Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

lunes, 24 de mayo de 2010

Las nuevas formas de relación en los barrios populares desde la óptica de los paradigmas duales

,INTRODUCCION
Los seres humanos desde el momento mismo de nuestro nacimiento, e incluso antes, estamos sometidos a la vida en sociedad. Probablemente seamos una de las especies más dependientes de los otros en nuestros primeros años de vida y probablemente esta dependencia marcará la tendencia hacia lo social que a lo largo de nuestra existencia desarrollaremos. Lo social, entonces, en la perspectiva de la necesidad de convivencia, de la necesidad de Ser y Estar junto a los otros se articula como nuestro habitat natural.

El Ser Humano no puede, salvo casos excepcionales, plantearse vivir completamente solo y ajeno totalmente a los demás. Desde tiempos remotos ha buscado “asociarse con otros para su defensa, el trabajo, la satisfacción sexual, el juego, la crianza de los hijos, la transmisión del conocimiento y las posesiones materiales” . De esta manera ha podido sortear las dificultades que una naturaleza adversa le ha presentado a lo largo de su historia. Sólo de esta manera ha podido construir un ámbito de acción propio, dentro del cual se han desarrollado las complejas civilizaciones de la antigüedad de la cual dan cuenta los libros de historia y en torno al que hoy, de una manera más compleja aún que en la antigüedad, convivimos. Ese espacio, ese ámbito de acción es la CULTURA.

Nuestra naturaleza, entonces, nuestro estado ideal de convivencia, nuestro espacio natural de relaciones es la cultura y es, precisamente, en el seno de la intrincada madeja de lo social en donde nos empapamos de la vorágine de fuerzas que están en permanente pugna unas contra otras. La vida en comunidad ha determinado el desarrollo de hábitos y emociones que son útiles para la preservación de la vida en sociedad. Es en el marco de la cultura en donde se han desarrollado sentimientos y usos sociales sin los cuales hubiese sido imposible la vida en sociedad.

Transcurridos los primeros años del nuevo siglo el planeta entero está en presencia de una nueva forma de articulación y reorganización por parte de la sociedad capitalista. La serpiente muta de piel, se renueva, ofrece un nuevo rostro frente al sol del nuevo milenio pero no deja de utilizar sus viejas prácticas de poder. “El capitalismo se expande a escala mundial” parece ser la consigna más repetida por estos días y todos vemos pasar su omnipotente sombra frente a nuestras ventanas y preferimos cerrar la cortina, temerosos del poder que encierra su oscura y todopoderosa influencia. Acudimos impávidos a una nueva evolución, a la mundialización de la economía capitalista. Los mercados se abren y las fronteras de los países tienden a tornarse difusas, y todo esto en un tiempo increíblemente rápido, vertiginoso, demencial.

La actual dominación sin contrapeso que ejerce el capital asume diferentes modalidades a lo largo de la historia. Las herramientas a través de las cuales se hace patente este dominio se transforman, en la actualidad, a medida que los dueños de los medios de producción y sus nuevas tecnologías descubren e inventan nuevas formas de apropiación de la naturaleza, de sometimiento social al proceso de globalización que, aunque amplían los canales de comunicación y acortan las distancias, aumentan las manipulaciones que la élite establece entre el hombre y su realidad.

Los espacios de expresión crítica se cierran y es necesario rearticularlos nuevamente. En ese sentido las manifestaciones, protestas y actos de resistencia social frente a las políticas económicas neoliberales, que desde la segunda mitad de la década de los noventa se desarrollan, la constitución del Foro Social y el nacimiento de otras instancias de resistencia como es el caso de los zapatistas en México o la lucha de los pueblos originarios por su reconocimiento en Chile, por ejemplo, son claras muestras de que existe un movimiento o existen movimientos que resisten al capitalismo.

