Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

jueves, 21 de octubre de 2010

EXTRACTO DE UNA CARTA DE PEDRO DE VALDIVIA

El presente es un extracto de una de muchas cartas que Pedro de Valdivia envió tanto al conquistador del imperio Inca, Francisco Pizarro, como al rey de España, Carlos V. En ellas, el conquistador castellano fue, quizás, el primero en vender “una imagen país” que hablaba del virtuosismo de nuestra tierra, que no sólo era visual sino también que hablaba de riquezas minerales en abundancia, que brotaban de la tierra y tornaban a los desventurados y desposeídos hombres en notables señores. Evidentemente lo de las riquezas en abundancia no era tan cierto. Nuestro territorio, a diferencia de otros, no tenía en abundancia este metal que alteraba de forma tan singular la producción de saliva de los conquistadores extranjeros… Bueno, en realidad si lo tenía, pero una vez más la riqueza de nuestro suelo colmará bolsillos extranjeros como es el caso de PASCUALAMA, o la mitad del cobre de nuestro suelo, o el molibdeno y ayer el salitre…en fin, para qué seguir. Por último, es interesante pero no menos chocante leer cómo el conquistador cuenta de muertos y orejas y narices cortadas como si hablara de lo bonito del clima o de la diversidad de la fauna local. Las cursivas y las negritas llegando al final de la lectura son mías, el escrito es de Él, la culpa es de la historia, nuestro olvido es la victoria de los poderosos, la ignorancia es nuestro peor enemigo, como decía Gondwana.

A SUS APODERADOS EN LA CORTE
Santiago, 15 de octubre de 1550
“…Informar cómo torné a dar la vuelta e torné a pasar el río de Nibequetén, e fuime al de Biubiu abajo, que allí se juntan ambos, cinco leguas de la mar, hasta que llegué a ella. Asenté media legua del río de Biubiu en un valle, cabe unas lagunas de agua dulce, para buscar de allí la mejor comarca donde asentar, no descuidándome en la vela y guardia que nos convenía, porque velábamos los medios una noche y los otros otra. La segunda noche vinieron, pasado la media della, sobre nosotros tres escuadrones de indios, que pasaban de veinte mill, con un tan grande alarido e ímpetu, que parescía hundirse la tierra, y comenzaron a pelear con nosotros tan reciamente que ha treinta años que peleo con diversas naciones e gente e nunca tal tesón he visto en el pelear como éstos tuvieron contra nosotros. Estuvieron tan fuertes, que en espacio de tres horas no pude romper un escuadrón con ciento de a caballo. Era tanta la flechería e astería de lanzas, que no podían los cristianos hacer arrostrar sus caballos contra los indios. E desta manera estábamos peleando todo el dicho tiempo, hasta que vi que los caballos no podían meterse entre los indios. Arremetí a ellos con la gente de pie, e como fui dentro en su escuadrón e sintieron las espadas, desbaratáronse e dan a huir. Hiriéronme sesenta caballos e más, e otros tantos cristianos, e no murió más de un cristiano, e no a manos de indios, sino de un soldado que, disparando a tino un arcabuz, le acertó. Lo que quedó de la noche e otro día atendieron a curarse e yo fui a ver la comarca para asentar, que fue en la parte donde los años pasados, cuando vine a descubrir, había mirado.
Informar cómo a los veintitrés de hebrero pasé allí el campo e hice un fuerte, cercado de muy gruesos árboles, espesos, entretejídolos como seto, e haciendo un ancho e hondo foso a la redonda, a la lengua del agua e costa de la mar, en un puerto e bahía el mejor que hay en estas Indias. Tiene en un cabo un buen río que entra allí en la mar, de infinito número de pescado, de céfalos, lampreas, lenguados, merluzas e otros mill géneros dellos, en extremo buenos, e de la otra parte pasa otro riachuelo de muy clara e linda agua, que corre todo el año. Aquí me puse por ser muy buen sitio y por aprovecharme de la mar para me socorrer de la galera y un galeontete que traía de armada el piloto capitán Joan Batista de Pastene, al cual había dado orden me viniese a buscar en el paraje de Biubiu, e corriese a la costa hasta me hallar.
Informar asimismo cómo a veinte e tres de hebrero comencé a hacer el fuerte e se acabó en ocho días, e fue tal e tan bueno, que se puede defender de franceses, el cual se hizo a fuerza de brazos. Hízose por dar algún descanso a los conquistadores en la vela e por guardar nuestro bagaje, heridos y enfermos e para poder salir a pelear cuando quisiésemos y no cuando los indios nos incitasen a ello.
Informar cómo a tres de marzo del año de quinientos e cincuenta entramos en el fuerte e repartí las estancias. A todos ordené las velas e guardias, de tal manera, que podíamos descansar algunas noches, cayéndonos la vela de tres en tres días. Estando ocupados en hacer nuestras casillas para nos meter e pasar el invierno, que comienza por abril, me vino nueva cómo toda la tierra se juntaba para venir sobre nosotros, y estos toros cada día los esperábamos, viendo que por nuestra ocupación no habíamos podido salir a buscarlos a sus casas.
Informar asimismo cómo un día, a hora de vísperas, se presentaron sobre nuestro fuerte en unos cerros cuatro escuadrones, que habría cuarenta mill indios, viniendo a dar socorro otros tantos e más. Salí a las puertas; e como vi que no se podían favorescer el un escuadrón al otro, envié al capitán Jerónimo de Alderete con cincuenta de caballo, que venía un tiro de arcabuz de la una puerta. Ellos, con determinación de ponernos cerco, marcharon para el fuerte. Acomételos de tal manera, que luego dieron lado, e viendo los otros escuadrones esto, dan a huir. Secutóse la vitoria; matarse hían hasta dos mill indios; hiriéndose otros muchos. Prendiéronse trescientos o cuatrocientos, a los cuales hice cortar las manos derechas e narices, dándoles a entender que se hacía porque les había avisado viniesen de paz e me dijeron que sí harían, e viniéronme de guerra, e que, si no servían, que así los había de tratar a todos; e porque estaban entre ellos algunos caciques principales, dije a lo que veníamos para que supiesen e dijesen a sus vecinos, e así los licencié.
Informar cómo luego hice recoger toda la comida de la comarca y meterla dentro en el fuerte…”

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