Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

domingo, 23 de mayo de 2010

LA ESCUELA Y EL TRABAJO DOCENTE DESDE LA ETICA DE LA LIBERACION


La educación ha sido la herramienta fundamental de socialización desde toda la existencia de la especie humana. La familia ha sido siempre la primera fuente de socialización y en la medida que las sociedades se complejizaron entregaron este rol a otras instituciones, con lo que nació la Escuela.

A lo largo de la historia y fundamentalmente en nuestra época actual lo que no debería dejarnos de preocupar es la permanente e histórica vinculación entre la institución Escuela y los modelos ideológicos imperantes. La escuela, como institución funcional de la cultura dominante, representa fielmente sus valores y pautas, y las impone o requiere de los educandos de culturas diferentes . La Escuela, en tanto institución de acceso masivo en las actuales sociedades representa, desde esta lógica, no ya los intereses del conjunto de la sociedad, sino que por el contrario, los de un sector minoritario que posee el poder económico y en la mayoría de los casos que ejerce también el control político.

De esta manera, la educación impartida en las escuelas se transforma en un proceso social que, en esencia, prescindiendo de las particulares estructuras sociales y culturales en que se encuentra, cumple un rol netamente instrumental o “técnico” dentro de la sociedad . Este rol está definido, entonces, por las relaciones de dominación que las elites han establecido a lo largo de la historia. Las relaciones de dominación desde esta perspectiva, son el resultado de la materialización histórica de ideologías de naturaleza elitista, de formulaciones que buscan expresar y satisfacer los intereses sociales minoritarios a través del control de los mecanismos de poder de la sociedad fundamentalmente de las comunicaciones, del aparato de producción y del Estado .

Del mismo modo y en relación con el uso que se le ha dado a la educación las elites han legitimado su posición de privilegio y dominación, haciendo prevalecer sus ideas, actitudes y comportamientos a nivel de la cultura. La cultura es fundamentalmente, aunque no en forma exclusiva, expresión de la elite dominante que, a través de los diferentes métodos y agencias de socialización de que dispone la sociedad se ejerce sobre la conciencia de los dirigidos.

Quien controla el discurso, entonces, y le otorga contenido, aunque los términos utilizados y el contexto sean los propios del campo educativo, es el sector dominante. Sus ideas a través del control de la Escuela, se transforman en las ideas de toda la sociedad, pasan a ser las ideas compartidas por todos. En esta lógica, los discursos originales son descontextualizados de la base social que le dio vida y recolocados de acuerdo a nuevos principios de reordenación y enfoque. La utilización de un lenguaje polisémico, es decir, atribuible a discursos muy diferentes, es la estrategia central. Algunos de los términos funcionales a esta estrategia para construir el discurso en el área de la educación son precisamente descentralización, participación y autonomía. De pronto, entonces, nos encontramos con que elementos ideológicos de los grupos dominantes, escondidos en términos de una referencialidad que todos creemos conocer, pasan a ser tremendamente populares, más aún, pasan a formar parte de la conciencia popular, construyendo un “nuevo sentido común” .

Para lograr su objetivo, la ideología dominante de la elite, trabaja sobre los sentimientos populares y reorganiza miedos genuinos de la gente. No es necesario para ella reemplazar totalmente una concepción del mundo y de las cosas por otra, sino lograr la correcta combinación entre viejos y nuevos elementos de pensamiento. Para causar un efecto “real” este “nuevo sentido común” se conecta con problemas y experiencias “reales”.

La educación, en tanto promotora del actual orden de cosas cobra una inusitada importancia, pero del mismo modo su importancia puede ser vista desde la perspectiva opuesta, es decir la educación en tanto elemento que promueve la libertad. En este punto la educación aparece como aquel terreno en que el poder y la política adquieren una expresión fundamental, ya que es allí donde el significado, el deseo, el idioma y los valores se vinculan entre sí y responden a las más profundas creencias sobre la naturaleza misma de lo que significa ser humano, soñar y señalar y luchar por una forma concreta de vida futura .

En este contexto se vierte el espíritu transformador y de resistencia de la educación que promueve un mañana distinto, asumiendo su compromiso político con la transformación de esta sociedad hacia una sociedad más justa.