Los tentáculos del modo de producción capitalista, sin embargo, se siguen expandiendo en todas direcciones, controlan los medios de comunicación, las fuentes de energía, los servicios básicos. Todo está encadenado, “la vida política y la vida intelectual están cada vez más sometidas a la presión de los medios, los que por su parte padecen las presiones de los anunciantes o se sienten comprometidos por una obligación de buena conducta que deja a un lado la crítica . De esta manera las lógicas de relación capitalista se imponen sin contrapeso alguno y son centenas de millones de personas en todo el planeta los que experimentan en la vida cotidiana los impactos de la “desestructuración y reestructuración del capitalismo global, combinando entre otras características la reorganización espacial de la producción y de las finanzas, el desmontaje persistente del Estado del Bienestar, la extrema degradación del mundo del trabajo . Del mismo modo el capitalismo impone cambios en las pautas culturales de los grupos humanos, fundamenta las relaciones sociales en el plano de una desequilibrada competencia, mercantiliza todas las esferas de la vida social y a través de la imposición ideológica con que nos bombardea periódicamente a través de los medios de comunicación “refuerza la fragmentación de nuestro modo de pensar y echa por tierra toda tentativa de seguir una cadena de ideas hasta su conclusión lógica” . De esta manera la guerra contra Irak, en el marco de la llamada “guerra contra el terrorismo” no tiene ninguna relación con las grandes reservas de petróleo que pertenecían a Irak y que ahora administra Estados Unidos.

PROBLEMATIZACIÓN DEL TEMA
Al penetrar tan profundamente en la madeja social la estructura de la sociedad capitalista modifica y manipula directamente los esquemas de percepción, de pensamiento y acción, es decir el habitus de las personas. Al introducirse, la lógica relacional capitalista, en las estructuras sociales internalizadas de las personas, se mete directamente en su mundo de la vida y desde ahí, desde ese escenario tan íntimo se mueve sin contrapeso alguno. El capitalismo se apropia de las conciencias, nos satura de nuevas normas, de nuevos valores que es necesario seguir y promover, uniforma el pensamiento, señala las pautas culturales, indica el camino a seguir.

Nuestras sociedades no pueden desprenderse de la pobreza pues esta es el alimento primordial, la savia que nutre este estado de cosas. La pobreza en tanto parte de la estructura social externa (campo económico) determina y condiciona una red de relaciones en el mundo de la vida que, parafraseando a Bourdieu, se constituyen en estructuras estructurantes pues son capaces de determinar el pensamiento, la percepción y la acción de las personas.

Desde esta lógica he querido abordar, bajo los márgenes de este breve ensayo, el problema de las soluciones habitacionales en Chile como una forma de plantear una discusión con respecto a las estructuras de dominación por parte del actual modelo económico y a como estas estructuras de dominación son capaces de modificar o controlar los habitus o los campos de acción de las personas.

• EL PROBLEMA DE LA VIVIENDA EN CHILE
Pese a los elevados índices de crecimiento económico por parte de nuestro país en los últimos 15 años el problema de la pobreza ha estado lejos de desaparecer. Por el contrario, la brecha de diferencia entre pobres y ricos tiende a aumentar en forma vergonzosa y las macropolíticas económicas tienden a reforzar más que a disminuir esta arbitraria diferencia.

La existencia y permanencia de la pobreza, en esta lógica, es un asunto de vital importancia para la estructura político-económica, pues el actual modelo de producción está lejos de querer acabar con la pobreza. Los índices de distribución económica de nuestro país ahondan en forma vergonzosa la diferencia entre los que ganan más y los que ganan menos. La pobreza es controlada, mediatizada, es vigilada permanentemente.

