Porque escribir

…“Rinaldo, Rinaldo te estamos esperando, ahora vamos a hacer un tema de Rinaldo, poné más agudo esto”… “Hola, hola, hola, parezco un político. No se escucha parece…Bueno, este, yo voy a hacer un tema que se llama La Niña… Esteeee… La niña es, …esteee… es muy dulce, muy mansa… ¡Que pasa!, ¡que pasa!, hola, hola. Bueno,… escucha la letra porque yo, esteeee, mejor cuando se escribe que cuando se habla... Y después queda, ¡viste!....”

Rinaldo Rafanelli, en concierto de despedida Sui Generis 1975

domingo, 2 de junio de 2013

1:23 de la madrugada

1:23 de la madrugada, el frío de adueña de mi ventana y la humedece completamente. Yo miro, yo escucho, pero mis ojos y mis oídos no sirven de nada… Y sin embargo todo se mueve y está vivo y nosotros navegamos en medio de océanos de posibilidades, bajo el embate furioso del tiempo y sus andamiajes inoxidables. He ahí la rueda del destino, la piedra originaria, el primer grito de espanto dado al nacer, el primer ciclo, la primera vuelta del planeta en torno de su propio eje, el primer día de un nuevo tiempo que se viene y se viene, con el despuntar del alba dentro de unas pocas horas.


El sol se aleja irremediablemente, ahora no es más que el recuerdo difuso de un poco de calor almacenado en el pecho. Este mes no es más que el último de un largo ciclo de tiempo y piel sobre la vereda oscura del tiempo. Este mes no es nada más que la orilla inconclusa desde la cual iniciamos el gran viaje que nos tiene caminando y durmiendo sobre la extensión inconsistente de los días. Este mes occidental no es la mitad que representa con su frío semblante de mujer impenetrable y distante, no el punto medio ente una esquina y la otra de lo que definimos como un año, este mes que nos susurra palabras en un lenguaje olvidado por el peso de nuestra historia representa el momento previo al vacío, el instante preciso en que agotamos las palabras inútiles, en que cerramos los ojos y nos preguntamos por lo vivido y lo por vivir, en que preparamos el viejo y querido bolso para un gran viaje, en que contamos los pasos como un niño hambriento de vida y jugamos a saltarnos las líneas del camino, y pisamos los charcos y dejamos que la lluvia limpie nuestra cara y nos olvidamos de hacia dónde vamos y nos preguntamos la hora de ayer y la de mañana con la misma intensidad.

Estos son los días del último sol del año, cada segundo cuenta, el guerrero respira profundo y evoca la memoria viva de sus antepasados. Faltan sólo unos pocos días, la tierra palpita bajo mis pies

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