Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

viernes, 17 de septiembre de 2010

EL REGUERO DE SANGRE

Hace unos días me encontré camino a CIP – CRC San Bernardo con una compañera de trabajo, la que amablemente me invitó a viajar con ella en un radio taxi para llegar más rápido. Dentro de todos los temas conversados en ese breve viaje, yo veía como iba agarrando algo de una sostenida pasión respecto de su experiencia en el Centro y algunas cosas que se negaba a aceptar como parte de la normalidad, una de ellas eran los regueros de sangre que, de manera cotidiana, veíamos al ir a las diferentes casas del Centro y que para algunos formaba parte del paisaje cotidiano, como el cerro a cuyos pies nos encontrábamos o la guardia de gendarmes que marcan el límite, línea de fuego entre nuestro mundo de afuera con su trabajo administrativo, el comedor y nuestras mínimas oficinas y el mundo de adentro y las 5 casas que lo componen.

Al entrar al centro te abre la puerta gendarmería que ya te conoce, los funcionarios de SENAME marcan su tarjeta de control y nosotros (los colaboradores) nos dirigimos hacia nuestras poco espaciosas oficinas, preparamos el material de trabajo para el día y caminamos hacia el segundo control. Tras pasar el umbral de un sensor de metales, atraviesas una gran puerta de fierro, cruzas la guardia de gendarmes y uno de ellos te abre nuevamente otra reja de fierro y ya estás adentro aunque aún en una zona neutra. Caminas por un largo pasillo… a tu izquierda el muro agrietado y húmedo de la casa 3, a tu derecha el alto muro de la casa 4, casi al final y poco antes de llegar a una plazoleta techada se encuentra la enfermería, que también hace las veces de venusterio. Todo el mundo sabe que cuando en la enfermería encienden la música muy fuerte y tú pasas por ahí, hay una pareja en el venusterio, beneficio reservado sólo para los mayores de edad y entre ellos a los pocos que puedan acreditar una relación de pareja estable y una conducta que amerite el beneficio.

Desde la enfermería y rodeando la plazoleta te encaminas hacia alguna de las 4 casas. A tu izquierda la casa 3 y frente a ella la Casa 2, a tu derecha la casa 4 y frente a ella la casa 1. En ese proceso de caminar hacia alguna de las casas te encuentras con los regueros de sangre, algunos resecos por la acción de las horas y otros mucho más frescos, casi antecediendo tus pasos por breves segundos de diferencia. ¿Habrá sido un pelea, uno de los muchachos se ha cortado, quién habrá sido, de qué casa, será grave, habrá otros heridos?... En fin, preguntas asfixiantes que se ahogan en la mirada de algunos otros, que ya no se espantan ni estremecen su estructura al ver ese camino de sangre, esa señal inequívoca de la violencia simbólica y física del sistema carcelario de nuestro país.

Una vez que entras a alguna de las casas, recién estás en terreno fértil para la aventura, te sacudes los oscuros pensamientos respecto de la sangre, te informas respecto de su origen, los muchachos te muestran sus marcas que le cruzan los brazos y/o las piernas como caminos que no conducen a parte alguna, lo asumen como parte de su existencia, de su realidad, de sus posibilidades en la vida de encierro. Cada día con su afán, cada día un nuevo comienzo, un permanente sembrar y sembrar, dialogando de todo un poco, acercando la depresión hacia un ámbito más observable y modificable, transmitiendo tu energía, motivando otras inquietudes, señalando otros intereses, moviendo aunque sea un milímetro el paradigma que habita en su mirada, escuchando, observando, alumno, estudiante entre los muchachos, profesor y aprendiz en un permanente proceso dialéctico de causa y efecto, de acción y reacción, de silencio y voz transformadora, de creación y también de destrucción.