Paulo Freire ve la educación “como un proceso afectivo y social, dotado de esperanza y solidaridad, que posibilita el desarrollo de la autonomía en el aprendizaje. Transformar la educación en una experiencia de liberación conciente requiere de crear nuevas vivencias, solidarias, y nuevas relaciones sociales y humanas” Desde esta perspectiva, el acto liberador al que nos acerca Freire se produce en el instante en que el educando o la persona que vive el acto de liberarse comienza a creer en sí mismo, mirándose, comprendiendo y actuando sobre su propia realidad, junto a aquellos con quienes convive cotidianamente.

Hoy más que nunca la educación se instala en las agendas políticas y económicas de los países subdesarrollados producto de decisiones de las nuevas alianzas politicoeconómicas. El sistema productivo usa la educación a su favor en una cadena interminable de sucesos que sólo busca promover una nueva forma de apropiación cultural por parte de las elites. En este marco una visión renovada de la educación debe colocar en su esencia la esperanza, como nos dice Gadotti: “Reinstalar la esperanza”; es decir, renovar su espíritu. Se hace absolutamente imprescindible entonces reconstruir nuestros viejos sueños-ideas con respecto a lo que necesitamos y queremos construir a partir de la educación.

Pese a la complejidad del panorama actual es necesario plantear que como sociedad debemos bregar por conformar un ámbito de esperanza, ya que esos sueños y metas educativas se transmitirán, se proyectaran hacia las nuevas generaciones; los niños, niñas y jóvenes. A partir de esta noción, es fundamental definir qué educación requerimos para transformar las condiciones que oprimen a nuestros niños en situaciones que enriquezcan su desarrollo como individuos, ciudadanos y colectividades. En este sentido, una vez más es necesario reafirmar que una educación que promueva la libertad y el respeto por todos los seres humanos es el tipo de educación que la pedagogía social debe ayudar a promover

Freire nos plantea que la práctica educativa es una dimensión de la práctica social, y en cuanto práctica social, la práctica educativa en su riqueza, en su complejidad, es un fenómeno típico de la existencia y, por eso mismo, un fenómeno exclusivamente humano. De ahí también, que la práctica educativa sea histórica y tenga historicidad. La existencia humana no tiene el punto determinante de su trayectoria fijado en la especie. Al inventar la existencia, como los materiales que la vida les ofrece, los hombres y las mujeres inventarán o descubrirán la posibilidad que implica necesariamente la libertad, que no recibirán más que luchando por ella

La vertiginosa serie de transformaciones que ocurren en el planeta como consecuencia de la revolución informática de los últimos 30 años, que esta a la base de tales transformaciones y que se caracteriza por la rapidez y recurrencia de los cambios que vive el mundo en estos días hace hablar a diversos pensadores “integrados” desde la educación. El análisis que se escucha repetidamente es que es la educación la que debe cambiar para responder a las exigencias de un mundo globalizado e interdependiente. Sin embargo, desde la óptica liberadora, este es un planteamiento similar al que se ha dado habitualmente en las diversas épocas de cambio y por el contrario, la contrapropuesta es que no es la educación la que debe preparar personas para la economía. Muy por el contrario, es misión de la educación ubicar en el centro de su interés a la persona y desde sus definiciones del tipo de persona y sociedad deseables, planificar una economía a su servicio.
Misión del educador libertario es, entre otros aspectos generar un proceso que promueva la autonomía de los sujetos, autonomía que se basa en la posibilidad de entregarle a las propias personas las herramientas que le permitan empoderarse de los elementos que les permitan constituirse en protagonistas de sus propias vidas. Las instituciones en la actualidad han privado a las personas de esta capacidad. Es tarea fundamental, entonces, de la pedagogía social reestablecer este mecanismo eficaz de tránsito hacia la liberación

