Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

lunes, 17 de junio de 2013

A 4 DÍAS DEL NUEVO SOL

En este preciso momento en que atravesamos la barrera arbitraria de un día domingo para entrar, en medio del sueño, al lunes otra vez, subrepticiamente, en completo silencio y en medio de una noche fría como las últimas de un sol que muere irremediablemente, nuestro planeta atraviesa el breve espacio que le circunda a una velocidad vertiginosa para nuestro humano entendimiento, 28, 9 kilómetros por segundo. Debo señalar que yo no siento el vértigo profundo de ese movimiento mientras escribo, y tampoco sé si la cifra dura, menos sé comprender respecto de qué punto de referencia en el espacio está señalada esta cifra. El viejo Einstein diría que no se puede medir la velocidad y el movimiento de los objetos en el espacio si no contamos con algún miserable punto de referencia. Yo no sé nada de esas cosas, sólo sé que se mueve y salta en el vacío de la materia oscura como una delicada pieza de un engranaje más complejo, como un tornillo suelto en el mecanismo de Anticitera.
Puedo oler el paso de los días y escucho a los pájaros treiles cantar cuando la lluvia se aproxima, puedo sentir el frío de una noche despejada avisar el fin de un nuevo ciclo, el tiempo de descanso “rimû” llega a su fin y el tiempo de lluvias “pukem” comienza con el retorno del sol para continuar los ciclos permanentes de la naturaleza.
Y así avanzamos, sin detenernos siquiera para
mirar el reflejo de estrellas que murieron hace mucho tiempo atrás, avanzamos camino de la muerte como quién sabe lo que quiere, como quien intuye que este camino es un sendero de aprendizaje, cada experiencia es una experiencia vital, cada persona que se nos cruza en el camino es una pieza importante de este rompecabezas que vamos armando con esmero y algo de despreocupación a veces, cada nueva duda es la posibilidad cierta de saltar desde nuestra zona de confort hacia lo desconocido, cada nuevo día es un desafío que nos hace más fuertes y serenos. La Tierra cruza, pertinaz, el polvo cósmico a una vertiginosa velocidad. Yo miro desde mi ventana la estela invisible que deja su paso, la huella molecular de la historia, y me abandono y me dejo caer al abismo del sueño, a la espera del nuevo día, con su carga de horas y piel y tiempo sobre la vereda interminable del tiempo.

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