Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

viernes, 5 de noviembre de 2010

EL APORTE DE LOS TALLERES PEDAGÓGICOS. UNA MIRADA DESDE LA PEDAGOGÍA SOCIAL

Cuando escuchamos la palabra taller son muchos los adjetivos y definiciones que relacionamos con este concepto, sin embargo, la mayoría de ellas están asociadas a un espacio de trabajo, un lugar en el que se está construyendo, se está creando, se están moviendo herramientas y hay operarios activos desarrollando su labor. Esta definición clásica de taller, devenida de la época final del Medioevo, que lo reconoce como un lugar de encuentro en el trabajo a escala humana, es decir una actividad de relación profunda y estrecha entre el creador o artesano y la obra o el objeto creado me permitirá establecer un camino de comparación respecto de las actividades desarrolladas en los talleres pedagógicos de la actualidad.

En el taller medieval la figura del maestro es la del artesano más experto que tiene a su cargo a un pequeño grupo de artesanos aprendices. El proceso productivo no está centrado directamente en el maestro, pero su labor es vital para articular el pequeño taller; él desarrolla una labor de correa transmisora entre su conocimiento y su manera particular de enfocar el desarrollo del trabajo, heredada de la experiencia, y el conocimiento de sus dirigidos. El taller, en este sentido, es una manera efectiva de acceder a nuevos aprendizajes, a nuevas formas de resolver situaciones, basado fundamentalmente en la actividad cooperativa, en el intercambio fluido de experiencias, en el encuentro a través del lenguaje, experiencias, además, asociadas a un proceso de organización basado en la obra artesanal anterior a la fábrica, a la producción en serie y a lo que Zigmunt Bauman definiría como Modernidad Dura.

El Taller Pedagógico, en este sentido, recoge la perspectiva del trabajo a escala humana pues está centrado en actividades con pequeños grupos de estudiantes, de preferencia no mayor a 15 personas, incluidos los educadores.

HACIA UNA DEFINICIÓN DE TALLER PEDAGÓGICO
El sentido de este breve texto no es establecer una definición conceptual respecto de los talleres pedagógicos, sino más bien establecer una mirada, una reflexión, centrada en la práctica cotidiana, respecto de algunas claves y puntos de fortaleza descubiertos en el HACER cotidiano que es o debiese ser el padre de todas las teorías.

En primer lugar es necesario establecer un hecho evidente: el taller debe estar constituido en torno de un tema. El Taller Pedagógico, a diferencia del espacio tradicional de trabajo en la sala de clases con temas propios de los planes y programas del Ministerio de Educación, está centrado o debiese poner el énfasis en las necesidades de los estudiantes, en sus particulares concepciones de la vida, en su realidad sociocultural. Del mismo modo, al igual que los espacios tradicionales de educación es una instancia eficaz para desarrollar experiencias de aprendizaje, experiencia que se verá fortalecida por la participación activa de los estudiantes. Para que esta última premisa tenga un sentido práctico en la realidad el taller debe considerar algunos aspectos esenciales.

En primer lugar y como ya lo señalaba, el TEMA es fundamental. Las clases tradicionales son imposiciones arbitrarias de una serie de materias que los jóvenes tienen la obligación de considerar para optar a ser aprobados o no, para acceder al siguiente nivel o quedar empantanados hasta nuevo aviso. Una de las dificultades de los profesores de aula respecto de esta situación estriba en la mayor o menor experticia para hacer de las particulares asignaturas y su infinidad de detalles técnicos, algo grato de ser escuchado y algo interesante para ser aprendido. Hay quienes dicen que el aprendizaje no tiene porque ser entretenido, que el profesor no es un payaso que debe hacer reír forzosamente a sus estudiantes para que sientan que la clase es agradable y no una lata espantosa. Estoy de acuerdo con lo último; nuestra misión no es hacer reír a una audiencia deseosa de pasar un momento agradable, nuestra misión es desarrollar espacios de reflexión profunda en nuestros estudiantes y si estos espacios pedagógicos están desarrollados en un ambiente que favorece el diálogo fluido, la libre expresión de ideas, la comodidad y el interés natural por aprender cosas nuevas por sobre la etiqueta o los formalismos, no veo el inconveniente de considerar que los talleres deben estar centrados en una dimensión que ve los procesos de aprendizaje como experiencias placenteras y al educador o profesor como el principal impulsor de un ambiente que promueva el desarrollo de estas experiencias.

El tema es esencial no sólo porque es el eje articulador de la experiencia didáctica, sino también porque es, desde el momento de su elección por parte de los estudiantes, la señal inequívoca de que el proceso de construcción pedagógica está centrado en ellos y sus necesidades de aprendizaje. De inmediato rompemos con la trama de obligatoriedad que le otorga un peso innecesario a los procesos de aprendizaje en el aula tradicional. El taller no es obligatorio, obedece a un proceso de interacción entre las necesidades de dialogar un tema por parte de los educadores y las necesidades por reforzar o incorporar nuevos conocimientos por parte de los estudiantes. El taller no es una imposición, obedece a un acuerdo establecido previo a la concreción práctica del mismo entre los estudiantes y los educadores. Una vez establecida esta primera y fundamental premisa respecto del Taller pedagógico, el segundo elemento a considerar es lo concerniente a LOS ACUERDOS de trabajo. (Que desarrollaré en breve).


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