Nuestra sociedad actual se enfrenta al surgimiento de una nueva clase dominante la que es definida por su manejo de la información y su capacidad de manipular las necesidades (a través de industrias culturales, de estrategias de conquistas de mercados…) y una nueva clase popular, aquellos que son objeto de esta manipulación y marginalizados por la competencia . Este nuevo sector popular ya no presenta las lógicas conductuales y sociales de la antigua clase oprimida, incluso ahora se usa con mayor pertinencia el concepto de “excluidos” para referirse a todos aquellos actores sociales, que formando parte de la sociedad y cumpliendo un rol determinado en esta, son incapaces de regirse por una de las principales reglas en el juego de la proyección cultural del neoliberalismo, a saber: La competencia. Los excluidos son, entonces y como resumen de lo anterior, aquella nueva clase popular que no triunfa en las lógicas competitivas que promueve la actual sociedad en la que nos desarrollamos cotidianamente (trabajadores sin contrato de trabajo, indocumentados, consumidores de drogas, madres solteras, jóvenes sin posibilidades económicas de acceso a la universidad, adultos mayores a la deriva, etc..). La pobreza en el actual tiempo no necesariamente está ligada a un planteamiento economicista, por el contrario, se puede identificar en la pobreza actual especiales rasgos culturales que tienen que ver con pertenencia, identidad, reconocimiento… con estima y autoestima; pobreza puede referir a débil capacidad para representar necesidades e intereses en las instancias de decisión .

En este contexto es que se presenta la necesaria inclusión del Lenguaje como un elemento central de la labor educativa para la liberación. El devenir cultural de un pueblo tiene como centro motor de su expresión al lenguaje. En tiempos anteriores, en los albores de las formas culturales que dieron paso a las posteriores civilizaciones del mundo antiguo, el lenguaje oral fue, sin duda, el primer aglutinador conceptual “formal” de las primigenias tribus que comenzaban a poblar nuestro planeta. Con el paso del tiempo, el proceso de perfeccionamiento cultural fue dando paso a formas más complejas de comunicación dando paso al nacimiento del lenguaje escrito.

El lenguaje nos da un sentido de pertenencia cultural con un tipo especial y particular de sociedad y de construcción cultural. Discusiones acerca de los alcances y de las diversas formas que adquiere nuestro lenguaje en el uso cotidiano ha habido y habrán por mucho tiempo. Lo que a nuestro juicio marca el fenómeno del uso correcto o no de los elementos propios de la lecto-escritura y que probablemente sea pauta para un análisis mucho más complejo es la manipulación cultural que un sector de nuestra sociedad realiza en desmedro de otro sector. Manipulación cuyos objetivos se pierden en recónditos recovecos de la imaginación y de la memoria, por cierto.

El diálogo es una herramienta fundamental en la práctica educativa, ya que permite promover el intercambio cognitivo y afectivo, que consolida la relación educativa afirmando los proceso de aprendizaje, de comprensión del otro y del mundo que nos rodea.

El reconocimiento del otro como condición del diálogo y el encuentro pedagógico propuesto por Freire se basa también en un profundo respeto a la dignidad humana y se puede constituir en fundamento de una pedagogía que asuma de manera perentoria los graves conflictos que se expresan en un contexto marcado por la intolerancia.

El diálogo es un elemento fundamental en este sentido. A ojos de Freire “la existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo” .

Lo señalado anteriormente con respecto a la importancia de la acción dialógica nos remite también a la noción que plantea J. Habermas con respecto a la importancia de la acción comunicativa que prioriza la comunicación y el diálogo. Hay conceptos asociados como participación y democracia y principalmente habla de que esta lógica dialógica debe buscar el consenso. El consenso social a escala micro o macro es la posibilidad también del disenso, es decir, existe también la posibilidad de estar en desacuerdo, sin embargo lo importante es la mutua relación que se establece entre los participantes (hablantes y oyentes) de esta dimensión comunicativa y la capacidad y voluntad de “poner sobre la mesa” las distintas opiniones que se tienen respecto a un tema determinado, y escuchar, lo que su vez implica respeto por el otro y su pensamiento, aunque no se esté de acuerdo con él. Entra a participar en esta relación la destreza de la “escucha activa” a través de la que podemos impregnarnos de conocimientos del otro y a su vez demostrar respeto e interés por lo expresado y comunicado por él.

Con este diálogo y esta escucha es que podemos construir horizontes comunes con los sujetos de intervención, le podemos conocer y reconocernos en él y sus aspiraciones, podemos saber cuáles son sus metas y hasta cuánto él está dispuesto a dar por el logro de esas metas. A su vez, nosotros como Pedagogos Sociales, desde el escenario de acción que nos corresponda, sea público o privado, podemos reflexionar en el CÓMO de nuestra intervención con estos sujetos.

Es en el “cómo hacer” donde comienza la posibilidad real de cristalizar un pequeño pero importante cambio en la dinámica social y para esto tenemos que ser “estratégicos a la hora de actuar”, debemos conocer, informarnos, documentarnos, buscar el espacio preciso para provocar el cambio que queremos. Para ello es importante saber cuáles son las políticas de trabajo que despliega esa institución, conocer el terreno que pisamos y a partir de ahí actuar.

