Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

sábado, 14 de agosto de 2010

ZURDO

Nací zurdo hace poco menos de 40 años. En esa época, pese a que aún persistía la dictadura de los “diestros”, y a que toda la tecnología giraba en torno de su habilidad, ya nos habíamos alejado lo suficiente de la época dolorosa en que se nos quemaba y discriminaba abiertamente debido a nuestra condición. La mano SINIESTRA, la mano del pacto con las fuerzas oscuras, la mano que inequívocamente nos remitía a lo negativo, a la mala suerte, a lo prohibido. Aún persiste, sin embargo, esa antigua creencia que tiende a diferenciar entre lo izquierdo como ejemplo de todo lo negativo y lo derecho como sinónimo de lo correcto.

Ahora, seguramente, es más fácil vivir en este mundo de diestros, aunque en este proceso exista mucho de acomodarse, de perder una parte importante de nuestra identidad zurda y ajustar el movimiento corporal y la mirada para no ahogarnos en nuestra diferencia. Cuando era muy pequeño, mi madre me cuenta que me obligaba a escribir con la mano derecha, hasta algunas cachetadas me llegaron en este aprendizaje, mi testarudez fue mayor y pronto se dio por vencida, pero pronto llegó también la constatación de mis debilidades. Mi letra era lejos, menos armónica que la de mis compañeros y compañeras, las hojas de mi cuaderno siempre estaban dobladas y cuando escribía hacia mi derecha, pasaba a llevar la tinta recién escrita y manchaba el cuaderno. La profesora no establecía diferencias entre mi dificultad y la facilidad de los otros para escribir y mis notas acentuaban aún más esa compleja diferencia. Como las palabras terminan por construir ámbitos de realidad en nuestro inconsciente, comencé a creer de verdad que tenía el gen de la torpeza entre mis dedos. Mi viejo reforzaba esta persistente creencia cada vez que me pedía hacer algún trabajo práctico en la casa y veía el proceso y el resultado final. Nada quedaba como él me lo pedía. Apretar un alambre con el alicate, atornillar, desatornillar, usar la llave francesa, abrir un maldito tarro de conservas con el viejo abrelatas, usar la tijera, martillar un clavo, trazar una línea con la tiza, utilizar la huincha de medir y otros tantos ejercicios cotidianos resultaban ser tareas que evidenciaban mi torpeza por lo que abandoné rápidamente las manualidades y el aprendizaje de los oficios. Me transformé en un obrero que no ejercía su ser social.
Probablemente, y lo pienso ahora, luego de 39 años, pasando pocos minutos de la medianoche, esta incompatibilidad entre yo y las acciones cotidianas fue una de las causas de mi emancipación lectora. Dado que era un perfecto inútil para hacer cosas cotidianas y sencillas, lo mejor que podía hacer era dedicarme a la compulsiva necesidad de leer, una actividad silenciosa, que sólo requería un cierto sencillo adiestramiento para enajenarse del ruido urbano y de sus complejas manualidades.
Me costó demasiado tiempo darme cuenta, asimilar y vivir serenamente mi forma zurda de entender y vivir en el mundo. Jamás entendí porque debían pasarme el zapato derecho para probar zapatos nuevos. Cuando entendí que se trataba tan sólo de otra forma de universalizar el mundo de los diestros, comencé a pedir el zapato izquierdo, más cómodo y que me daba la sensación de seguridad y equilibrio más que el derecho. Del mismo modo entendí que me sentía más cómodo sentado al lado izquierdo del microbús
Aún persisten algunas incomodidades como el saludo de mano, o el servicio puesto en la mesa, o el uso del teclado del computador y la dificultad de usar el espacio de los números pues estos están al lado derecho, o usar relojes de mano y darle cuerda con la mano derecha, o el vivir el tráfico vehicular en la ciudad, o las sillas en la universidad, o en fin, muchas y tantas convenciones sociales hechas para el mundo de los que viven de su mano derecha.
Creo que falta aún un largo tiempo para que si al levantarnos pisemos con el pie izquierdo no asociemos este hecho con la mala suerte, pero en esa senda caminamos. Aunque los inventos de días para celebrar algo terminan por agobiarme, comienzo a tenerle algo de cariño a este 13 de agosto, DÍA DE LOS ZURDOS, después de todo, también formamos parte de las grandes minorías que componen esta trama de la sociedad y hay algunos zurdos bastante organizados que han escrito mucho sobre nuestra historia de persecuciones y anécdotas. Basta solo echar una ojeada por el ciber mundo y de muestra les dejo esta sencilla página:
http://www.zurdos.cl/educando.html




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