A veces, cuando le hablo de ese tema a mis estudiantes de fuera, parecen no creer el ambiente de tensión extrema en el que se trabaja día a día en esta cárcel juvenil. Algunos profesores y educadores han resuelto el tema casi mimetizándose con el medio ambiente cultural y el trabajo no les resulta tan pesado y viven entre las bromas y la jerga “canera” una especie de eterno domingo de encierro, y sin embargo tampoco son capaces de generar espacios de reflexión, de mover influencias y energías para mirar profundamente a los muchachos internos, de actuar pedagógicamente en lo cotidiano y promover nuevas formas de ver las cosas, nuevas miradas para transformar el paisaje, promoviendo espacios de estremecimiento y duda o lo que en sicología cognitiva y específicamente en la sicología piagetana suele llamarse “conflicto cognitivo”, necesario y vital para suscitar cualquier tipo de nuevo aprendizaje y, por ende, de movilidad social.
Otros han olvidado la pedagogía y han gendarmerizado su actuar. Son castigadores, represivos, irrestrictos, intolerantes. Abusan de las palabras y del poder de su investidura y su mejor cita célebre es “te vai paqueado pa la casa 5, por guevón”. Para ellos no hay posibilidad de transformación posible, pues los muchachos no sólo están condenados por el sistema judicial sino también por la historia y en ese sentido, piensa este grupo de “maestros”, ya no van a cambiar y no hay nada que hacer en ese sentido. Cualquier actividad que se intente con ellos es una pérdida absoluta de tiempo, sólo basta sobrevivir, ser más “vivo” que los jóvenes presos, ganarse el respeto de ellos a través de la coerción, de la posibilidad cierta del castigo.
Otros han perdido la esperanza. Alguna vez su mirada rebozaba de profundidad e ideas interesantes. El mundo no era algo tan intangible y la vida podía ser transformada, mejorada para beneficio de todos. Hay, en este grupo, una buena cantidad de viejos cuadros de la vieja izquierda con su vieja pretensión de acercar a la realidad aquel “hombre nuevo” con el que se soñaba en las actividades partidarias. El hombre nuevo que ha nacido tras estos años de sociedad neoliberal terminó por cansarlos y dejar en coma profundo las ideas de un mundo mejor. El mundo, pese a todo el esfuerzo realizado por este grupo en su juventud, terminó por cambiar y para peor. Ergo, todo lo realizado fue casi que inútil, arriesgar la vida en permanentes horas de insomnio ganándole murallas al enemigo, marchar y gritar consignas y sentir la fuerza colectiva de otros y muchos que estaban en la misma parada intelectual que uno, aferrarse a los ideales casi como de una religión, caerse, ver caer a muchos amigos, perder de vista a otros, saber de algunos muertos, de otros detenidos y masacrados por la electricidad, de otros que de frentón se dieron vuelta la chaqueta, verse en el espejo y comprobar el peso y el paso de los años, saberse parte de una generación perdida que gastó su energía buscando “el dorado” para que otros se hicieran más ricos, para que otros ocuparan las plazas y las calles y se apropiaran del lenguaje y los lugares comunes que antes fueron de todos.
Los últimos mantienen su energía pedagógica fortalecida e inalterable. Nadie sabe como la han hecho pero irradian algo especial que convoca al respeto, un respeto que no nace de la coacción sino más bien de un sentimiento más profundo y genuino, como aquel que antiguamente prodigaban los ancianos de la tribu, que cuando hablaban, callaba hasta el viento para oírlos hablar. Grandes hombres de los cuales tan sólo hay que aprender y aprender.
Seguramente entre estas arbitrarias categorías hay subgéneros y fases intermedias en las que efectivamente pueden situarse con propiedad otros educadores y por cierto, algunos podrían mandarme al diablo por establecer siquiera esta reflexión o porque no comparten la forma o el fondo de mi retórica. En fin, son los bemoles de estas crónicas desde la cárcel. Sin embargo, la sangre vertida en ese camino a la enfermería debiese convocar y aunar nuestras voluntades. Esa violencia visual no puede dejarnos indiferentes, es una imagen chocante que llama a establecer una profunda reflexión respecto de nuestras particulares prácticas pedagógicas, es una imagen que nos debiese llamar a encontrar, en el compartir las experiencias de trabajo, un camino coherente y consistente en el tiempo, que sea capaz de transmutar esta fuerza destructora del autoflagelo y el daño hacia los otros, en una energía de creación y sanación.

Les dejo, por último, dos canciones de aquellas que mucho se escuchaban hasta hace poco en la cárcel, antes de la fiebre "reguetonera" que aún se enseñorea en los espacios de encierro. El primer tema es de "Los Chichos", un clásico de clásicos, unas voces gitanas que los invito a buscar y escuchar; tienen letras notables y su temática es la de aquellos que no caben en las estadísticas del crecimiento económico. La segunda canción es de un grupo un poco más desconocido para mí: "Los Calis", ahí se las dejo para que evalúen.

LETRA DE “QUIERO SER LIBRE”
Que bueno he sido pa ti y que mal te estás portando
me paso día tras día en esta celda llorando
sin saber si tú estas viva sin saber si te han matao
sin saber si tu estas viva sin saber si te han matao
Libre libre quiero ser quiero ser quiero ser libre
Libre libre quiero ser quiero ser quiero ser libre

Pero yo sé que es mentira porque tú la estas gozando
el que se pudre soy yo en pensar como paso
la ira me está cegando como pude matar yo

Libre libre quiero ser quiero ser quiero ser libre
Libre libre quiero ser quiero ser quiero ser libre

Y no tienes el valor de venir un día a verme
porque todos mis amigos unos van y otros vienen
y yo sigo aquí metido a dios le pido la muerte
y yo sigo aquí metido a dios le pido la muerte

Libre libre quiero ser quiero ser quiero ser libre
Libre libre quiero ser quiero ser quiero ser libre

En la celda que yo estoy hay un buen amigo mío
él me cuenta sus penitas y se consuela conmigo
y salgo al patio llorando igual q si fuera un niño
y salgo al patio llorando igual q si fuera un niño

Libre libre quiero ser quiero ser quiero ser libre
Libre libre quiero ser quiero ser quiero ser libre


LETRA DE “LIBERTAD PARA TI” DE LOS CALIS
Se lo que piensan los presos que están en la cárcel,
se bien que es algo muy triste y desagradable
tengo un colega que escribe y esta allí metido
y cuenta que la vida es muy perra y no te dejan tranquilo
y yo quiero brinda por la gente que allí sufren y que en mi mente siempre esta,

Libertad para ti ya podrás volar de nuevo y cantar sonreír recorrer el mundo entero
Libertad para ti ya podrás volar de nuevo y soñar y sentir gritar a los cuatros vientos.

Cuando te bajan al patio y ves algún amigo
vas dando vueltas y vueltas pensando lo mismo
cuando llega la visita de alguien que te ama
al despedirte de ella la pena te mata
y yo quiero brindar por la gente que allí sufre y que en mi mente siempre está,

Libertad para ti ya podrás volar de nuevo y cantar sonreír recorrer el mundo entero
Libertad para ti ya podrás volar de nuevo y soñar y sentir gritar a los cuatros vientos.


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