Cada cierto tiempo se dan señales que apuntan a hacer creer a los pobres que están cada vez mejor. Un ejemplo claro de lo anterior es el actual enfoque con respecto a las soluciones habitacionales para las familias que no poseen una vivienda propia. Se habla de “vivienda social” para referirse a una casa de pobres. Y las casas de pobres no son bajo ningún punto de vista los campamentos en los cuales los pobres vivían, hacinados en medio del barro, de la basura y de las inclemencias del tiempo hacia fines de la década de los 80. Las casas de pobres ahora son de material sólido, con habitaciones mínimas y cero espacios para desarrollar lo colectivo. Se soluciona el problema de la indignidad de vida en los campamentos, pero ahora la indignidad de vida se traslada una vez más a la periferia. Los pobres están cada cierto tiempo sometidos a estas erradicaciones, en la medida en que la ciudad crece y se expanden sus fronteras. Los pobres son expulsados de sus antiguos territorios y son enviados lejos del centro, lejos del corazón de la ciudad, allí donde no se puedan ver, allí dónde apenas si se notan.

Las soluciones habitacionales aplicadas hoy en día en Chile, en tanto remediales del problema de la pobreza resultan peor que la enfermedad. Los pobres pierden sus lugares de encuentro y su sentido de comunidad. Ahora cada uno se cuida a sí mismo y a su reducido núcleo familiar. De esta manera la estructura externa transforma también el modelo cultural y valórico de los sujetos. La estructura económica determina una forma de ser, de pensar y de actuar. Al ser trasplantados de sus barrios de origen y ser reunidos en otra zona geográfica, con otros grupos de personas también trasplantadas, en un ambiente inhóspito y carente de historia se modifican las relaciones de parentesco, de vecindad y de camaradería entre las personas, las que se ven obligadas a reinventar prácticas que les permitan readaptarse a la nueva situación, a su nuevo mundo de la vida.

Todo, en el plano general, está tan magistralmente orquestado que hasta ha disminuido dramáticamente el espíritu de lucha sindical. La mayoría de los contratos de trabajo son a plazo fijo, es decir, se contratan trabajadores tan sólo por un año y las leyes laborales favorecen ampliamente a los patrones. Los bajos sueldos obligan a comprar en las grandes tiendas bajo sistemas de tarjetas que endeudan a los trabajadores por 6, 12 o 24 meses. En este contexto nadie quiere aventurarse a perder su trabajo, muy pocos se atreven a levantar su voz. La crítica, la discusión y el debate que fomentan otras formas de concebir el mundo se reducen a su mínima expresión. El capitalismo, bajo sus múltiples expresiones pasea sus estandartes como un ejército triunfante que domina, que controla la vida y regula el pensamiento de las personas.

Del mismo modo y como un elemento que se desprende de lo anterior y que reafirma lo antes señalado, es posible señalar que son también los valores, las emociones y necesidades de las personas los que se están modificando. De esta manera, lógicas como el consumo exacerbado y muchas veces innecesario, forman parte de la nueva mirada por parte de la ciudadanía en general y del mundo popular en particular. De esta manera, la élite capitalista “banqueros, inversores, consejos directivos, la aristocracia del mundo moderno cuyos miembros operan en secreto mientras orquestan movimientos digresivos en el escenario político y que son sumamente poderosos y hábiles en lo que hacen” limita la capacidad de los gobiernos de realizar políticas en beneficio de su propia población, ya que es fundamentalmente la comunidad internacional de inversionistas y acreedores, lèase BID, FMI, Banco Mundial, Grupo de los 8 países más poderosos, la que en resumidas cuentas decide qué políticas se pueden y se deben aplicar en las economías dependientes como es el caso de nuestra economía.

