar a un grupo de estudiantes sumidos en la adversidad par
a que rindieran un examen de cálculo, con el objeto de estudiar una carrera universitaria. La mayoría de los estudiantes aprueba satisfactoriamente el examen y año tras año, la cifra de aprobaciones exitosas aumenta. Sin embargo, las clásicas incomprensiones y la reducida amplitud visual de los superiores obligan a Escalante a abandonar el proyecto que lo hizo famoso en todo Norteamérica.

La cinta nos muestra precisamente aquel período inicial en el que el profesor Escalante comienza a desarrollar su propuesta pedagógica, interpretado de manera brillante por Edward James Olmos, quien se empapó de tal manera con la persona detrás de su personaje que se hizo un buen amigo del profesor, tanto, que fue el mismo actor el que acompañó al viejo y real maestroen sus últimos días de vida mientras un cáncer terminaba de consumir su cuerpo el 30 de marzo de 2010.

ACTIVIDADES SOBRE LA CINTA (que encontré en la web)
Preguntas para discutir:

1.
¿Cómo se aplica el concepto de "ganas" a esta película? ¿Puedes lograr grandes cosas sin ellas? ¿Tienes "ganas" de alcanzar algo en tu vida?
2. ¿Estuvo correcta la decisión de volver a presentar el examen para probar que no habían hecho trampa?
3. ¿Por qué piensas que todos los estudiantes cometieron el mismo error?
4. La película inicia con una larga toma del río de Los Angeles que en la mayor parte es un canal de concreto. ¿Qué simbolismo tiene esta toma? ¿Cómo se relaciona con el resto de la película?
5. ¿Afectó la película tus sentimientos acerca del concepto "inocente hasta que se pruebe tu culpa"? Describe ese efecto.
6. Ángel es un personaje interesante, constantemente metido en problemas e igualmente pensando cómo salir de ellos. ¿Qué representa este personaje? ¿Qué pensaba él sobre el profesor Escalante al principio, y cómo cambió?
7. ¿Crees que Escalante es un modelo de profesor?
8. La película es honesta sobre algunos errores del Sr. Escalante. ¿Puedes describir algunos de ellos?
9. ¿Estarías dispuesto a sacrificar tus mañanas, tardes y fines de semana, y una buena parte de tus vacaciones de verano para probarte a ti mismo que puedes aprender cálculo y puedes pasar un examen difícil? Para los estudiantes de la película, ¿fue más un esfuerzo para aprender cálculo, o para pasar un examen, o para algo más?
10. Describe los efectos corrosivos de la pérdida de autoestima en relación a los alumnos que aparecen en la película.
11. Una de las cualidades especiales de Mr. Escalante era que tenía grandes expectativas de sus alumnos. ¿qué importancia tienen las expectativas de un maestro sobre sus alumnos? ¿Qué importancia tienen las expectativas de los padres sobre sus hijos? ¿Cuál es la importancia de las expectativas de uno mismo sobre sí mismo?
12. ¿Hizo lo correcto Mr. Escalante al ir al restaurante a hablar con el padre de una de sus alumnas para persuadirlo de que le permitiera asisitir a las clases especiales? ¿Cuál es el papel apropiado para un maestro cuando se comunica con la familia de sus alumnos?
13. Describe algunas de las técnicas que Mr Escalante empleó para mantener interesado al grupo.
14. ¿Fue un acto racista de parte del Servicio de Exámenes al investigar alos estudiantes y cuestionar sus resultados en las pruebas, o fue un acto apropiado a las circunstancias?
15. ¿Recuerdas a la maestra que encabezaba la academia de matemáticas en la preparatoria Garfield? Esta maestra tenía bajas expectativas de sus alumnos y pensaba que los alumnos habían hecho trampa. ¿Qué provocó en ella el tener estas actitudes?
16. ¿Qué te sugiere esta película acerca de las contribuciones especiales que maestros motivadores pueden hacer en su comunidad y en su escuela?

ALGUNOS ENLACES
http://es.wikipedia.org/wiki/Jaime_Escalante
http://www.youtube.com/results?search_query=jaime+escalante&aq=f