Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

viernes, 27 de agosto de 2010

GYPSY WOMAN

Suenan bien los gloriosos y casi siempre impúdicos tambores. La sencilla música
despierta los viejos sentidos adormecidos y anestesiados en un rincón perdido del inconciente. No hay tambores, es el clásico tam tam tam de mi inquieto corazón. Este loco corazón que salta de contento cada vez que una brisa tuya se deposita en mi cuello. Este hiperactivo corazón que se mueve al ritmo de su propio ritmo cardiaco y que señala sereno la hora de ayer y la de mañana con su rítmico caminar. Tam, tam, tam.

Suenan los tambores. La música desliza su pétreo acorde a través del acorde oscuro de la noche fría de esta esquina del invierno. No hay tambores, ya lo he dicho tantas veces, es tan sólo mi querido corazón disparatado que dispara dardos de lujurioso amor en dirección al sur no muy lejos de aquí. No hay música, es el chasquido de mi lengua que tararea una perdida melodía de Muddy Water, “Southbound Train” tal vez, tal vez “Gypsy Woman”, tal vez nada. No hay melodía, tal vez nada exista, tal vez sí o tal vez no, tal vez mujer, tal vez.

Suenan los tambores. La música zigzaguea en mi oído como un reptil cargado de sensualidad. Tengo problemas para ajustar los hilos de la memoria. Creo haber dicho algo así como que nada de tambores y nada de melodías… Eso, eso, eso. Nada de melodías y tambores que suenan anunciando el advenimiento de los jinetes aquellos del Apocalipsis que alguna vez me fumé joven y valeroso de puro snob, tal vez. Eso sí, tal vez sí o tal vez no, tal vez mujer, tal vez.

Suenan los tambores. La música no ha dejado de sonar un solo instante, pese a las voces desérticas que insisten como animales porfiados y mañosos en querer demostrarnos que aquí nada ha ocurrido, que mi conciencia tiene el mismo nivel de profundidad intelectual que antes de la humedad verde y la neblina colombiana, y las cosechas nacionales y los puntos rojos desprendiéndose del cielo nocturno de algún nocturno cielo de Santiago de Chile hace mucho, mucho tiempo atrás, tal vez sí o tal vez no, tal vez mujer, tal vez.

Suenan los tambores, tal vez sea cierto que suenan después de todo. La música deleita mis oídos y eso me hace sentir bien. Todo está en calma y la lluvia que no ha llegado ha dejado un ligero perfume de humedad coitus interruptal. Una lluvia que no fue. Una humedad que no te pertenece, que no nos pertenece ni un solo instante. En fin noche de martes, en fin. Mañana será otro día o tal vez sí o tal vez no, tal vez mujer, tal vez.
(con imágenes de la fotógrafa Francesca Woodman)

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