Nuestra sociedad actual se enfrenta al surgimiento de una nueva clase dominante la que es definida “por su manejo de la información y su capacidad de manipular las necesidades (a través de industrias culturales, de estrategias de conquistas de mercados…) y una nueva clase popular, aquellos que son objeto de esta manipulación y marginalizados por la competencia” . Este nuevo sector popular ya no presenta las lógicas conductuales y sociales de la antigua clase oprimida, incluso ahora se usa con mayor pertinencia el concepto de “excluidos” para referirse a todos aquellos actores sociales, que formando parte de la sociedad y cumpliendo un rol determinado en esta, son incapaces de regirse por una de las principales reglas en el juego de la proyección cultural del neoliberalismo, a saber: la competencia. Los excluidos son, entonces y como resumen de lo anterior, aquella nueva clase popular que no triunfa en las lógicas competitivas que promueve la actual sociedad (trabajadores sin contrato de trabajo, indocumentados, consumidores de drogas, madres solteras, jóvenes sin posibilidades económicas de acceso a la universidad, adultos mayores a la deriva, etc.). La pobreza en el actual tiempo no necesariamente está ligada a un planteamiento economicista, por el contrario, se puede identificar en la pobreza actual “especiales rasgos culturales que tienen que ver con pertenencia, identidad, reconocimiento… con estima y autoestima; pobreza puede referir a débil capacidad para representar necesidades e intereses en las instancias de decisión” .

El modelo capitalista ha transformado a su antojo el espacio social global, aquel concepto acuñado por Bourdieu que se define como un “campo de fuerzas, cuya necesidad se impone a los agentes que se han adentrado en él, y como un campo de luchas dentro del cual los agentes se enfrentan, con medios y fines diferenciados según su posición e la estructura del campo de fuerzas, contribuyendo de ese modo a conservar o a transformar su estructura . Esta transformación, evidentemente trae aparejada consigo una modificación en el sistema de relaciones sociales de las personas, en la posesión, producción y modificación de un determinado tipo de capital, en su forma de relacionarse en su mundo de la vida.

¿Qué hacer, entonces frente a esta implacable y asfixiante realidad?, ¿debemos observar el paso de los ejércitos triunfantes escondidos temerosamente detrás de una cortina?, ¿Podemos realmente hacer algo?, ¿Es posible intervenir profesionalmente para transformar esta compleja realidad?, ¿Es mejor no hacer nada? Son preguntas que desde el universo ético nos provocan y convocan y es, por cierto, un ámbito en el cual la pedagogía social tiene una gran responsabilidad.

Los pobres de Chile, debido fundamentalmente a su falta de vínculos y certezas con respecto al Qué hacer y al Dónde ir, son caracterizados como excluidos. El pobre es el otro, es el que está a la otra orilla, en la otra esquina de los índices macroeconómicos que hablan del crecimiento cada vez mayor de nuestro país. El pobre es un diferente, es un paria, es alguien, desde el punto de vista identitario, que ya no tiene ningún lazo de pertenencia con ningún gran proyecto de sociedad, es un ser fragmentado. En nuestra sociedad, entonces, estamos asistiendo a dos procesos diferentes y convergentes que la visión social legítima oculta, por un lado la fragmentación y por otro la exclusión . Sin lugar a dudas y en este contexto la exclusión es la más ingrata de las consecuencias que deriva de la fragmentación y es ingrata en tanto consiste en la virtual inexistencia personal, en la imposibilidad de verse a sí mismo con un rol determinante al interior de la sociedad. Dentro de este mismo marco


PROPUESTA EN RELACION AL TEMA ELEGIDO
En este entendido, desplegar nuestros ingenios de guerra y promover la construcción de una teoría social que de cuenta y que promueva la transformación de esta compleja realidad se hace una labor ética prioritaria. Del mismo modo insertarse en el mundo de la vida de las personas, generar niveles de discusión, de influencia, de análisis, generar organizaciones que nazcan de las necesidades de las nuevas comunidades formadas a partir de estos procesos de creación de nuevos barrios para los pobres de Chile es una tarea cuyo terreno está aún fértil para todo empeño, para toda acción que promueva el movimiento social, el despertar del gigante dormido

Es precisamente en este contexto en donde encontramos terreno fértil para la Pedagogía Social, en medio de esta tensión formidable entre las fuerzas que buscan uniformar el pensamiento y aquellos que defienden la libertad de decidir libre y soberanamente lo que pensar, lo que decir y con quien asociarse para lograr de mejor forma sus fines. Es al interior de esta compleja estructura social, de este intrincado entramado, en donde debemos saber poner el acento. La Pedagogía Social tiene un desafío ético-político formidable en este sentido, pues debe nutrir con su savia a las nuevas generaciones, debe fomentar la discusión allí donde todo parece perdido, debe señalar rumbos allí donde solo parece haber neblina