Cabe preguntarse entonces si nuestras prácticas cotidianas nos acercan a esta necesaria valoración de la autoeducación del sujeto, entendida esta como una herramienta eficaz de transformación de la sociedad a partir de la propia transformación individual y de la influencia en el ámbito de lo local. Respuestas para esta peregrina interrogante hay tantas como tantos son los espacios de acción en los que se ve inserta la pedagogía social.

Para finalizar esta breve reflexión con respecto a la escuela y al trabajo docente desde la perspectiva de la liberación se hace necesario establecer lo siguiente:

El profesional de la educación debe ver en ésta a la principal herramienta para liberar al hombre. Liberarlo de una educación que no le ha permitido desarrollar un espíritu crítico, autónomo, constructor de una concepción de humanidad fraternal, solidaria, justa, libertaria, que promueva el bien común entre toda la especie, sin distingo de razas, de sexo, de credo, de orientación sexual, etc.

Liberarlo de la apatía intelectual, del individualismo exacerbante, de los miedos sin sentido, de los prejuicios, de la irracionalidad, del egoísmo, de la uniformidad, del sometimiento, de la injusticia.

La educación y, por ende, el profesional de la educación debe aspirar a la construcción de un mundo nuevo, un mundo en el que valga la pena vivir, un mundo en el que los hombres desplieguen lo mejor de sus capacidades en beneficio de todos, en beneficio común, un mundo en el que la libertad sea entendida desde dos perspectivas: la individual y la colectiva.

Colectiva, en tanto somos una especie que viven en función de relaciones sociales; giramos en torno a una comunidad y las acciones que realicemos en este contexto, son relaciones simbióticas que necesariamente repercuten en el contexto colectivo y, a su vez, las acciones colectivas deben repercutir en el hacer individual.

Individual, en tanto somos seres únicos e irrepetibles, con un mundo interior distinto al otro, con ideas propias, con aspiraciones, deseos, pasiones, gustos, etc.

El hacer individual, por lo tanto, es el elemento primordial para la construcción y el desarrollo del sí mismo, pero a su vez, este hacer individual, está supeditado al hacer colectivo.

El Educador debe ver más allá de las lógicas que rigen a la sociedad en la cual está inserto. No debe educar para la continuación de lo mismo, debe educar para lo nuevo, para el porvenir. El Educador susurra al oído de los estudiantes la clara posibilidad de una vida y un mundo mejores, dignos de ser vividos, en los que se fomenten, desarrollen y se vivan, día a día, nuestras capacidades y virtudes más nobles.

BIBLIOGRAFIA Y CITAS
ROCKWELL, ELSIE. Antropología y Educación, problemas del concepto de cultura. México (fotocopia) 2p.
CRUZ Y OTROS, ANTONIO. Educación y participación en Chile. Editorial del Pacífico. 10-17p
DELGADO, MARTA. Descentralización Educativa: Entre una vieja utopía y la cautela. CLACSO. Buenos aires. Argentina. 99p.
GIROUX, HENRY.”Prólogo” en Paulo Freire, La naturaleza política de la educación: Cultura, Poder y Liberación. Editorial Paidos. Barcelona. España. 1990. 15p
GADOTTI, MOACIR. Lecciones de Freire cruzando fronteras: Tres hablas que se completan. Instituto Paulo Freire. 2001. Sao Paulo. Brasil. 7p
FREIRE, PAULO. “Educación y participación comunitaria” En: Nuevas perspectivas críticas en educación.. Editorial Paidos. 1997 Barcelona. España. 86p.
ALBERT Y OTROS, VERONIQUE..El Oficio del Trabajador Social (fotocopia)
QUIROZ Y OTROS, TERESA. Tesis Programáticas que fundan el Magíster en Políticas Sociales y Gestión Local. Santiago. Chile. 12p.
FREIRE, PAULO. Pedagogía del Oprimido. Editores Siglo XXI. Buenos Aires. Argentina.

1 comentario:

  1. comparto tu vision de educacion, comparto tu manera de educar segun convicciones claras y comprometidas, comparto y admiro profundamente tu labor diaria con nuestros jovenes...
    Carito

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