La Pedagogía Social debe buscar canales de conexión con el mundo de los pobres a través de la mejor de las herramientas: La Educación. Desde sus fortalezas debe fomentar que las personas “desarrollen una visión crítica de su propia realidad, es decir, que piensen en lo que hacen mientras lo hacen realidad. Que los individuos aprecien que la realidad social puede transformarse; que los hombres pueden cambiar” . Debe ser capaz de instalar una cuña de disenso, la formación de un nuevo capital simbólico que de cuenta de conceptos como “trabajo comunitario”, “apoyo mutuo”, pero por sobre todo “organización”, entendiendo por organización la reunión de toda la comunidad para enfrentar de una manera colectiva sus problemas y buscar soluciones. Este nuevo capital simbólico es fundamental para producir o alterar la existencia de los otros capitales (cultural, social y económico) pues en este se construyen el sistema de representaciones, las relaciones de dominación y por ende el sistema de valores y significados que adquieren forma en los espacios sociales concretos. Transformar o modificar el capital simbólico es transformar o modificar el sistema de representaciones de los individuos. Ergo, es transformar la realidad.

El concepto de autoeducación que me permito reafirmar como un elemento constitutivo del nuevo rol de la Pedagogía Social, dice relación con aquel momento en que nuestra práctica cotidiana logra conectar en quienes son influidos por nuestro trabajo la idea del proceso complejo que viven y la noción, más importante aún de que esta compleja realidad luego de entenderse puede ser modificada.

De esta manera y a partir de la observación crítica de la realidad es posible construir teorías que desarrollen procesos de conciencia en las personas de tal forma que establezcan nuevos parámetros que busquen la transformación de su realidad, para que esta no sea asimilada desde una lógica fatalista (las cosas como estén, como vengan) sino para que sea la propia comunidad la que busque alternativas. Es así como se constituye en un permanente desafío la noción de constituir a la Pedagogía Social y la herramienta de la autoeducación de las personas en un elemento vital para la transformación o desestabilización de la actual ideología autoritaria. El diálogo es un elemento fundamental en este sentido. A ojos de Freire “la existencia, en tanto humana, no puede ser muda, silenciosa, ni tampoco nutrirse de falsas palabras sino de palabras verdaderas con las cuales los hombres transforman el mundo” .

Esta lógica, que mueve mi actuar profesional, tiene también un principio antropológico. La palabra, en nuestros pueblos originarios, ha sido en forma histórica, el elemento central en torno al cual se han ido construyendo las diversas culturas. La palabra es dadora de vida, la palabra también es capaz de quitarla. El adjetivo, cuando no da vida, mata, decía uno de nuestros grandes poetas nacionales, Vicente Huidobro en su poema “arte poética”. Nuestro pueblo ha perdido la capacidad de convocar a las palabras, a su magia, a su misterio insondable. Ahora nos nutrimos de frases hechas, de discursos agotados, de lugares comunes. Las palabras han perdido su fuerza creadora. Es tiempo de situarlas nuevamente en su sitial de honor. La implementación de espacios de encuentros dialógicos, de conversaciones, de discusión y creación a partir de la palabra son fundamentales para reencantarnos con la tradición oral, aquella que sobrevivió el implacable asedio de los primeros conquistadores, aquella que fue capaz de transmitir a través de varias generaciones los cimientos, la identidad, las bases morales de organización comunitaria que señalaron nuestros ancestros y que ahora, en la era de la masificación de la sociedad capitalista, urge volver a levantar.

Lo anterior me remite también, y desde una perspectiva estrictamente académica, a la noción que plantea J. Habermas con respecto a la importancia de la acción comunicativa, que prioriza la comunicación y el diálogo. El concepto de Acción Comunicativa “presupone el lenguaje como medio dentro del cual tiene lugar un tipo de procesos de entendimiento en cuyo transcurso los participantes, al relacionarse con un mundo, se presentan unos frente a otros con pretensiones de validez que pueden ser reconocidas o puestas en cuestión” . Este planteamiento parte de la premisa de que la razón humana no es monológica, sino más bien dialógica, es decir que lo importante es la mutua relación que se establece entre los participantes (hablantes y oyentes) de esta dimensión comunicativa y la capacidad y voluntad de “poner sobre la mesa” las distintas opiniones que se tienen respecto a un tema determinado y Escuchar, lo que a su vez implica respeto por el otro y su pensamiento, aunque no se esté de acuerdo con él. En este sentido es fundamental que el oyente entienda el significado de una emisión y esto es posible de cuantificar en el momento en que este, junto con compartir las normativas gramaticales y contextuales implícitas en el acto comunicativo, conoce también las condiciones esenciales bajo las que puede ser motivado por quien lleva el discurso para que asuma una posición. Entra a participar en esta relación la destreza de la “escucha activa” a través de la que podemos impregnarnos de conocimientos del otro y a su vez demostrar respeto e interés por lo expresado y comunicado por él. Este anterior enunciado no tendrá sentido alguno si no se eliminan todas las relaciones de dominio vigentes en la sociedad que impiden todo proceso de comunicación basado en la búsqueda de un consenso, es decir, una situación aceptable para todos, y no de una imposición. De esta manera “la primera exigencia de la acción comunicativa ha de descansar en el reconocimiento recíproco de los dialogantes en su condición de personas. El hecho de que el hablante y el oyente realicen actos de habla significa también que implícitamente se están reconociendo mutuamente como personas, como seres capaces de realizar acciones comunicativas y de defender sus posiciones a través de un diálogo” .

Con este diálogo y esta escucha es que podemos construir horizontes comunes con los sujetos de intervención, les podemos conocer y reconocernos en ellos y sus aspiraciones, podemos saber cuáles son sus metas y hasta cuánto ellos están dispuestos a dar por el logro de esas metas. Es en el “CÓMO HACER” donde comienza la posibilidad real de cristalizar un pequeño pero importante cambio en la dinámica de nuestra sociedad y para esto tenemos que ser “estratégicos a la hora de actuar”, debemos conocer, informarnos, documentarnos, buscar el espacio preciso para provocar el cambio que queremos.

Es necesario, en este entendido, buscar nuevas interpretaciones de la realidad, nuevas miradas, nuevas ópticas que nos permitan establecer teorías y prácticas que busquen desentrañar la dicotomía o la paradoja entre los altos índices macroeconómicos y un importante sector de la población excluido de este crecimiento y de los beneficios que acarrea consigo. Es necesario establecer puentes reales y de cimientos profundos que unan a ese Chile que crece económicamente y se ufana de sus convenios comerciales con los países desarrollados y los millones de excluidos para quienes los índices macroeconómicos son una burla siniestra. En esa senda prefiero orientar el camino vocacional. Pese a la complejidad y dificultad es necesario palntearse el trabajo intelectual de concebir ese nuevo mundo que habita en nuestros sueños. ¿Hay espacio para las dudas o el temor?. Como lo señalara Noam Chomsky en su entrevista “¿Un nuevo mundo?”…. Personalmente apuesto por la transformación social, por lo tanto, apuesto por ese nuevo mundo también. O como lo dijera uno de los cientos de rayados testimoniales que adornaron la Universidad de La Sorbonne, en el inolvidable mayo del año 1968 “Lo difícil es lo que podemos hacer enseguida, lo imposible es lo que nos lleva un poco más de tiempo”.


BIBLIOGRAFÍA Y CITAS
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ALBERT Y OTROS, VERONIQUE. El Oficio del Trabajador Social. 2002. Santiago de Chile
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